Que la UNAM, como mater, no sea tocada ni con el pétalo de una rosa… Así, más o menos, habló ayer José Narro Robles, rector de la UNAM, al opinar sobre la recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en torno a un caso de acoso sexual en alguna de las escuelas de la institución. No me importa comentar los detalles del caso de acoso, que ni es el único ni es el peor, sino que me importa señalar la declaración del rector, quien se ha vuelto asiduo a tomar los micrófonos públicos para acusar los muchos errores ajenos y acallar las preguntas sobre los errores propios. José Narro siempre tiene una declaración sobre algo, sobre lo que sea el tema del momento; nunca es tema, ni puede serlo, la UNAM, porque en su fantasía ahí todo está bien, ahí –en esa burbuja de idealidad- nunca pasa nada. O al menos así entiendo que ayer haya declarado: “las acusaciones de la CNDH contra las autoridades universitarias disminuyen la calidad moral de la comisión”. ¿Por qué? Porque a la UNAM nadie la debe cuestionar. Autoerigida como la cabeza moral del país, la UNAM pretende poseer una probidad incuestionable. Señalar los problemas de la UNAM, piensa Narro y con él las barras unamitas, es una acción vil que obedece a oscuros intereses que pretenden dañar a la “máxima casa de estudios”. ¿Cuáles oscuros intereses? Ningunos en realidad, que eso sólo es tirar la piedra y ocultar la mano, sembrar discordia, descalificar al otro y erigirse víctima. Así lo dijo ayer el rector Narro: “es preocupante que una institución como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), que deber ser de buena fe, aparente no serlo”. ¿En qué aparenta no serlo? ¿En hacer su trabajo? Y lo reiteró: “es preocupante que una institución que debe manejar las cosas con pulcritud, aparente no actuar así”. ¿Cuál apariencia? ¿Es un delito señalar que algunas autoridades universitarias pueden ser proclives a encubrir el acoso sexual en la institución? Pero Narro no quiere cuentas claras, ni que se conozca la verdad del caso, sino que quiere evadir las responsabilidades que el caso atraiga. Por ello, tras lanzar la piedra y esconder la mano, el rector declinó a abundar en el caso. A mí me parece que más preocupante que un pretendido trasfondo político es la actitud de las autoridades que aminoran los casos en que se ve comprometida su responsabilidad y se victimizan para protegerse del juicio público. De volverse costumbre una actuación como la que defiende en su discurso el rector Narro, estaremos ante las incuestionables autoridades que prestas señalan toda diferencia como ilegítima y que ensordecen el ambiente plagándolo de oscuridad. Si así la cabeza moral del país, ¿cómo estarán sus pies de barro?
Námaste Heptákis
Recado. Alegre, emotiva, ocurrente e ingeniosa, así fue la participación de Hiro Postal en nuestro blog. Ahora toma otros rumbos, otras actividades y otras preocupaciones, pero no por ello he de evitar agradecerle su compañía en esta página y despedirla deseándole buena suerte.
Coletilla. La política como irresponsabilidad se va volviendo una especialidad de la carrera política, o al menos eso me hace pensar una reciente declaración del presidente municipal de Naucalpan, Estado de México, David Sánchez Guevara –el mismo que, cuando fue diputado, sugirió combatir el abstencionismo electoral con multas a los ciudadanos que no votaran-, quien tras varias semanas de que el diario Reforma informara sobre las protestas ciudadanas por la cantidad de baches en el municipio, se deslindó afirmando: “Yo no inventé Naucalpan, así me lo encontré cuando llegué”. ¿Así o más claro?