Da gusto decir que este blog cumple años. Son seis, aunque por alguna causa tengo la impresión de que es más importante el cumpleaños que la cantidad. Con los festejos del paso del tiempo recordamos los inicios, nos hacemos además hincapié del presente, y extendemos las manos intentando asir la continuidad de ambas cosas. Hay quienes hacen gran alboroto en sus aniversarios, quienes no quieren ni mencionar la fecha y, por supuesto, los que están en medio; pero cuando tratamos como especiales estos días solemos recordar en voz alta, porque es desde la memoria de donde tomamos nuestra perspectiva y nos complacemos compartiéndola. Es tan habitual contar los años que seguro cuando empezamos a hablar ya teníamos alguna vaga noción de qué es una fiesta de cumpleaños: se reúnen los familiares y los queridos (o esperados) para disfrutar y mostrar que disfrutan al cumpleañero. Aunque el festejado ya se sepa querido, es importante volver a decirlo. A veces, claro, hay quienes asisten sin participar más que en la diversión, y entonces los motivos de los convidados no se sincronizan con el ritmo de la ceremonia. Esto es inevitable. Pero aunque no sea raro «festejar» fuera de tiempo, eso es fácil de decir; más difícil es tratar de hablar bien de qué hacen los que sí pretenden consagrar el hito.
Y es que somos muy sensibles al tiempo. Mientras vamos viviendo más nos vamos dando cuenta de que los ratos se acortan, los días se empequeñecen, las memorias lejanas se ahondan, las épocas se dilatan. Podríamos decir que somos nosotros quienes se alargan. De niños la extensión del tiempo nos asombra y, seguramente más de cien veces, nos aburre. Nada de los adultos que hablan del tiempo suena verdadero, el año nuevo tarda muchísimo en llegar y la gente grande se nos figura por completo otro género de ser humano al nuestro. Los padres, en cambio, pueden haber vivido tres veces ya los quince años que en los ojos de su hijo son todo lo que ha habido, cuando cree que ha descubierto qué está bien y qué está mal en el mundo entero. Pero aunque el año sea diferente ante diferentes ojos cada vez, nos damos el tiempo de observarlo. Es una clase de calma jovial en la que tomamos distancia del continuo flujo de las cosas, y tratamos de entenderlas mejor enmarcándolas en la imaginación. Así como no podemos mirar la nueva primavera sin pensarla como una vuelta al inicio después de un final, sin saber que para nosotros significa también la memoria de la primavera anterior y quizá de muchas otras, así también decimos que el cumpleaños marca un ciclo. Y vamos a tiempo, en consonancia con los que nos acompañan, contemplando quiénes creemos que somos y qué pensamos que hemos hecho. Cuando acercamos a nosotros a aquellos con quienes queremos convivir celebramos esa comunidad, en la que juntos tratamos de ver el paso de las cosas. Con la memoria se comparte también el tiempo: juntos nos marcamos el paso. Cada quien tiene su pulso, pero celebramos con el aniversario la coincidencia, y con fortuna, un buen ritmo.
Lo que nuestra banda ha hecho aquí ha sido hablar, y es un buen día para tratar de ver cómo. La confianza en la posibilidad de hablar, el intento de hablar bien, el deseo de hacer comunidad con la voz, desde el principio han sido la fuente de estos seis años de letras. Y aún uno podría preguntar: si ya se ha dicho tanto sobre esto, ¿requerimos seguir diciéndolo? Es como si la novedad, la originalidad y demás objetivos progresistas en este sitio nos tuvieran despreocupados. Puede ser, pero eso no cambia nada. Para el cumpleañero, ninguna de estas cosas tiene mucha importancia tampoco. Éstas más bien son las metas de quien juzga, o bien que ya todo está resuelto y que lo que resta es puro ininterrumpido placer; o bien que nada puede resolverse, y que lo mejor sería no haber nacido. Un aniversario no significa nada para quien se cree inmortal ni para quien no cree ni en su propia vida. También es cierto, además, que se engaña quien supone que lo que vuelve a ser dicho tiene un solo sentido: en el énfasis hay un significado, así como lo hay en el silencio, en la reserva, en la insistencia y en la exageración. La comunión entre las personas es fluida como el tiempo, y sus revelaciones pueden aparecer como nuevas perspectivas, o como que crecen y maduran, o también, dando constantes motivos para mirarse uno a sí mismo y seguir buscándose. Nuestro ritmo no tiene por qué seguir ninguna de las progresiones de la utilidad, ninguno de los ritmos que con el mercado ordenan las cosas para ser consumidas por el presuroso, el descuidado, el desatento, o el mezquino, ni ninguna percusión ensordecedora de los anhelos revolucionarios que desean mejorarlo todo cuanto antes e incrementar sin medida todo posible placer.
Por mi parte, pienso que esta banda pretende ser cuidadosa en que su contrapunto busque la belleza que hay en las cosas que están bien dichas, y en el provecho de seguir juntos compartiéndolas. Eso es lo que hace de este esfuerzo algo más que ejercicio. Puede ser que en esta persecución celebremos nuestra dignidad. Lo bello es difícil, entre otras cosas, porque somos imperfectos, incompletos, mortales, y cada año la profundidad de lo que hemos hecho subraya lo que no hemos entendido, lo que hubiera podido ser mucho mejor, o simplemente, lo que queremos. Pero en esto no hay ningún desaliento, porque es esa misma condición la que, maravillosamente, resalta también cuánto vale el esfuerzo por mejorarse uno mismo. Al diverso traqueteo de nuestra banda se le dificulta lo bello que es alcanzar hablar lo más dignamente posible de quiénes somos; pero me anima que esta dificultad sea de por sí tan bella. Lo he escrito muchas veces, y sin reparo lo hago de nuevo: es mucho mejor la confianza en la palabra sobre lo más valioso, aun si toda posibilidad humana nos tentara a cejar, que la admisión de la desesperanza. Tal vez nunca sabremos si alguna vez ha vivido alguien que sea verdaderamente sabio; y sin embargo, es mucho mejor pensar que sí, e intentar aprender. Los alrededores suelen ser (y probablemente siempre han sido) confusos y desincronizados; pero esto no es motivo para perder el tiempo. Hemos visto a muchos venir a compartir con nosotros la voz del blog, irse por una grandísima diversidad de motivos, y también a algunos cuantos volver. Este año nuestra harmonía aumenta de nuevo, se enriquecen las voces, y con el ciclo marcamos que una vuelta sigue siendo la continuidad de un esfuerzo, seguramente nunca plenamente realizado, de encontrar esta esperanza en la posibilidad de ver lo más humano. Celebramos, pues, con mucho gusto un cumpleaños más. Ojalá que mirando el ciclo repetirse veamos cuánto ha habido de digno en el esfuerzo que emprendimos por hallar las poquitas pistas que este mundo, y quienes son cercanos a nosotros, nos dieran para pensar que, en efecto, la vida digna es posible.