Esperó a que se durmiera para ponerse el disfraz y llevarle su regalo. Cada año era lo mismo: vestirse de Santa, salir a hurtadillas del cuarto grande para entrar sigilosamente al cuarto chico y sorprender a la pequeña niña quien recibiría el enorme regalo navideño. Pero esta vez sería distinta, pues la pequeña niña ya no era tan pequeña, y el cuchillo con el que se había metido en la cama a la hora de dormir demostraba que ya era lo suficientemente grande como para seguir creyendo en Santa Claus.
Gazmogno