Hacia un registro nacional de fumadores
Ante el nudo gordiano de la legalización de la marihuana, cuyos extremos –seguridad y salud- tensan sin descanso la cuerda de la discusión pública, un ministro de la Suprema Corte de Justicia ha empuñado la espada del derecho a la libre determinación de los individuos y parece a punto de cortar el nudo. De lejos, la decisión del ministro parece salomónica; de cerca, aparenta un pragmatismo peligroso. El mayor peligro, en cambio, viene de la imposibilidad de superar los extremos: aun legalizada, la marihuana seguirá como un problema de seguridad y salud. Quizá lo más interesante es que la postura del ministro nos enfrenta al problema de la libertad frente a la salud y la seguridad.
De aprobarse la tesis del ministro y en el marco de la legislación actual, aquellos consumidores que soliciten el amparo de la ley para el uso lúdico de la marihuana tendrán que registrarse ante las autoridades de salud como cultivadores, transportadores y consumidores de la hierba, tendrán que quedar por tanto empadronados en algo así como un registro nacional de fumadores. Dicho registro, que no tiene una ley operativa, sólo tendría la protección legal de la Ley de Protección de Datos Personales. Dicho registro sería particularmente peligroso para el ejercicio de las libertades ciudadanas en un estado democrático. Con un registro así, por ejemplo, no habría obstáculo legal para fincar nuevos impuestos a un grupo determinado –y fácilmente localizado- bajo pretexto del problema de salud; pensemos en algo así como la sustitución del chivo expiatorio que hemos hecho del fumador de tabaco por el fumador de marihuana. Con un registro así, y en un campo de guerra [en el sentido expuesto en el libro del mismo título por Sergio González Rodríguez] como el que se ha convertido la impartición de justicia en el país, se pondría en riesgo a un grupo de la población que fácilmente sería sospechoso de lo que los persecutores aleguen. Con un registro así, y con los antecedentes de corrupción institucional que bien conocemos, los empadronados quedarían en las manos de los discriminadores: el registro nacional de fumadores podría convertirse en el buró de crédito moral del país. De aprobarse la tesis del ministro, promovida como la defensa de la libertad individual, la marihuana sería iniciática de la nueva etapa de nuestro estado servil. A nombre de la libertad ciudadana empadronaremos nuestro servilismo.
Cuando Alejandro cortó el nudo frigio, los cielos se desplomaron en una ruidosa tormenta. El vanidoso rey de Macedonia interpretó los hechos como una señal de Zeus. Ojalá que la espada que cortará el nuevo nudo no sea la de Damocles. En caso contrario, ya saldrá el vanidoso que haga comedia de la tragedia.
Námaste Heptákis
Escenas del terruño. Ya se han cumplido 13 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa; los avances en la investigación del caso han sido pocos, aunque hay cuatro dignos de resaltar. Primero, la ambigüedad del compromiso que ante Naciones Unidos hizo el gobierno de México con la CIDH: descalifica su propia investigación, promete facilidades para la investigación del organismo internacional, pero deja indeterminado el carácter jurídico de la siguiente investigación. Segundo, el secretario de Gobernación declaró -en entrevista con Ciro Gómez Leyva- que es injusto culpar al gobierno federal priista de la corrupción del gobierno local perredista; su declaración, en cambio, no pesó tanto como para superar el impacto mediático de la mañosa frase “fue el Estado”. Tercero, la reportera Miriam Moreno mostró que el documento base para que la comisión de expertos de la CIDH afirmara la existencia de un quinto autobús aquella noche del 26 de septiembre es falso: la investigación que descalifica la investigación oficial está descalificada. Cuarto, se han desaparecido –o están traspapelados- en las oficinas de la PGR los archivos fotográficos de las víctimas de uno de los autores materiales de la desaparición de los normalistas; de encontrarse, muchos familiares de desaparecidos podrían tener al menos una parte del consuelo en la verdad. El caso no debe ser olvidado.
Coletilla. (Sin dedicatoria, porque luego se me ofenden) “Aunque no nos guste mostrar nuestras flaquezas al mundo, deberíamos tener amigos sinceros y fieles como espejos que revelaran con claridad nuestros defectos”. Nizami