Son muchas las creaciones que muestran el ingenio humano, pero pocas las que son ejemplo de la voluntad del hombre: las que su grandeza se levanta como muestra de su dominio.
Este fue el caso del Royal Mail Steamship Titanic (conocido comunmente como el Titanic). Alrededor de tres años tardó en ser construido el más famoso buque trasatlántico (comenzó en 1909 y concluyó en 1912). Como todos los grandes proyectos y las grandes creaciones de la humanidad, éste no se erigió en un día. No podía ser así, fue un monumento de la voluntad del hombre. Doscientos setenta metros de longitud y dieciocho metros desde la línea de flotación hasta la cubierta de botes, pesando más o menos cuarenta y siete mil toneladas era la muestra de la conquista que representaba.
Zarpó de Southampton el 10 de abril de 1912 con destino a New york, capitaneado por Edward John Smith. Recaló en Cherburgo, Francia y Queenstown, Irlanda antes de navegar por el océano Atlántico.
Tres días habían transcurrido desde que zarpó. Hasta el 13 de abril de ese año todo había sido conforme a lo planeado. Pero no todo depende la voluntad humana. Muchos creen que los viernes 13 son de mala suerte, y aunque el 13 de abril de 1912 no fue viernes sino sábado, no fue un día de buena fortuna. Este día se dio el informe de avistamientos de grandes bloques de hielo en la ruta a seguir del RMS Titanic. Avanzaron con un ligero desvío, para evitar los bloques, un día más con relativa buena fortuna, hasta la noche del día 14 de abril.
Tras haberse retirado el capitán Edward John Smith a su habitación y cerca de la media noche del día 14, el vigía Frederick Fleet avistó un iceberg de gran tamaño a menos de quinientos metros en la ruta del buque. Rápidamente tomo el teléfono y se comunicó al puente de mando para dar aviso. El sexto oficial James Paul Moody tomo el teléfono en el puente de mando y recibió el desesperado grito: ¡Iceberg a la vista! Noticia que llegó con premura a William Murdoch, primer oficial, quien estaba a cargo. Murdoch actúo rápidamente de la manera que creyó correcta e intentó evitar la colisión. Giró el timón y dio la orden de dar marcha atrás para evitar el choque de frente con el inmenso bloque de hielo. El busque giró, logró evitar el choque, pero no sin consecuencias: el buque rozó con el iceberg y esto ocasionó una abertura en las placas laterales del Royal Mail Steamship Titanic. El resultado fue una rasgadura de aproximadamente 100 metros que dejaron cinco compartimentos abiertos al agua (suficientes para que el barco se hundiera con rapidez).
Las acciones no siempre son las correctas y la buena intención no siempre basta. Al evitar el choque, el oficial Murdoch sentenció a hundirse al RMS Titanic y a las 2223 personas que en él iban. Presa de los sentimientos y la premura hizo lo que no debió hacer: dar marcha atrás y girar el timón a estribor. De haber sido diferente, quizá habría podido evitar el hundimiento del buque: girar el timón a estribor y acelerar, hubiera evitado perder la presión de virada, dando mayor posibilidad a evitar la colisión; también pudo dar marcha atrás para desacelerar el buque y no evitar el choque frontal (según los expertos, hubiera podido flotar aun estado dañando). El RMS Titanic colisionó con el iceberg a las 23:40 horas del 14 de abril de 1912.
Exactamente a la media noche se hizo parar el barco y la evaluación de los daños no dio resultado favorable. El capitán Smith no tuvo más qué hacer que dar la orden de desalojar el barco.
El día 15 comenzó con las llamadas de Socorro. Uno se puede imaginar la angustia que vivió la tripulación al intentar salvar a la gente que iba en el barco. Rápidamente se hundía éste a casi 600 km de la isla de Terranova y a varias horas del barco más cercano, mismo que iba a su rescate. Los botes salvavidas del Titanic no eran suficientes para salvar a toda las personas a bordo, el cupo en ellos era poco mayor a la mitad de los pasajeros. El caos cubrió los pisos superiores, que uno a uno se iba inundando.
Mientras la desesperación lo cubría todo y el agua ahogaba la esperanza, la orquesta, que en las noches anteriores alegró las cenas, se colocó en el salón de la primera clase y comenzó a tocar. Ninguno de estos músicos sobrevivió al hundimiento –pero ya llegaremos a eso. Para quienes vivieron esa noche, el recuerdo es más que los rostros de siete músicos en un cartel; su acción fue la correcta. El nombre Wallace Hartley Band, que era el nombre de la orquesta, por algunos será recordado, pero su legado fue mayor a ese recuerdo: intentaron evitar que las personas se ahogaran.
A la 1:30 de aquella madrugada, la proa estaba casi sumergida por completo. El capitán al ver que no había salvación para su barco, y aunque no dirigió la acción que concluyó en el hundimiento del Titanic, se quedó en el puente de mando hasta el final. Igual que los músicos, no abandonó su puesto, aunque ya nada pudiera hacer ahí. Para las 2:00 horas de la madrugada del nuevo día, el pánico y la confusión consumían los ánimos de las personas que seguían a bordo. Habrá quien diga que para ese momento ya nadie escuchaba la música de la orquesta. Lo cierto es que hubo quien sobrevivió al naufragio y algunos de ellos recordaron la última canción que tocó la Wallace Hartley Band; también recordaron que aquellos músicos tocaron hasta que la inclinación, del barco que se hundía, no lo permitió más. Tal como sugiere Alfonso Reyes al hablar sobre Hesíodo: en momentos de crisis hay que hacer lo propio, y hacerlo bien. A las 2:20 de aquella madrugada del nuevo día, el hundimiento fue inevitable, el Royal Mail Steamship Titanic se partió por la mitad y el buque se hundió. Sólo se salvaron 711 personas de 1178 plazas que había en los barcos salvavidas.
Lo último, una nota más, aquellos que escucharon la última melodía que tocaron los músicos del Titanc, afirmaron que fue Nearer, my God, to Thee.