“Estaba cómoda pero me dieron ganas de ser feliz”
— Una tuitera en su estado de tuiter
Hoy, lector, igual que ayer, como siempre, desperté bien calentito en mi cama. La diferencia es que en esta ocasión vengo a decir que ya estoy harto, me he dado cuenta, gracias a la atinada observación que hizo mi psicólogo: “te niegas a salir de tu zona de confort”. ¿Por qué un hombre como yo, guapo, carismático, inteligente y sagaz visita a un psicólogo? Se preguntará usté después de leer estas líneas, y lo hará con justa razón, porque esos párrocos de la nueva religión, han sustituido a lo que otrora fuesen fieles leprosos en el cristianismo, por feos, introvertidos, zonzos y brutos hombres modernos. Si usted piensa eso, como yo lo hice antes de convertirme en cuerpo y alma a la Nueva Verdad libre de estulticia, entonces usté necesita un psicólogo, si usté no está visitando a uno, mejor para mí, porque eso quiere decir que habrá más para los que sí queremos superarnos, para los que buscamos mejorarnos cada día y queremos crecer en nuestras “áreas de oportunidad”. Si usté no sabe cuál es la suya, entonces en eso ya le llevo ventaja. La gorda que tenía hinchadas las encías a tal punto que hacía ver sus dientes como si fueran de leche, me señaló que mi área de oportunidad es mi temperamento, bueno, dijo “actitud”, pero no es su culpa no saber distinguir una de otra (está en su área de confort y ahí la voy a dejar), no se le puede pedir mucho a las responsables de los recursos humanos de las empresas grandes; bueno, según esta mujer que no sabe andar en tacones y siempre lleva el mismo peinado, dijo que me enojo con facilidad y que trabajar en mi “actitud” es mi área de oportunidad. Por supuesto yo no le iba a devolver el favor, lo caido caido, si ella quiere hacerme crecer personal, espiritual y emocionalmente señalándome mis áreas de oportunidad, ¿quién soy yo para no aceptar tal regalo? Ah, pero eso sí, que no espere que le pague con la misma moneda. Yo no quiero que ella crezca, no quiero que sepa lo desagradable que es su risa, lo asquerosas que se le ven sus encías llenas de masilla, ni lo abultada que le hace ver su gorda cara con su peinado. Como sea, entre menos burros más olotes, así que usté, lector, no vaya a un psicólogo, no queremos gente triunfadora en este nuevo mundo que forjamos en la nueva religión. Bueno, sí queremos, pero que no sean todos, solo los que estamos dispuestos a llegar a la perfección del desarrollo humano y por lo tanto vamos un psicólogo.
Yo, como buen apóstol recién convertido, he decidido tomarme las cosas en serio, porque yo no soy un timorato pusilánime que apuesta a medias en una mano ganadora, voy a vivir la vida que me llevará a conocer el éxito y a ser la mejor persona que puedo ser. Ya no quiero mirarme al espejo todos los días y estar en disgusto conmigo mismo sabiendo que puedo ser mejor que ese cadáver reflejado en el cristal. Es por eso que hoy, después de levantarme de mi cama caliente y suavecita, he decidido salir de mi zona de confort, comencé por mi cama, la puse en venta en la banqueta de mi casa a un precio que va a hacer que vuele. Después seguiré con mis ropas, mis pants, mis bluyines, mis camisas y mis pantuflas. Solo guardaré un traje para buscar empleo, un empleo que me haga sentir lo que de verdad soy, que me permita trabajar sobre mi “actitud” y que me deje crecer como persona. Voy a ser vendedor, porque cualquier otro quehacer solo me limitará en mis ganancias, en el tiempo invertido y en las metas que me propongo. Voy a vender cualquier cosa, comenzaré por mi cama y mis ropas para tener un nuevo comienzo, después venderé rocas, si puedo vender aunque sea una, ¿qué cosa no podría vender? No siga mi ejemplo, lector, en el nuevo mundo que queremos lograr, queremos que la gente como nosotros sea la menor, no queremos que usted crezca a través de este camino lleno de cardos y chumberas, no, nosotros, los que creceremos tanto que no cabremos en nuestros departamentos del Infonavit, vamos a necesitar un techo mucho más alto y a gente que guste de estar en su zona de confort para que atienda nuestras necesidades. El siguiente paso en mi plan de autosuperación, de desarrollo humano, de crecimiento personal, es invertir todo mi dinero a plazo fijo a unos veinte años en el banco que me dé más intereses, de ese modo no lo despilfarraré en comida, vicios y distracciones que me hagan tropezar en mi ya de por sí difícil camino. Esta noche dormiré en la calle, si no me siento muy fuerte, tal vez me quede en la banca de un parque público, eso ya es demasiado confort, pero confío en que con el paso del tiempo el suelo me parezca más placentero gracias a la fuerza del hábito.
