Las banderas pintadas de rojo

Muerte y sangre a quienes llevan muerte y sangre. Es el lema que tiene la bandera de la juventud ante los sucesos actuales en el país. Indignación, odio y coraje es el ánimo común de la mayoría de los jóvenes que ante los inaceptables actos del gobierno marchan por las calles y cierran las universidades. Con ese lema son llenadas las redes sociales por quienes miran de lejos.

Hace varios años escribió Krauze sobre los últimos nihilistas, la generación anterior a la que combate al estado en estos días, la generación anterior a la que debería consolidar o, quizá, criticar el orden que la generación que surgió junto con el subcomandante Marcos, generación que debió haber fundado. La generación que siguió a la de los 70, a la que, en palabras de Krauze, dio fin al orden político de la Revolución mexicana, la que siguió a la generación que fundó los CCH y las entonces llamadas ENEP, y con ello intentó sanar las profundas heridas de la Revolución mexicana y formar una nueva sociedad “comprometida” con la nueva realidad social del país en aquel momento. La generación que siguió fue la que acompañó la lucha del subcomandante Marcos y la larga huelga de 1999.

Cada día parece ser más claro que la nueva generación que toma la antorcha para actuar, no consolidará lo hecho por la generación anterior, la de los últimos nihilistas, y menos dará pie a criticarla, porque los últimos nihilistas parece que no fundamos nada. Fue una generación que dedicó su hacer a la rebeldía, que intentó fundar el nuevo oren desde la oposición constante a las autoridades, universitarias y nacionales por igual. Pero ese fundamento fue el principio del caos, pues intentaron destruir para construir desde un terreno limpio; aunque sin un camino claro, es posible destruir de más, lo que obliga primero a construir lo destruido y partir desde ahí –suponiendo que es evidente cómo arreglar lo destruido.

Esas fueron las bases que dejaron los últimos nihilistas, bases que la generación actual sigue. «Terror por el terror» ondea en las banderas anarquistas, «Sangre y muerte a quienes provocan sangre y muerte» son su grito de armas. Sin un nuevo orden que consolidar, el hacer de la nueva generación es continuar con el hacer de la anterior. Justifican su apatía con el pretexto de estar continuando con el hacer de la generación anterior. La pregunta sin contestar es si realmente ese hacer desemboca en una mejor vida.

El problema para quien busca sangre, es que la encuentra; el problema para quienes no apoyamos esos actos, es que uno, aunque no esté de acuerdo con ellos, entiende la indignación –no con ello debe justificarla. Quizá para muchos de nosotros el único hacer posible sea «aceptar el sufrimiento y la muerte para no traicionar la condición humana», aceptando el sufrimiento y la muerte como una acción y no como resignación.