Sensacionales nalgadas

Sensacionales nalgadas

Apenas hay una semana en que los medios, y no sólo los sensacionalistas, no reduzcan la atención a algunas palabras del Papa, y casi no encuentro alguna en que no atiendan denodadamente a las reacciones que dichas palabras han generado, a pesar de no ser sensacionales. El Papa les causa un interés, digamos, peculiar, cuando no más bien pecuniario; hablando de él confunden, digámoslo, lo fiduciario con lo fidedigno; criticándolo pecan, y no es exageración aunque sí en ellos fanatismo, de sensacionalismo, cuando no de sentimentalismo. Se interesan por el Papa como alucinógeno, para decirlo en breve.

Si el Papa dice que un insulto respecto de su madre puede ocasionar un puñetazo, los progres levantan el puño airados y denuncian a un violento machista que, ¡por la Virgen!, no sabe lo que puede sufrir una mujer y, todavía peor, que justifica como natural la violencia brutal que todos sabemos cultural. Si el Papa afirma que ser católico no es reproducirse como conejo, los progres brincan enardecidos a denunciar la violación de los derechos reproductivos y mascullan deméritos a un despreciador de la familia. Si el Papa, como hizo esta semana, dice que en ocasiones es adecuado dar una nalgada a los niños, los progres se anadean pueriles denunciando la reivindicación de la violencia, la apología del abuso infantil (de los adultos, no de los niños) y la malicia evidente del autoritario que desde la fuerza busca el orden. Son maliciosos, en fin, para buscarle malicia al Papa.

Me parece que esos progres que sensacionalizan con las palabras del Papa nunca fueron suficientemente nalgueados; o al menos no para castigarlos. Hacen decir cosas tan contrarias al sentido común que terminan sólo teniendo en común el sentido contrariado. Toman la parte por el todo y todo se les deshace en partes. Toman el discurso por el rabo y terminan quedándose con razones rabonas. (Algo así, lector querido, como si hoy denunciase como cínico maquiavélico a mi amigo Cantumimbra por haber expresado aquí la frasecilla: “que alguien odie al otro por su bien”, que muy bien puede ser un subjuntivo desiderativo [la frase, no mi amigo] que mejoraría mucho como exclamación: “¡que alguien odie al otro por su bien!”; pero hoy no lo haré, no por él, sino porque la frase en ningún sentido sería mejor, a no ser como exageración –pero mi amigo no es tan exagerado).

El Papa contó que oyó decir a un padre de familia que a veces daba un par de nalgadas a su hijo con afán de corregirlo, pero que nunca lo hacía en el rostro, ni mucho menos para humillarlo, sino solamente con afán de corregirlo. El Papa consideró que el padre de familia no sólo conservaba un sentido correcto de la dignidad, sino que castigaba correctamente y en su justa medida. “Un buen padre sabe esperar y conoce cómo perdonar desde el fondo de su corazón. Claro que puede disciplinar con mano firme: no es débil, sumiso, sentimental. Este padre sabe cómo disciplinar sin humillar, sabe cómo proteger sin restringir”, dijo Francisco. Sus críticos, en cambio, vieron humillación desde su afán de humillar: al Papa, por su sentido común; a los padres, por su vocación de disciplina; y al niño, por su vulnerabilidad sentimental. Si el Papa habla de un buen padre, los críticos le niegan ese conocimiento porque suponen que un católico es quien menos sabe sobre cómo debe tratar un padre a su hijo. Si el Papa habla de saber esperar, los críticos le niegan la sabiduría porque suponen que un católico nada sabe de la esperanza. Y por supuesto que no le perdonan hablar del perdón al Papa, que eso es demasiada debilidad, sumisión y sentimentalismo para un mundo tan realista como el que debemos vivir. Para los progres, el sentido común de Francisco es idealista, porque lo realista es el sinsentido. ¿No es ese el sensacionalismo de los resentidos?

Námaste Heptákis

Garita. Dicen que si no va en la lista de pluris de los amarillos, irá en la de los naranjas. Si va con los naranjas, se rompe su negociación con los azules. Si va con los amarillos, se rompe con los morenos. Si no rompe con los morenos, no lo apoyarán los turquesas. No halla manera de sumar tres, aunque por cualquier lado puede restar cuatro. Pero Marcelo tiene un as bajo la manga… (te lo digo, lector, en unas semanas).

Escenas del terruño. ¿Alguien dijo que una verdad histórica reconcilia? La reconciliación no saldrá de la PGR, así como tampoco de los que inculpan al Estado o señalan –sin pruebas- al ejército. La reconciliación sólo puede salir del duelo; aunque los irreconciliables no entiendan la doble acepción del duelo.

Coletilla. “Si los padres de cada generación siempre, o a menudo, supieran lo que ocurre en realidad en los colegios de sus hijos, la historia de la educación sería muy distinta”. C. S. Lewis