Para ti, que eres buen amigo.
Caminar no es nada fácil, tras muchas dificultades se consigue tener la deseada habilidad, es necesario mantener el equilibrio y aprender a calcular la distancia que hay entre el suelo y los pies que se levantan. Poder marchar, siempre es un logro y de ello nos olvidamos con frecuencia, nos desplazamos con facilidad y con la misma facilidad nos perdemos. A veces por no recordar nuestros pasos ni aquello que buscamos, y a veces porque nos perdemos entre memorias que no nos dejan ver lo que sale a nuestro encuentro. Cuando aprendemos a caminar, lo hacemos despacito, con miedo, siempre sujetándonos de algo, pero a veces nos aventuramos más allá de lo que podemos, y es cuando caemos y pedimos ayuda y, si somos afortunados, ésta sale a nuestro encuentro. Lo mismo pasa en la vida, caminamos despacito al principio y con algo de prisa después, y en ocasiones caemos y perdemos de vista aquello tras lo que iban nuestros primeros pasos. Caemos y nos perdemos, y no podemos evitar que se nuble la vista con el llanto amargo que corre por nuestras mejillas, es entonces que sale a nuestro encuentro el buen amigo, el compañero que con su sonrisa devuelve la luz a nuestros ojos y nos ofrece la mano para levantarnos y volver a caminar.
Maigo.