Retablo navideño – IV

 

Retablo navideño

Cuarta parte

Confesión

 

Ninguna soledad como la mía.

Lo tuve todo y no me queda nada.

Virgen María, dame tu mirada

para que pueda enderezar mi guía.

Carlos Pellicer

 

He sido el más impráctico de los hombres y he tomado las más imprácticas de entre las decisiones. No sabía yo que al rechazar la vida utilitaria se terminaba rechazando la vida práctica. No sabía yo que la utilidad ha permeado de tal manera todo que la praxis toda ha venido a caer en el mundo utilitario. Lo mismo la política que la lectura, la fe y la educación, los caminos y las veredas… hasta la amistad, todo ha sido permeado por la utilidad. Parece, y temo decirlo, que la praxis ya sólo es utilitaria. O condenarse a ser un esclavo alegre o condenarse a dejar de ser… He decidido ser el más impráctico de los hombres, aunque sin praxis ahora también se renuncie a la vida.

 

Námaste Heptákis

 

Coletilla. “Un día Dios nos llama. Nos ponemos de pie y como ciegos nos encaminamos en medio de la noche en pos de ese llamado. Pero en realidad nunca sabemos a dónde nos conduce. Recen por mí, recen por nosotros, porque viajamos en la noche”. Javier Sicilia

Ya viene Santa Claus

Esperó a que se durmiera para ponerse el disfraz y llevarle su regalo. Cada año era lo mismo: vestirse de Santa, salir a hurtadillas del cuarto grande para entrar sigilosamente al cuarto chico y sorprender a la pequeña niña quien recibiría el enorme regalo navideño. Pero esta vez sería distinta, pues la pequeña niña ya no era tan pequeña, y el cuchillo con el que se había metido en la cama a la hora de dormir demostraba que ya era lo suficientemente grande como para seguir creyendo en Santa Claus.

 

Gazmogno

El Viajero Perdido

If thou were my fool, nuncle, I’ld have thee beaten
for being old before thy time.

–King Lear

El guardia de las celdas se acercó al nuevo prisionero: un anciano cuyos ojos contristados detenían el paso firme y producían gran ansiedad. Había matado a un hombre, aparentemente sin razón. Acercándosele, le dijo:

“Es ya muy tarde en su vida para riñas de venganza, ¿no lo cree? Leo en el reporte que no nació usted aquí. ¿Qué esperaba obtener, extranjero, compasión? Según dicen no se resistió a la captura”.

Esto fue lo que el viejo respondió: “Soy un viajero que por años ha andado en esta ciudad. De joven vine enviado por mi maestro, quien me mandó encontrar al sabio viviendo entre ustedes. Alguna vez pensé que no podría ser tan difícil, pero erré como en tantas otras cosas. He perdido mi camino y no sé ya por dónde buscar. Primero, siendo yo impetuoso y arrojado, me dijeron que observara con cuidado para hallar al sabio, y anduve entre los teatros y las danzas, mirando todas las presentaciones. Conocí autores y actores y espectadores; pero no di con él. Me dijeron entonces que escuchara con atención, y asistí con esmero a todas las discusiones, acaté todos los rumores, estudié a los poetas viejos y a los nuevos, aprendí de historiadores y rétores y oradores; pero no di con él. Comencé a cansarme. Tres veces más cambié de rumbo: me perdí en los bosques y aprendí a reconocer el aroma de cada distinta flor, buscando ermitaños; viví necesitando muy poco y disfrutando cada pequeño placer como si fuera el más intenso, descifrando a los locos; me entregué a la pasión olvidando las represiones que impiden en los hombres los más grandes gozos; mas no di con él. Ahora soy muy viejo, y temo que es demasiado tarde”.

El hombre suspiró junto con el viajero. Su tristeza era tan pesada que no quería verlo más ni seguir escuchándolo. No sabía qué responder. Finalmente le dijo: “No tengo para usted ningún consuelo, aunque tal vez dejar de buscar alivie su malestar. No sé en quién pensaba su maestro, pero que yo sepa, nunca ha habido en esta ciudad nadie sabio. La ley terminará a tiempo con usted”.

Después de eso se fue el guardia, pero el corazón del viajero nunca se alivió.

Navidad

Sin tener en dónde reposar su cabeza, a sabiendas de que ésta descansará por última vez en sus brazos extendidos, consciente de que estos deberán abrirse en medio de dolores infinitos si es que quiere recuperar a sus ovejas perdidas; ha llegado el buen pastor a este mundo. El pastor que siendo dueño de todo abre sus ojos por primera vez en medio de la nada, el Dios vivo que deberá morir para dar vida a los corazones abrazados por el desierto, el cual por vez primera deja de crecer.