Cuando dije que todo mi dinero irá a una cuenta de banco es porque así será, y ya sé que usté, como buen hombre comodino y sin ganas de superarse, pondrá trabas y pretextos para no crecer, porque tiene miedo y el miedo es de los débiles, de los que no quieren triunfar y conocer lo que es el éxito. Me dirá con un aire superior, soberbio e ingenuo, ¿y si va a poner todo su dinero en el banco, con qué va a comer? La respuesta a ese “impedimento” u “obstáculo” que a usté le parece tan de primera importancia, es muy sencilla: hay un montón de árboles frutales en la ciudad, sin problema puedo ir recogiendo uno que otro fruto que me mantenga sano y fuerte porque eso es lo que mejor hacen las frutas y las verduras: mantenernos sanos y alejar a la enfermedad. ¿O me va a decir que nuestros antepasados comían sopas instantáneas en sus microondas de las cavernas? Me va a decir, también, que los árboles frutales no son tantos como yo creo y que tendré que caminar largas distancias entre uno y otro para hacerme de una manzana, o de una pera, o de un durazno, o de un limón. Bueno, pues déjeme decirle que la vida es dura, y que uno tiene que hacer lo necesario para comer, que caminar largas distancias es bueno para la salud del hombre y que ayudará a reducir mi colesterol. Caminando largas distancias fue como se pobló América precolombina, y nuestros antepasados aztecas eran los seres humanos más chingones del mundo, ¿por qué eso sería una mala cosa? Ya sé que como usted es muy inteligente y busca ante todo autosabotearse, me va a decir ahora que eventualmente mis zapatos se van a desgastar y a romper, que tendré que sacar de mi inversión a largo plazo para comprarme unos nuevos. Déjeme decirle que sigue equivocado y buscando pretextos para no crecer, porque eso ya lo tengo previsto yo, y espero cuanto antes que mis zapatos se desgasten para que mis pies empiecen a salir de su zona de confort, están mal acostumbrados y no han desarrollado los cayos suficientes como para no necesitar calzado. Yo no quiero vivir así, no quiero estar dependiendo de artefactos que solo me limitan en cuerpo y espíritu. También sé que con el tiempo comenzaré a oler mal (porque los baños y los perfumes son reconfortantes y como bien dice mi psicólogo: “el confort solo es un grillete que nos mantiene pegados al suelo”), y la gente me mirará con disgusto. Por supuesto, eso será envidia, y no necesito envidiosos en mi vida, si alguien se atreviera a regalarme un pan, mismo que le regresaré de un escupitajo. Yo no soy un pordiosero, soy un ganador y no voy a permitir que me miren hacia abajo seres pusilánimes que no se atreven a salir de su zona de confort.
He previsto, que ese día llegará sin falta, y de verdad lo espero con ansias porque será la señal de que voy por el buen camino, el camino del metahumano*. Cuando los envidiosos comiencen a verme distinto, cuando huyan de la amenaza que mi éxito les representa, entonces yo haré algo en lo que otros han fallado: me alejaré de ellos, porque lo más seguro es que puedan aprender de mi experiencia, y no, querido lector, como le dije desde un principio, somos pocos los elegidos, los que nos atrevemos a salir de la zona de confort. Saldré a la carretera, al campo, tal vez a la montaña, allá habrá más árboles frutales y podré compensar mi dieta con algunas hierbas y raíces, ya la experiencia me ayudará a discernir entre las venenosas y las saludables. Tendré la ventaja de convivir con los animales, aprenderé a cazarlos. No viviré cobardemente como usté que se gana el pan sentado en una oficina rodeado de lujos como el interné, ropa, calzado, techo, calefacción, o un sillón cómodo. Todo eso lo pervierte a usté, lo limita y lo hace no desear salir jamás de su zona de confort, como si fuese usté un lánguido remedo de Ulises. Aprenderé a domar el calor, a saborear la lluvia nocturna, y a dormir en los brazos del padre Invierno. ¿Quién necesita dormir ocho horas? Eso es lujo y comodidad. Una vez alejado de la ciudad, podré yo, desarrollarme en mi máximo potencial, tendré que estar alerta para sobrevivir día y noche como la naturaleza espera que estemos, como se supone que debemos vivir: alejados de la mayor zona de confort jamás inventada (eso a lo que llaman ciudad los maricas llamados intelectuales). Aprenderé a superar en astucia a los animales salvajes, para después comerlos crudos, porque el fuego es el más viejo de los lujos y yo mismo soy evidencia de que el hombre pudo vivir sin él desde hace mucho tiempo. Ejercitaré mi cuerpo con la áspera piedra de la necesidad y superaré, también, a ese montón de gordas con encías hinchadas que no temen hacer hombres mejores que ellas. Viviré así veinte años, en lo que el banco se encarga de empollar mis beneficios, después volveré a utilizar mis rendimientos, los reclamaré y los heredaré a los hijos que haya tenido a lo largo de este tiempo (porque es evidente que yo no lo necesitaré más), para que ellos puedan gozar de una zona de confort en lo que el tiempo los hace sumarse al despertar, a la búsqueda del éxito o los hace morir en el intento.
No deje que mi texto lo incomode, lector, mi intención no es hacerle el favor de sacarlo de su zona de confort, ni de mostrarle sus “áreas de oportunidad”. Mi intención es dejar un testimonio de esta nueva religión: la psicología (como lo dejaron los apóstoles de Cristo, yo sé que le incomoda que me compare con aquellos santos, que en su momento, fueron llamados locos < aunque a decir verdad quién sabe si estaban locos, no había psicología entonces como para dar un certificado sobre eso>, y que su almita cristiana, seguramente me está condenando en estos momentos al Infierno por hereje. Déjeme decirle que si algo ha de faltar en el Infierno, eso debe ser confort y me estaría haciendo el mayor de los favores al desearme tal cosa), a los que quieran ser los mejores hombres posibles. Yo solo trazo el camino, sin esperar que alguien me siga, pero eso sí, ojo, si alguien, al igual que yo, decide salir de su zona de confort, el éxito lo estará esperando para recompensarlo en su bella y reluciente cama de navajas y vidrios.