Anonadación
Please take my advice,
please take my advice.
Open up the tired eyes,
open up the tired eyes.
No comprendo la fragilidad de la vida, a pesar de verla en muchos ojos a cada instante. En el extremo de la vida, en la última etapa de la enfermedad, veo unos ojos que se esfuerzan por mantenerse abiertos, que intentan sostener con la mirada el que podría ser el último suspiro de una vida. Una mirada que se pierde en el límite de la ininteligibilidad, que desanuda los hilos de la memoria y diluye cruelmente los restos, las ruinas de la identidad. Una mirada que mira buscando la confirmación de su presencia, de su continuidad mundana, que mira para ser mirada como queriendo asegurar que aún sigue viva. La mirada fugaz que me arrebata el sueño, que llena la mía de llanto, que pone en suspenso mi esperanza… En el extremo de la desesperanza, en el filo de una juventud atribulada, veo unos ojos que se esfuerzan por negar su mirada, que intentan rehuir la presencia ajena porque sienten insoportable la propia. Una mirada que daría todo por ganar la inteligibilidad de la vida, porque las respuestas nunca le son suficientes, porque no encuentra a quien preguntar. Una mirada que ciega la inteligencia, que quiere renunciar decidida a la vida por tomarse la vida suficientemente en serio. Una mirada que me busca avergonzada, envuelta en lágrimas, gritando por la ayuda que tan fácilmente puede negar el cadalso. Una mirada suicida que me espanta, que se me presenta en sueños y me hace gritar, a la que no hallo cómo compartir mi esperanza… Se me mueren dos miradas, una joven, una anciana; una lúcida, una opaca; dos miradas que piden lo mejor de mí y ante las que lloro por sospechar que no se los puedo dar. Me miran tan frágiles, a punto de abandonar el mundo, y me dejan aquí, sin comprender nada, sin saber realmente nada, sintiéndome abandonado, irresponsable y literalmente anonadado.
Námaste Heptákis
Coletilla. A lo largo de la semana en la prensa abundaron los artículos conmemorativos de los 80 años de Gabriel Zaid. Notable desde su portada, la Revista R del diario Reforma publicó el 19 de enero un florilegio de opiniones sobre el prodigio regiomontano, de entre las cuales quiero resaltar la que a mí más me gustó. En esta ocasión el que habla es Francisco Prieto y dice:
«Si la poesía de Gabriel Zaid es luz: luz de la tristeza, de la belleza del mundo, luz del acatamiento de la experiencia que nos forma, a veces esa luz se suelta “como el espíritu fiel sobre las aguas”. Así, la obra ensayística del poeta ilumina la realidad cotidiana sometiéndola a ese sentido que reunifica todos los sentidos: el común que en épocas aciagas escapa al común de los hombres. En la claridad conquistada por Zaid desde su compromiso con el rigor y la autenticidad, la pasión de confrontar, emergen los valores últimos que nos dan la experiencia de la comunidad: el bien que apacigua nuestra alma, la verdad que nos confirma como seres que en temor y temblor dejaron atrás a la bestia primitiva, la búsqueda de la unidad que subyace a todo lo que es y el resplandor del ser que es la belleza y reconcilia en un haz de tonalidades la lucha sin fin de los contrarios.
No puedo escindir la poesía de Zaid de su pensamiento. Ambos tienen en común la pasión por iluminar el caos aparente. Su experiencia poética dominante es la luz que da sentido a todo lo que es, que por ella es. Si su poesía hace renacer en mí el amor a la vida, su pensamiento me hace presente que no todo está perdido puesto que cultos e incultos en su cercanía nos reconocemos en una naturaleza común».