Cuento de terror

Avanzaba y avanzaba. Todo el tiempo siempre igual, con la mira al frente, y sin meditar mucho sus pasos pues no debía quedarse atrás. Su reloj era su guía y nunca podía voltear. Avanzaba y progresaba, entre una monstruosa y espesa niebla que su vista le nublaba. Siempre al frente avanzaba, pero jamás miró el final.
Y es que no es de sorprender que todo fuera caminar, casi siempre dando vueltas porque no tenía donde llegar.
Maigo.