Las campanas se preparan, el sábado han de repicar; los maderos son talados, el viernes se elevarán; muchos panes son horneados, mañana se comerán. En algunas horas Jueves, Viernes y Sábado Santos se celebrarán.
Hay quien habla de la fiesta, de ayunos y de oración; hay quien habla de descanso, comilonas y excesos primaverales motivados por la pasión. Pero estas no son las únicas voces que cantan en el coro, el mundo no se divide entre impíos y piadosos, también hablan los críticos y escriben sin cesar, hablan de hipocresía e invitan a reflexionar.
Estas voces tan gritonas también hablan de revolución, cambian la piedad y la misericordia por burlas contra la oración, pretenden trasformar el mundo anunciando los horrores que lo dominan y culpando a quienes, a diferencia de ellos, no siguen a Jesús repartiendo pan y multiplicando la comida. Quienes ven en Jesucristo el cambio para una nación, olvidan que la sangre derramada en el Calvario sería un sacramento que alegra el corazón; que el pan convertido en carne y el vino trasformado en sangre traerían la salvación para quien sirve al prójimo sin acusar, y para quien actúa después de orar, y juzgar primero lo que hay en el propio corazón.
Mañana es Jueves Santo y las campanas se preparan, invitan al silencio y a levantar la mirada, nos dicen que veamos a Jesús sirviendo a sus iguales, dando consuelo en el suplicio y salvando nuestras almas con el perdón; las campanas nos invitan a ser sordos al escándalo de este mundo y nos piden abrir los ojos ante la misericordia de Dios.
Maigo