El Viajero Perdido

If thou were my fool, nuncle, I’ld have thee beaten
for being old before thy time.

–King Lear

El guardia de las celdas se acercó al nuevo prisionero: un anciano cuyos ojos contristados detenían el paso firme y producían gran ansiedad. Había matado a un hombre, aparentemente sin razón. Acercándosele, le dijo:

“Es ya muy tarde en su vida para riñas de venganza, ¿no lo cree? Leo en el reporte que no nació usted aquí. ¿Qué esperaba obtener, extranjero, compasión? Según dicen no se resistió a la captura”.

Esto fue lo que el viejo respondió: “Soy un viajero que por años ha andado en esta ciudad. De joven vine enviado por mi maestro, quien me mandó encontrar al sabio viviendo entre ustedes. Alguna vez pensé que no podría ser tan difícil, pero erré como en tantas otras cosas. He perdido mi camino y no sé ya por dónde buscar. Primero, siendo yo impetuoso y arrojado, me dijeron que observara con cuidado para hallar al sabio, y anduve entre los teatros y las danzas, mirando todas las presentaciones. Conocí autores y actores y espectadores; pero no di con él. Me dijeron entonces que escuchara con atención, y asistí con esmero a todas las discusiones, acaté todos los rumores, estudié a los poetas viejos y a los nuevos, aprendí de historiadores y rétores y oradores; pero no di con él. Comencé a cansarme. Tres veces más cambié de rumbo: me perdí en los bosques y aprendí a reconocer el aroma de cada distinta flor, buscando ermitaños; viví necesitando muy poco y disfrutando cada pequeño placer como si fuera el más intenso, descifrando a los locos; me entregué a la pasión olvidando las represiones que impiden en los hombres los más grandes gozos; mas no di con él. Ahora soy muy viejo, y temo que es demasiado tarde”.

El hombre suspiró junto con el viajero. Su tristeza era tan pesada que no quería verlo más ni seguir escuchándolo. No sabía qué responder. Finalmente le dijo: “No tengo para usted ningún consuelo, aunque tal vez dejar de buscar alivie su malestar. No sé en quién pensaba su maestro, pero que yo sepa, nunca ha habido en esta ciudad nadie sabio. La ley terminará a tiempo con usted”.

Después de eso se fue el guardia, pero el corazón del viajero nunca se alivió.