La noche parece detenerse en invierno; tanto que hay momentos en los que la oscuridad nos impide pensar en la próxima salida del Sol. El frío invade nuestros corazones, porque el viento agita las hojas otoñales en el suelo, y a veces nos cala el alma y dejamos de movernos, pensando que con ello evitamos la llegada de la estación.
También hay veces en que olvidamos la esperanza que nos da vida y nos paramos sobre los pedestales de la muerte y la destrucción, pensando que la inmovilidad del cuerpo y del alma evitarán un mal mayor.
Lo cierto es que difícilmente vivimos el invierno con la esperanza inundando de luz el corazón, lo cierto es que las hojas y los caídos en el suelo alimentan nuestra desesperación.
Lo cierto es que los inmóviles, parados sobre los pedestales anunciantes del invierno, se olvidan de la luz del Sol y de su capacidad para mostrar los despojos que ha dejado atrás el paso de una fría estación.
Maigo