El hombre triste
A tus ochenta y un años.
A cada desgracia propia o ajena mostraba una burlona mueca, dando a entender que el mal podía ser vencido con la humillación, así como que lo único risible era esto. Este hombre a todo le encontraba un motivo de burla, jamás sonrió ante un suceso bueno –a pesar de que sí los reconocía–, lo más que llegaba a mostrar era una risa fingida, pues nunca experimentó gozo en estos asuntos, como si para él no fueran verdaderos.
Cuando llegó el día de su muerte, lejos de encontrar anécdotas agradables, sólo se dejaban escuchar pequeños murmullos, de las pocas gentes, quejándose del difunto, diciendo que siempre fue un hombre sin compasión ante nadie: un malvado.
Javel