Castillos de arena en el mar

He oído a varias personas decir que las relaciones de pareja son cosa de acuerdos, que las relaciones amorosas funcionan bien si ambos se encuentran de acuerdo, que uno puede tener otras parejas si está dentro del acuerdo inicial. En pocas palabras, como la frase que en estos días se ha puesto de moda “para qué me invitan si ya saben cómo soy”.

Ha sido tan paulatino el cambio y populista el discurso del crecimiento personal, que se ocultó en la aceptación de este discurso al tomarlo como modelo de vida el daño que nos ha hecho el crecimiento personal: lo vacío que nos ha dejado “crecer como personas”, el mal que nos ha hecho la endeble interpretación común de la democracia, como mera suma de votos, y la mala adaptación de ella a las relaciones íntimas. Ha ganado terreno la rotunda confianza en estar bien uno consigo mismo para estar bien con los demás. Muchos creen que las relaciones de pareja consisten en dos que votan por los mismos intereses, pero fracasa cuando los dos votan por su crecimiento personal.

Muchos “expertos” hablan hoy en día de estos temas, pero no he escuchado a ninguno que los tome con seriedad: simplista y eruditamente encuentran su límite en las estadísticas y en estudios encabronadamente científicos. Se nubla más el panorama con la confianza absoluta en la ciencia. Dice mi padre, «la vida de catálogo»: vivir según los “expertos”.

Tanto crecimiento personal nos ha dejado varados en el mar, cada uno en su barquita y yendo hacia ninguna parte; sin percatarse que en el mar no se cimbra nada, no se construye nada, porque hay suelo firme donde comenzar a construir y el agua mata de sed. Es hace castillos de arena en el mar.

¿Crecimiento personal? El principio del crecimiento personal, valga la redundancia, es crecer como personas. Pero no es claro en qué consiste ser persona, como tampoco lo es en que consiste crecer. Para muchos, el crecimiento es ser mejores, pero tampoco es claro en qué consiste esa mejora. Si me preguntan a mí, es mera vanidad de vanidades: consiste en ser mejor que el otro.

Las relaciones de pareja nos piden una renuncia, y esta renuncia es al crecimiento personal. Amar a alguien nos exige de alguna manera a renunciar a nosotros mismos para entregarnos en el otro; mas, la sociedad en estos días, nos exige renunciar al otro. Hasta donde veo, el principal problema de la vida entre parejas es la poca disposición a renunciar a sí mismo, a renunciar al crecimiento personal. De ahí lo necesario que es hacer un contrato para estorbarse al intentar cada uno lograr sus fines. Lo malo con estos fines es que la mayoría de las veces son lograr cierta estabilidad económica que garantice los caprichos pasionales y el libertinaje que de ellos viene. Sin darse cuenta, el crecimiento personal los limita como personas, pues lo que nos hace personas es la acción dentro de una comunidad, lo propiamente humano, lo que hace la diferencia entre animales políticos y animales gregarios (la diferencia entre los hombres en sus ciudades y las abejas en sus colmenas).

Me gusta decir que no es lo mismo tener la misma finalidad a tener un fin común. Veo necesario replantear la vida en pareja desde proposición. Actualmente el supuesto común de cómo vivir la vida de pareja halla estrecha relación con la mistad. Es importante decirlo, ninguna amistad se funda en un acuerdo, sino en la acción el amor. La diferencia entre la relación pareja y la amistad es que esta última tiene como finalidad el cuidado de la amistad misma y la primera el cuidado de la familia, que es el resultado del cuidado de la relación. Ambas exigen renuncia de uno mismo, ambas exigen renunciar, de alguna manera u otra, a los deseos personales por el cuidado del otro y el cuidado de sí mismo. El supuesto es que tanto el amigo como la pareja nos hacen hombres de bien. Lo cual no sucede con un contrato: entre criminales pueden pactar no hacerse daño, pero eso no los hace mejores; en pareja se pueden acordar que ambos pueden tener varias parejas, sean sexuales o no, y acordar que eso no los lastimará ni creará conflicto entre ellos, incluso pueden otorgarse el permiso, mientras el otro no se entere, y en casos raros, otorgarse el permiso mientras se cuenten todo, pero eso no los hace mejores. En ambos casos se protege el crecimiento personal y se descuida al otro; pretenden no dañarse, mas evitar el daño no es cuidado del otro.

Cuando dicen que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, lo que no se dice, pero se deja ver, es el cuidado de la pareja, lo necesario que son ambos para ser mejores. Si algo nos hace mejores personas es el cuidado del otro y la renuncia del mí mismo ante el nosotros, que tiene como fin la vida en comunidad.