¿Han advertido que va en decremento las mesas redondas? No trato de referirme a los eventos académicos o políticos donde los integrantes debaten acerca de un tema. Por lo menos en las universidades privadas prolifera cada vez más el ejercicio crítico. En realidad quería señalar algo mucho más simple: misteriosamente van desapareciendo las mesas circulares en los sitios para comer.
En nuestros días se va haciendo menos frecuente encontrarse con una mesa donde los asistentes puedan reunirse cómodamente en torno a lo que saciará su apetito. En ocasiones esta circunferencia llega a ser improvisada y las personas se aglomeran constriñendo como boa a la mesa. Sin embargo nunca falta el incómodo relegado a una esquina y, junto con sus platos, mantiene una lucha por el espacio. Peor aún si los involucrados son varios: deciden juntar las mesas y dos o cuatro terminan desterrados de la convivencia general.
Puede parecer una exageración o una insignificancia este hecho. Varios comensales ni lo advierten ni se alarman, sea cuadrada o redonda la mesa las personas continúan nutriéndose o deleitándose con los alimentos servidos. Unos con dicho propósito saben que lo importante llega con el mesero, por lo mismo entre los cambios de platillo puede revisar sus periódicos, redes sociales o, incluso, seguir con su pasatiempo preferido. A veces esta idea se encuentra tan firmemente alojada en los comensales que no importa si tienen compañía, a lo que se dedican es a devorar el pan.
Tal vez la solución resida en los bares. Como distracción a la semana de ajetreo, los asistentes hacen las llamadas necesarias para reunirse allegados queridos. Los días calurosos y fatigosos se resarcen con la efervescencia fría del alcohol. Y sí, acontecen risas, palabras y desvergüenzas en torno a una mesita circular. A pesar de ello, otras circunstancias del lugar alteran esta aparente convivencia. El alcohol se derrama a raudales deshaciendo las palabras, sus restos son los balbuceos de madrugada. Todavía la situación puede complicarse con la añadidura del ruido, la estridencia desgasta los intentos por conversar. Así, la supuesta música ambiental termina por volver árido el ambiente. Cabe recordar una anécdota que alguna vez me relataron. En una fiesta de cumpleaños, pasadas varias horas, muchos invitados estaban tan ebrios que eran víctimas de una euforia tremenda. El escándalo era seguro, risas y gritos que incluso rebasaban la música reproduciéndose. En medio de ese alboroto había un par de jovencitas reservadas que sentían extrañeza ante el espectáculo (cuando menos era claro que no estaban cómodas). Alguien se acercó a saludarlas, ellas respondieron, aunque una tuvo que levantarse para auxiliar a su hermana. Al preguntarle el nombre a la restante, ese nueva persona notó que respondía con cierta vergüenza. Parecía que la jovencita no disfrutaba su nombre, encontraba excéntrico que alguien pudiese llamarse Atenea. La nueva persona sabía algo del mundo clásico, por lo mismo se interesó en iniciar una conversación con ella. Conforme avanzaba el tiempo a la jovencita le nacía una sonrisa llena de sorpresa y una que otra vez se animó a realizar preguntas. Todo esto fue interrumpido debido a que otros dos invitados hicieron un mal intercambio de miradas y ambos se acercaron peligrosamente. Aquella conversación nunca concluyó, cada interlocutor tuvo que tomar su camino ante la petición por abandonar la casa. Imagen paradigmática de nuestros días.
¿Quiénes podrían ser responsables de la desaparición por las mesas susodichas? Puede que sean los carpinteros o los fabricantes, quizá resulta más caro y laborioso brindar la forma circular a la mesa. Ahora no podemos darnos el lujo por desperdiciar, y mucho menos en algo baladí. Algunos también guardan esta poca estimación por las conversaciones, afirman que no tienen ningún sentido y resultan desperdicios fonéticos. Por lo mismo las palabras parecen no tener alguna legitimidad. Quizá entre menos confiemos en nuestras conversaciones nos volvemos más escépticos e indiferentes a nuestro prójimo. De este modo los conspiracionistas no logran prender fuego a nuestros hogares, sin embargo podrían hacerlo en nosotros mismos.
Bocadillo de la plaza pública. En medio de la polémica y la indignación social, muchos esperaban las palabras del gobernador de Veracruz acerca del multihomicidio en la Narvarte. Decepcionantes.
Señor Carmesí