Hacia un registro nacional de fumadores

Hacia un registro nacional de fumadores

Ante el nudo gordiano de la legalización de la marihuana, cuyos extremos –seguridad y salud- tensan sin descanso la cuerda de la discusión pública, un ministro de la Suprema Corte de Justicia ha empuñado la espada del derecho a la libre determinación de los individuos y parece a punto de cortar el nudo. De lejos, la decisión del ministro parece salomónica; de cerca, aparenta un pragmatismo peligroso. El mayor peligro, en cambio, viene de la imposibilidad de superar los extremos: aun legalizada, la marihuana seguirá como un problema de seguridad y salud. Quizá lo más interesante es que la postura del ministro nos enfrenta al problema de la libertad frente a la salud y la seguridad.

De aprobarse la tesis del ministro y en el marco de la legislación actual, aquellos consumidores que soliciten el amparo de la ley para el uso lúdico de la marihuana tendrán que registrarse ante las autoridades de salud como cultivadores, transportadores y consumidores de la hierba, tendrán que quedar por tanto empadronados en algo así como un registro nacional de fumadores. Dicho registro, que no tiene una ley operativa, sólo tendría la protección legal de la Ley de Protección de Datos Personales. Dicho registro sería particularmente peligroso para el ejercicio de las libertades ciudadanas en un estado democrático. Con un registro así, por ejemplo, no habría obstáculo legal para fincar nuevos impuestos a un grupo determinado –y fácilmente localizado- bajo pretexto del problema de salud; pensemos en algo así como la sustitución del chivo expiatorio que hemos hecho del fumador de tabaco por el fumador de marihuana. Con un registro así, y en un campo de guerra [en el sentido expuesto en el libro del mismo título por Sergio González Rodríguez] como el que se ha convertido la impartición de justicia en el país, se pondría en riesgo a un grupo de la población que fácilmente sería sospechoso de lo que los persecutores aleguen. Con un registro así, y con los antecedentes de corrupción institucional que bien conocemos, los empadronados quedarían en las manos de los discriminadores: el registro nacional de fumadores podría convertirse en el buró de crédito moral del país. De aprobarse la tesis del ministro, promovida como la defensa de la libertad individual, la marihuana sería iniciática de la nueva etapa de nuestro estado servil. A nombre de la libertad ciudadana empadronaremos nuestro servilismo.

Cuando Alejandro cortó el nudo frigio, los cielos se desplomaron en una ruidosa tormenta. El vanidoso rey de Macedonia interpretó los hechos como una señal de Zeus. Ojalá que la espada que cortará el nuevo nudo no sea la de Damocles. En caso contrario, ya saldrá el vanidoso que haga comedia de la tragedia.

Námaste Heptákis

Escenas del terruño. Ya se han cumplido 13 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa; los avances en la investigación del caso han sido pocos, aunque hay cuatro dignos de resaltar. Primero, la ambigüedad del compromiso que ante Naciones Unidos hizo el gobierno de México con la CIDH: descalifica su propia investigación, promete facilidades para la investigación del organismo internacional, pero deja indeterminado el carácter jurídico de la siguiente investigación. Segundo, el secretario de Gobernación declaró -en entrevista con Ciro Gómez Leyva- que es injusto culpar al gobierno federal priista de la corrupción del gobierno local perredista; su declaración, en cambio, no pesó tanto como para superar el impacto mediático de la mañosa frase “fue el Estado”. Tercero, la reportera Miriam Moreno mostró que el documento base para que la comisión de expertos de la CIDH afirmara la existencia de un quinto autobús aquella noche del 26 de septiembre es falso: la investigación que descalifica la investigación oficial está descalificada. Cuarto, se han desaparecido –o están traspapelados- en las oficinas de la PGR los archivos fotográficos de las víctimas de uno de los autores materiales de la desaparición de los normalistas; de encontrarse, muchos familiares de desaparecidos podrían tener al menos una parte del consuelo en la verdad. El caso no debe ser olvidado.

