Un camino

Un hombre común caminaba por algún lugar. Su vista siempre al frente le impedía distinguir los lugares por los cuales pasaba; no había tiempo para permanecer en ninguno, mucho menos para voltear. ¿Los lugares por los que pasaba aquel imperturbable hombre carecían de interés?, ¿eran llanos y descoloridos? En algunos el ruido era espantoso, chillón; en otros el silencio impedía hablar, era como un lugar con un extraño pacto para ahuyentar el ruido. Pasara por donde pasara, el hombre caminaba; nunca hablaba, nunca comparaba nada, hasta parecía que nunca pensaba.

Durante su marcha, el hombre comenzó a percatarse del malestar que le producían las piedras en el suelo. No le importó; siguió caminando. Mientras avanzaba encontraba piedras mucho más grandes, tan grandes que era inevitable tropezar. Aunque tropezara a cada paso, el hombre no debía dejar de caminar. Siguió así hasta que cayó. Contempló el suelo con una sorpresa que crecía conforme captaba el dolor en su codo derecho y sus rodillas. Intentó levantarse una vez, viéndose imposibilitado por las piedras que le rodeaban; intentó levantarse una segunda ocasión, detenido por el dolor de sus miembros lastimados; al tercer intento logró levantarse, no sin cierto trabajo, usando la fuerza de su mano izquierda, su pierna menos herida y recargándose en los pocos espacios libres de piedras.

Una vez de pie, el hombre miró en derredor. Vio un desierto donde había tantas piedras como si eso fuera lo que lloviera ahí. Miró sus heridas y supo que estaba muy lastimado; la sangre en su codo le recordó su dolor. Por primera vez en su vida, aquel hombre no supo si caminar o quedarse inmóvil. Seguidamente comenzó a darle muchísima sed, sentía que su lengua se había convertido en una lagartija.

Triste, inmóvil y con sed, el hombre miró hacia el cielo. Justo en ese momento comenzó a llover. La lluvia convirtió todas las piedras en polvo y luego en lodo. El empapado hombre se alegró al ver la fuerza del agua y porque pudo satisfacer su sed en una poza. Ya sin sed y contento, continuó, lentamente y fijándose en todo lo que le rodeaba, por dónde continuaría su camino. Pero qué choque tan fuerte se dio el pobre hombre cuando se percató de que ya había pasado por todo eso, de que había caminado en un círculo.