El banquete literario

Muchas veces celebramos por medio de un banquete. Con algún motivo especial el anfitrión reúne una amplia variedad de alimentos para convivir con sus invitados. Se prepara la mesa y la comida adereza de la conversación. De modo análogo ocurre con otros festejos. Por ejemplo, para los lectores se organizan ferias de libro. Cada año miles de lectores son convocados para acercarse a las editoriales, éstas alistan sus productos y dan a conocerse a aquéllos. Asimismo se organiza un programa cultural que sirva como punto de encuentro para ellos mismos y los autores (conferencias, presentaciones de libros, etc.). No es difícil ver, entonces, que la fiesta está dedicada al libro.

Para las editoriales la feria es una extensión de las librerías. Algunas veces (en realidad muy pocas) ofrecen descuentos a sus mercancías, otras veces acuden para presentar en sociedad a sus nuevos retoños. Al final de cuentas, la feria es una gran oportunidad para seguir sustentándose. Si tal vez la economía no las ha favorecido en el último año, en un par de semanas pueden reponerse. El éxito en la asistencia de las editoriales se refleja en las posibles ventas cercanas o lejanas (cuando sus retoños ya hayan crecido). Podemos suponer que ocurre de igual modo con la digitalización. Los entusiastas de la manzanita alegan que el libro digital se libra del duro peso del papel: son amistosos con el medio ambiente y facilitan la accesibilidad a los lectores. Sin embargo, siendo un poquito más sinceros, ¿no será que la digitalización nos ahorra el papel y la distribución de los libros?

Las editoriales son una empresa más y el dinero es crucial para ellas. Siempre tendrán mayor preferencia por el retoño que traiga más dinero a la casa. Lo dañino está cuando esa preferencia termine por relegar en el olvido al resto de los hijos. Alguna vez un amigo mío me dijo que los best sellers eran necesarios, en un país con pocos lectores traen el alimento necesario a la familia. No obstante el problema aparece cuando las ventas se vuelven el criterio de publicación. La grandeza de los best sellers puede acabar aplastando a los libros más modestos (entre los cuales puede haber algunos muy buenos). Ese criterio puede que no sea exclusivo de las editoriales, incluso otros socios comerciales se involucran en dicha lógica. Leer diariamente 20 minutos es una medida lenta para evitar que Pepe y Toño de los libros desaparezcan.

Aparentemente esto resulta un triunfo para la comunidad de lectores, sin embargo no es así. Cabe pensar que el origen de los cultos se encuentra en este hecho. Quien lea más obras se erige frente a otro, el culto deslumbra al iniciado en la lectura. El supuesto triunfo para la comunidad es una derrota, el grupo de lectores termina por desintegrarse. De este modo el libro se vuelve cualquier adorno, la feria puede correr en la misma vertiente. Aunque los banquetes propician compartir el pan y saborearlo del mejor modo, en ocasiones acaban por atragantarnos.

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