De dormidos y despiertos

De dormidos y despiertos

Entre los sainetes de los propagandistas de la náusea metafísica se encuentra aquella ingeniosa ocurrencia de que el hombre, ese ser consciente, no es más que un sueño de dios. Regularmente esta ocurrencia tiene el efecto de desvalorar la vida, haciéndola una extraña mezcla entre una fantasmagoría fortuita y una imprecisa veleidad. Pensar la propia vida como un sueño ajeno es suponerla una ilusión producida en la incidencia del cansancio y la noche. Pensar la propia vida tan sólo como sueño es suponerla accidentalmente buena; de lo contrario sería pesadilla. La propia vida como sueño ajeno, cuando el otro ajeno es dios, es darnos la importancia suficiente como para ser soñados: la pretensión de ser el sueño significativo de dios tiene el inevitable efecto de dar más importancia a nuestra vida en el intento de restársela. La náusea metafísica siempre es empacho de ideas.

En 1910, el poeta Alfonso Reyes dio la vuelta definitiva al sainete nauseabundo del hombre como sueño de dios. En su poema “El dios dormido” nos presenta a una linda muchacha que arrulla en sus brazos al durmiente dios del amor y a un espectador que se deleita con la escena del amor dormido en las manos de la belleza. Por tres ocasiones el espectador pide sigiloso a la muchacha “cuida no nos oiga Amor, que en sueños oír podría”, para explicar entretanto que despertando el dios del amor mientras él la contempla a ella, todo en su vida se trastocaría, todo en su vida tornaría tormenta del amor. Por tres ocasiones repite el espectador: “cuida no nos oiga Amor, que en sueños oír podría”; en ninguna habla la muchacha (sólo canta). El espectador pide que la linda muchacha siga arrullando en sus brazos al dios del amor para que al seguir dormido nada en su expectativa cambie: si la muchacha hablase, el dios del amor despertaría; si de la contemplación silenciosa la escena en diálogo trocase, el dios del amor todo lo trastocaría. El espectador quiere cuidar su contemplación silenciosa, pues va descubriendo la belleza y cayendo en el amor mientras duerme el mismísimo dios del amor. Por tres ocasiones se repite en el poema: “cuida no nos oiga Amor, que en sueños oír podría”; y el dios del amor, que sonreía, no despierta para mirar a este par de enamorados. Estamos ante un amor en el sueño de dios. El amor que contempla la belleza no requiere los arrebatos del amor para nacer, sino que requiere del delicado arrullo del amor para seguir enamorados, para que siga dormido ese aguerrido niño que es el dios del amor. El amor, en el poema, no es fatalidad, sino fruto riente del celo humano. Alfonso Reyes, durmiendo al dios del amor, nos ofrece la posibilidad del amor que cuida el sueño de dios, del amor por primera vez tan libre que hace de dios un pequeñito al que no se puede más que adorar, y del hombre un cuidadoso adorador al que en el amar le va la vida.

Quizás ese hombre nauseabundo que teme el despertar divino en realidad no teme el término de su existencia, sino que teme que abriendo dios los ojos lo encuentre indigno, no sabiendo amar, no adorando a dios; sin duda será de temer el amor como castigo, pues es la dura lección de quien no quiso aprender el amor como donación. Quizás ese hombre nauseabundo teme más su propio despertar que el divino; quizá no sabe lo que es no dormir por el amor. Quizás el hombre nauseabundo teme la cura del empacho. Dichoso el que sí ama, pues en la cercanía de su amor encuentra a dios entre sus brazos. Dichoso porque sabe que “si abre el Amor los ojos, se nos oscurece el día”.

Námaste Heptákis

Escenas del terruño. 1. ¿Nadie prenderá un foco rojo en Televisa? En muy poco tiempo sus tres conductores principales de noticieros han enfrentado problemas públicos. Primero, una conductora ha sido difamada por supuestas irregularidades entre las actividades profesionales de su hijo y una dependencia federal. En segundo lugar, la diferencia editorial entre Ciro Gómez Leyva y Carlos Loret de Mola en torno a la posible ejecución extrajudicial en Tanhuato ha llevado a Loret al extremo de señalar que con las pruebas que presentará en El Universal al gobierno federal le estallará el caso en las manos, tal como les estalló Tlatlaya (curioso por demás que al círculo rojo no le ha interesado en absoluto la información de Loret, o siquiera la polémica con Ciro). Y en tercer lugar, el ataque de ayer en una mañosa nota de Reforma y en singulares entrevistas en los noticieros de Adriana Pérez Cañedo y Leonardo Curzio contra Joaquín López Dóriga. ¿Nadie defiende de andanadas (para usar un término de Aristegui) a los periodistas de Televisa? Por menos que esto cualquier medio que se tiene por progre hubiese cerrado las calles.
2. Se cumple en mes más que están desaparecidos los normalistas de Ayotzinapa. Ya vamos al año, nos queda un mes para pedir un luto nacional que nos permita conmemorarlo con dignidad. Atención el día 6 de septiembre, que se marcará el tono de los eventos conmemorativos del primer año. El caso no debe ser olvidado.

Coletilla. “¿Que dormimos? Muy bien ¿Que soñamos? Conforme. Pero cabe despertar. Cabe esperanza, dudar en fe”. Antonio Machado

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