Hay que desenterrar la palabra perdida
saber partir el pan y repartirlo,
el pan de una verdad común a todos
Poeta, ante todo poeta, en la doble acepción de la expresión. Octavio Paz fue ante todo poeta, y principalmente un poeta religioso. Si bien en Paz predomina una aparente postura atea, o al menos un declarado agnosticismo, su poesía trasluce una y otra vez una fe religiosa. Paz no podía aceptar fácilmente alguna confesión religiosa por el hecho único de aceptar la crítica como principio de acción y pensamiento. Paz, incluso cuando dejó de ser comunista ortodoxo, no podía aceptar públicamente su fe y con ello contrariar su vocación de Modernidad. El único camino, antes del regreso a Ia India y la transformación que ello significó, fue el agnosticismo. Como buen moderno, Paz decidió suspender su juicio en materia religiosa. La India, en cambio, fue el camino de su reconversión. En su primera visita a la India, Octavio Paz experimentó vívidamente la oposición entre Oriente y Occidente, cual lo confiesa en una carta a Alfonso Reyes en que le agradece su versión de la Ilíada, en la lectura de la cual volvió a sentirse en casa. El solitario que se encontró alejado de todos desde su partida de México hasta la imponente manifestación de la India encontró cobijo en la versión más bella del más bello poema; el agnóstico revolucionario miró con un terror de primerizo la policromía multicolor de la vishvarupa y tornó la mirada a la sólida marmoreidad de los dioses griegos. En la suma de azares que al final parece va marcando la pauta de la vida, Octavio Paz volvió a la India años después para renacer en ella. En su renacimiento encontró un nuevo amor, nuevos colores, nuevos sonidos y… una nueva manera de poetizar el mundo. Por primera vez, a la vuelta de la India, Oriente no era terrible y, al contrario, nos mostraba que lo terrible seguía siendo la falta de comunión, la soledad. Oriente permitió a Paz permear la realidad dialéctica que el marxismo le había enseñado a leer en Occidente para descubrir un sustrato que realmente posibilite la comunión entre los hombres. El paso al budismo era sencillo y de sólo un pequeño salto; sin embargo, Paz no fue budista, pues no podía serlo, ya que él sabía lo que la mayoría de los budistas occidentales no saben: que el budismo no es una religión sino una consecuencia teórica. Paz lo sabía tan bien que no cerró los ojos a la realidad y tras la masacre del 2 de octubre de 1968 revivió al león de los judíos para reivindicar el compromiso activo que marcó su vida: la revolución. Revolucionó, pero no por las armas, volvió a México a revolucionar por las letras, por el diálogo y por la palabra. Al fin moderno, Octavio Paz confiaba en que el progreso podía alcanzarse y que mucho podíamos hacer por el progreso. Sin embargo, tras su vuelta, Paz comenzó a apuntar la que quizá sería la más importante de sus verdades: la única revolución es la comunión. Quien no vea en ese precepto al cristianismo, ni ha entendido a Paz, ni ha sentido a Cristo. Hablamos, escribimos y dialogamos para encontrarnos en la comunión, para reconocer la soledad y librarnos de ella. El poeta Octavio Paz sabía partir el pan y repartirlo.
Námaste Heptákis
Aclaración. El lector que me conoce desde hace tiempo sabe que en el pasado escribí para pedir la devolución del Auditorio Justo Sierra. Si bien actualmente considero que la devolución sigue pendiente, no puedo celebrar lo que en la Ciudad Universitaria está pasando. Es un crimen que la autoridad universitaria deje en manos de la comunidad la devolución del auditorio, pues con ello sólo está propiciando el enfrentamiento violento entre los distintos miembros de la comunidad. El problema no tendrá solución si la autoridad no quiere hacer su parte. De ahí que me indigne tanto el descaro de José Narro al afirmar hace unos días que la devolución debe hacerse “porque ya son muchos años”. No, comunidad unamita, no permitan que la autoridad irresponsable los delegue a la violencia. Estoy por la devolución del Auditorio Justo Sierra, pero no por un desalojo operado por la comunidad.
Escenas del terruño. Se cumplen tres años de las caminatas que dieron origen al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Con pretexto de ello, un grupo político ha convocado en Morelos a una “marcha por la paz” que tiene por fin exigir la destitución del gobernador Graco Ramírez. Javier Sicilia se ha deslindado públicamente de dicha marcha, pues reconoce que una finalidad como esa es un asunto de poder, y no del despoder de la dignidad que él ha buscado. Notables y admirables la congruencia y la honestidad que muestra nuevamente Sicilia; quede registrado para aquellos que lo acusaron de oportunista, caudillista e hipócrita.
Coletilla. “No cabe ambición más noble que la destacar en la conversación”. Robert Louis Stevenson