Bajo las pesadas lozas, del rincón más oculto de una antigua celda, encontré, escrita, en un raído y destrozado papel, una carta, la cual estaba mojada por las lágrimas y manchada por los dedos de quien pareciera un asiduo lector.
En el papel se aprecia el constante y cada vez más débil rose de la piel de quien la guardara celosamente, y la tinta corrida muestra el paso veloz de los años y de los dolores de quien la leyera hasta el cansancio… Sobre el lector anterior sólo sé que murió pagando con su vida una condena injusta, y sobre el escritor no alcanzo a vislumbrar si es el mismo que preso se encontraba, o más bien se trata de algún otro que pretendiera mostrarle algo importante.
Por desgracia, muchas líneas se perdieron, unas escaparon montadas en las lágrimas del reo, otras se fueron cavando profundamente, y de seguro ya quedaron bajo tierra. Las restantes aún buscan su camino, y pretenden encontrarlo clavándose en mi cabeza, tan fijas han quedado ahí, que ya ni siquiera se encuentran sobre el papel.
Se esfumaron, y junto con ellas se fue mi tranquilidad, si es que alguna vez la tuve.
Entre más las recuerdo más me pierdo, o mejor dicho me doy cuenta de lo perdida que me encuentro.
Busco y no veo a quien pueda salir a encontrarme, y entre menos veo más me desespero. Busco y no encuentro, y al buscar espero ser encontrada. Hallada como aquel hombre que sentado bajo una higuera copiosamente lloraba.
Maigo.