LAS PALABRAS EXTRAORDINARIAS

LAS PALABRAS EXTRAORDINARIAS

Hagamos un trato. No un contrato, pues éstos atentan contra las buenas costumbres. En un trato tú eres tú, y yo soy  yo: personas ordinarias y comunes, por cierto, ¿te has dado cuenta de cómo siempre estamos intentando salir de lo ordinario, de lo común, para que desde lo alto de nuestra montaña se nos reconozca nuestra salida del cementerio (lugar en donde todos están a ras de suelo)?

     Los que allá arriba se encuentran hacen contratos sin verse las caras, pues se creen tan iguales que sería una lástima advertir en el rostro del otro una desemejanza, ‘¡qué horror!’, pensará alguno: si denuncio su desigualdad, me revocarán todos mis derechos. Se calla para seguir iguales. Todos tienen derecho a llegar hasta su montaña, y acondicionarla según lo estipulado. Para gritar con una sola voz: es nuestro trabajo.

     Pero no es sólo eso lo convenido: las palabras también deben cambiar para que no se vea la desigualdad entre los hombres extraordinarios, las palabras también tienen la obligación de ser extraordinarias, y sólo se puede lograr esto sembrándolas en la tierra fértil que cada montaña se ha propiciado, así, cada vez que haya un nuevo congreso, se podrán presentar los logros obtenidos en el campo de cada uno, evidentemente sin la soberbia de creerse mejor que el otro pues su producto es tan bueno como el mío, por lo que ambos merecen el reconocimiento de todos, una vez hecho esto, la comunidad puede guardarse en el baúl hasta nuevo aviso. Pero antes de guardar todo ¿Qué ocurre allá al fondo? ¿Ya viste? Esos dos siguen platicando de no sé qué tonterías, no, seguro es algo importante, pero no puede ser tan importante como para quebrantar los acuerdos, ¡ve y diles que el congreso ya acabó!, ¡rápido, se están alejando!

     ¿Cómo que no los alcanzaste?, ¿y se dirigían a la capilla del cementerio hablando lengua muerta?, ¡pues qué soberbios!, seguro se han dejado seducir por la erudición, no valen la pena. ¿Y estás seguro de que lo que escuchaste fue?: Hagamos un trato. No un contrato… ¿el trato es tratarnos?

Javel