Lejos de casa
Desde hace algún tiempo al hombre se le obliga a salir de su comunidad para alcanzar la felicidad en lugares llamados Universidades. Así, todo hombre que ambicione ser feliz deberá desde muy pequeño ir construyendo el camino que lo lleve a la cumbre del éxito universitario. El camino, por lo regular comienza muy cerca de casa, en la primaria local, donde compartirá salón con sus vecinos o con algún primo, o con ambos, éste, podríamos decir, es el comienzo del alejamiento de la comunidad, en donde, por el momento, no se puede ser feliz.
Ya que se dio el primer paso, lo que sigue es avanzar con el mayor esfuerzo hasta la secundaría, lugar en donde se comienza a probar el temple de la mayoría, pues aquí se irán quedando algunos por falta de ambición, o por distraerse un poco en las garras del vicio, ya sea alcohol, o alguna relación que dejará frutos, sin embargo, su abandono al proyecto de felicidad es necesario, pues ¿quién sino ellos en su decadencia e infelicidad mostrará a las siguientes generaciones el peligro de quedarse en el pueblo sin ser feliz, o universitario?, esos viejos amargados por la ambición inconclusa serán parte importante para las generaciones venideras. Mientras tanto, el que sigue avanzando, (alejándose de los suyos, que comienzan a parecer otros) comienza a ver que sólo puede hablar plenamente con aquellos que siguen a su lado en este camino.
La preparatoria es, como su nombre lo indica, el lugar en que se dispone la última pieza para que ninguno de los que hasta ahí llegaron se retiré fácilmente, es aquí donde recibirán los ejemplos de vida a los que deben llegar saliendo de ahí, los profesores que les imparten clases llenan sus imaginaciones de historias en las que “si no hubieran estudiado una carreara universitaria, no habrían sabido que hacer.” Es cierto que aquí también desertan algunos, pero al menos llevan ya la satisfacción de haber estado tan cerca de la felicidad que cuando regresan a su comunidad cumplen el papel de cuentistas, llenando el pecho de los niños con ilusiones en las que narran lo que han vivido al ser casi felices. La ambición de éstos está ahogada en fantasías. Así, llegan al pináculo del saber unos cuentos, que resultan ser miles de ambicionarios.
De la universidad jamás se van los que llegan, si bien se retrasan el tiempo que sea necesario, persisten hasta alcanzar la felicidad. Así, cuando por fin terminan, deciden ya no regresar a su lugar de origen, pues ya no hay con quién platicar, por un lado, y nadie aprecia más su lenguaje que sus compañeros, por otro lado. El que sí regresa prefiere encerrarse en su casa para que no le cuenten lo que ya sabe. Caso extraño es del que avanzando en el camino jamás se alejó, tratando de acercarse él y a sus amigos a un trabajo comunitario, pero por lo regular estos hombres traicionan la visión universitaria: sólo se puede ser feliz en una ciudad de universitarios. Cosa extraña es que el que no se alejó reconozca, también, que sólo ahí se puede pensar en estos problemas, o encontrar a alguien que te ayude a pensarlos.
Javel