Maigo.

Retablo navideño – III

Retablo navideño

Tercera parte

Latidos

 

¿Por qué en lugar de cultivar las flores

que dan su esencia a mi abrasado pecho,

las marchitas colmando de dolores

mi corazón, en lágrimas deshecho?

Manuel José Othón

 

Él tuvo la más terrible de todas las visiones, pero fue el único que se gozó con ellas. Fue quemado en aceite hirviendo y sobrevivió para sufrir sus llagas. Con el rostro desfigurado y los ojos calcinados, anduvo caminando a tientas por el mundo sin llegar a dudar de su camino. Exiliado en Patmos, alejado de todos, pudo sentirse dichoso. Con la respiración fatigosa, extremadamente flaco, viejo, llevando su vida en un hilo, Juan tenía una sonrisa permanente. Testigo de todo, el último de los sobrevivientes reducía su vida a una sola frase, a todos y en todo momento Juan pedía: “hermanitos, ámense los unos a los otros”. Y la frase ha quedado resonando en el aire como los latidos del Señor en la memoria de Juan, el imborrable recuerdo de aquella última noche en que recostándose en su pecho se supo amado.

 

Námaste Heptakis

 

Escenas del terruño. Algunos datos de libros para finalizar el año e idear una radiografía del alma nacional.

En la FIL de Guadalajara, los cinco libros más vendidos fueron: El héroe discreto de Mario Vargas Llosa, Yo decido de Gaby Vargas, El laberinto de la soledad de Octavio Paz, Bajo la misma estrella de John Green y Los juegos del hambre de Suzanne Collins.

Y, según el suplemento Universitarios del diario Reforma, los libros favoritos de los “mejores” estudiantes universitarios del país son: Quince días en las soledades americanas de Alexis de Tocqueville, Las ventajas de ser invisible de Stephen Chbosky (que estuvo entre los 10 más vendidos de la FIL), El principito de Antoine de Saint-Exupéry, La reina descalza de Ildefonso Falcones, Los amores difíciles de Italo Calvino, Mi vocación es el amor de Jean Lafrance, 1984 de George Orwell, El caballero de la armadura oxidada de Robert Fisher, El Bungalow de Sarah Jio, Cartas para Daniel de Jorge Bucay, Historia del tiempo de Stephen Hawking y El Capital de Karl Marx.

 

Coletilla. “Único entre los animales, el hombre se ve arrebatado por la hermosa locura que llamamos risa, como si captara lo que se esconde tras lo oculto del universo”. G. K. Chesterton

Dolor

El dolor que ablanda es bueno, no el que endurece.

Gazmogno

Tibios y Adormecidos

Cuando llegó la modernidad a las ciudades con el ímpetu de la revolución industrial y la oleada de los inventos tecnológicos, se creyó que la vida poco a poco estaba poniéndose mejor, más de lo que nunca había sido. La comodidad era lo de menos junto a los grandísimos proyectos de crecimiento humanitario. Con la tecnología, en pocas palabras, se prometió que no habría guerra. Pero la comodidad fue la única parte del trato que se pudo cumplir. Aunque los medios variaron, nunca cambió la cuna del deseo humano, nunca mudó su corazón. Si acaso, se ha entibiado por la facilidad y adormecido por el exceso. La guerra, exterior, interior o privada, sigue allí. Hemos vivido viendo los fracasos del esfuerzo por sustituir con erudición lo que no se ganó en virtud. Ahora que se nos acabó la emoción y que volvimos a conocer vez tras vez los horrores de los avances humanos sin justicia, estamos tan acostumbrados a mirar en esa imagen joven del progreso nuestra última esperanza, estamos educados tan a fondo en los anhelos de quienes vivieron esa grande y hermosa ilusión antes de la decepción, que no esperamos recuperar la anterior fortaleza de carácter para vivir bien. Preferimos, más bien, esperar la mágica aparición de una nueva revolución, de un cambio eufórico y veloz que haga que ahora sí funcionen las cosas como queríamos. Nuestros ruegos están sembrados de nostalgia. Andamos como un hombre en un laberinto que ha elegido de entre muchos un camino y que, por más que no ve la salida, se empeña en andarlo por el resto de sus días antes que admitir el extravío. Si de por sí siempre ha sido difícil averiguar cómo vivir bien, ahora, hasta en el modo de la pregunta impera una pesadez como la de la borrachera, con una mezcla de anestesia moral y olvido detrás del cual zumba la inquietud de que algo estuvo mal, pero sin poder decir ya bien a bien qué fue.