Al filo del amanecer, emergiendo la corona solar en el horizonte, Sebastián se disponía a cumplir lo propuesto. Era un día especial, las últimas cavilaciones habían desembocado en ese momento. Incluso parecía que la misma naturaleza lo sabía: los días anteriores tuvieron un cielo cerrado, estruendoso y gris. Esa mañana, por primera vez, la luz aparecía débilmente a lo lejos, trayendo consigo un calor muy leve. Sebastián lo tomó como un buen presagio.
Faltaba poco para actuar, tuvo que detenerse unos minutos. Aprovechó éstos para revisar los últimos detalles. Acomodó el cuello de su camisa, planchó con sus palmas su cómodo chaleco de lana y revisó una vez más la sorpresita del bolsillo de su pantalón. Abría la cajita y admiraba su brillo, el resplandor era tan intenso como su ilusión. Todo debía ser perfecto, todo se trazaba de acuerdo al plan. Por unos minutos una sonrisa tímida iluminó el rostro afable del hombre, siempre lo hacía sonreír recordar la primera vez que la vio. Aquella ocasión no guardaba ninguna expectativa, por lo mismo la sorpresa fue todavía más agradable. Revisó su cartera frente al mostrador y dirigió la mirada hacia los roles o paninis. Ninguno de estos alimentos pudo atrapar su apetito, en realidad no tenía tanta hambre. Así, fue orillado a ordenar su clásico café, cumpliendo la rutina de cada par de días: un café negro con grano tostado —intenso— y sin azúcar. Al acercarse a la barista quedó paralizado quién sabe por qué. Por unos segundos su mirada contemplaba fijamente el rostro sonriente de ella. ¿Qué pudo haber sido? ¿Sus labios delgados pero coloridos con tonalidad parecida a la frambuesa? ¿Sus ojos claros como el caramelo? ¿Su palidez semejante a la crema batida? La perplejidad de Sebastián se reafirmó cuando ella lo saludó cálidamente. A veces un buenos días, cómo estás puede regocijar cualquier corazón solitario, y tiene mayor efecto si viene de una voz tan amable y dulce.
A partir de ahí su fascinación crecía conforme cada visita. De ir cada dos días, ahora intentaba hacerlo diario. En un principio esta nueva rutina cesaba los fines de semana, posteriormente hasta el Día de Descanso no podía empezar sin un café intenso. Habiéndolo mencionado, curiosamente esta cafeína iba acompañada por una carga creciente en azúcar. Su apetito exigía cada vez más estos granos dulces. Incluso en los últimos días llegó a pedir al rey blanco de las calorías del menú (bebida que anteriormente odiaba con ardor). Todas las mañanas arrancaban con este desayuno sencillo, algunas veces lo completaba con algún pastel o panecillo. Lo imprescindible era saludarla, sentirse cobijado por la cordialidad y la atención de su barista favorita. A veces producía risa inocente ver cómo Sebastián celebraba sus pequeños triunfos: que ella aprendiera su nombre, que le preguntara sobres sus clases impartidas, que escuchara con interés las aventuras de sus hijos en sus nuevos empleos, que lo tranquilizara de los caprichos de su esposa (otra curiosidad: hacia el momento inicial del relato, el marido ya estaba harto del matrimonio, el vuelo de los hijos del nido sólo acentuaba este hartazgo). En fin, toda pequeña plática, todo intercambio de palabras, era digno de estimación para Sebastián.
Nuestro hombre llegó a querer a su confidente especial, incluso sentía que ella misma tenía un cariño especial por la relación entablada. Estoy a la mitad de mi vida, merezco ser feliz de ahora en adelante. No quiero pasar mis últimos días amargándome, que mi travesía hacia la muerte sea la mejor. Para ello necesito una verdadera acompañante. Envalentonado, Sebas empacó toda su ropa y guardó sus maletas en la cajuela de su automóvil. Todo ello lo hizo a escondidas, al anochecer, cuando su mujer no podía verle. A pesar de que no era su costumbre, una osadía siempre quedaba justificada para él si traía un mejor fin. Ahora se encontraba cercano al mostrador, como el primer día, para cumplir su nuevo porvenir. Un tanto nervioso pero tratando de guardar el recato, recibió el saludo de la barista:
—Hola, Sebas, ¿cómo estás? Vienes muy guapo, ¿qué harás, misterioso?
—Favor que me haces, Dafne. Sí, justamente hoy es uno de los días más relevantes de mi vida. Esta mañana es sumamente significativa para mí. Hoy cumpliré… bueno, concretaré uno de los deseos… o, más bien— Sebastián comenzó a titubear, no pudo vencer sus nervios, durante varios segundos lanzaba palabras inconexas mientras el extrañamiento de Dafne aumentaba— No, es que, tú sabes… lo mejor será enfrentarme directamente…
Inesperadamente para todos (quienes en realidad eran los empleados del lugar) Sebastián sacó de su bolsillo la cajita carmín. La barista cubrió su boca ocultando su inhalación veloz de sorpresa… para luego soltar una risa pequeña. Cerró sus ojos y apretó los gestos de su cara tratando de contener una carcajada. Se volteó e indicó a su compañero que tomara el pedido del cliente. Así desapareció del mostrador. La vergüenza no cabía en Sebastián:
—Ehm… bueno, joven, deme un café del día grande… Intenso por favor.
El hombre maduro tomó su bebida y salió presurosamente de la cafetería. Entró a su coche y golpeó su cabeza con el volante. Su celular sonó y vio que era su esposa. Las cosas se pondrían mal, esa llamada era la vigésima que su cónyuge realizaba. Rascó su cabeza, confundido, sobreviviendo al anegamiento. Sosegándose dio un sorbo a su café. Por cierto, no le había agregado azúcar.
Bocadillo de la plaza pública. Pese a que no tuvo una relevancia central, al menos creo que merece ser señalado. Ayer el periódico Reforma publicó una nota donde se denunciaba un extraño sopor por parte del INBA. Según los implicados, a pesar de haber ganado un concurso literario, no alcanzan a ver la fecha de publicación de sus obras. En otras palabras, el premio del certamen no fue garantía para una publicación más efectiva o pronta. Eso sí, en lo que sí fue rápido el gobierno fue en la remuneración económica. El mismo medio informativo trató de contactar a la dependencia cultural, pero no tuvieron éxito. Dada la falta de respuesta, quizá podamos encontrarla en la misma presentación de la institución. Según su portal de internet, el INBA es el organismo cultural del gobierno mexicano responsable de estimular la producción artística, promover la difusión de las artes y organizar la educación artística en todo el territorio nacional (http://www.bellasartes.gob.mx/site/ConoceInba). ¿Fueron cumplidos estos objetivos? Con esta evidencia pareciese que estos concursos literarios en realidad sirven para justificar presupuesto y palomear el rubro de cultura y educación en los informes gubernamentales. Ojalá haya mayor claridad en el asunto.
Señor Carmesí