Coletilla. (Sin dedicatoria, porque luego se me ofenden) “Aunque no nos guste mostrar nuestras flaquezas al mundo, deberíamos tener amigos sinceros y fieles como espejos que revelaran con claridad nuestros defectos”. Nizami

La sombra del mal

La sombra del mal

Mucho se ha dicho y escrito sobre la técnica, por mostrarse ella como un problema evidente para nuestro modo de vivir. Podríamos decir que es uno de los grandes problemas -si por gran problema entendemos aquello de lo que más se discute- de la “modernidad”. Nadie estaría dispuesta a discutir que el signo de lo moderno se asocia de manera inmediata con el drama de la tecnología y su oscuridades o levedades morales. He ahí la idea fundamental: la técnica llama a pensar sobre su genuina utilidad, y sobre la asociación de ésta con la moral.

No quisiera aminorar el peso que todos consideran excesivo, pero sí me gustaría señalar algo que me inquieta de este planteamiento. Tanta tinta gastada siempre merece un poco de atención sincera. Creo que este problema no sería tan patente sin la huella que la guerra fincó en nuestra sensibilidad. Es decir, no sería tan crucial si no consideráramos de inicio que en ella hubo algo oscuro. Nos planteamos el problema de la técnica como un dilema ético en tanto su uso no siempre se orienta a los mejores fines. ¿Es sólo un problema del uso de un medio, o es un problema mismo de los fines?

Si el cuestionamiento central sobre ella de verdad se basa en lo que dice la opinión común, es decir, en el consenso adecuado sobre las prácticas que la técnica permite, para que ellas no generen los conflictos internacionales o las devastaciones que puede generar, me parece que evadimos el problema ético y político de verdad, no sólo asociado con la técnica, sino con toda verdadera reflexión política: la relación entre el bien y la justicia. Es decir, en el mundo de la política real, lo que verdaderamente importa es la justificación suficiente: erradicar el mal es una fantasía, de lo que se trata es de transformar adecuadamente.

Muy pocos se preguntan si acaso el modo mismo en que la técnica ha sido interpretada por nosotros es el modo más certero de entenderla. Si la naturaleza es un libro cuyas leyes sólo se comprenden interviniendo en ellas, transformando, evadiendo las barreras de la forma y de todas las categorías lógicas o las “falsas” fronteras metafísicas, es claro que no habría por qué cuestionar nuestra idea de la técnica. Me parece que detrás de todo este lío se encuentra la apreciación de la verdad como esencialmente efectiva, y de ella también se desprende al mismo tiempo una valoración sobre el bien, la cual ocasiona toda la turbulencia actual al respecto de la técnica misma.

La importancia de los objetos que la técnica humana produce radica en la bondad de ellos. Su utilidad se desprende de dicha bondad, no al revés. Si se producen sillas y mesas, por ejemplo, es porque el hombre necesita comer; y no sólo comer, sino reunirse para ello de manera cómoda. Es el bien que manda el orden otorgado, radiante como el sol. Si no existe el bien con su condición perenne, la técnica cambia de sentido, con el peligro de perderlo. La malicia reina y hace de las suyas con la técnica porque el bien y lo natural son conceptos ampliamente distintos, pertenecientes a campos aislados.

Es cierto, no obstante, que tener conocimiento de la técnica incluye un conocimiento del bien, pero éste no basta, se debe objetar, para saber lo políticamente correcto o lo justo: los hombres de técnica no son necesariamente los más virtuosos. Pero aquí no se trata de eso. Se trata de reconocer que nuestra visión de lo natural no nos permite reconocer ya vínculo necesario y a la vez verdadero entre uno y otro ámbito. Si la naturaleza puede transformarse, si puede manipularse, lo bueno es un parámetro relativo: depende del desarrollo histórico, por ser perteneciente al ámbito de lo espiritual y de la opinión. No necesito saber si la técnica, lo bueno y lo natural están asociados en el movimiento del cosmos o si acaso hay justicia revelada que penetre en dichos asuntos: lo importante es el progreso de la ley moderna. Así, conocernos sigue siendo crucial para poder reconocernos limitados, para reconocer el mal sin querer huir siempre de él.

Tacitus

Poder

Desde tiempos inmemoriales ha habido hombres ávidos de poder que dejan todo y todo sacrifican con tal de tener lo que promete felicidad duradera, lo trágico es que no se dan cuenta de los cuidados que necesita el bien anhelado. Porque si bien es cierto que promete algo duradero, también lo es que el poder perece a manos de alguno más poderoso que el primero.

Maigo

Yo sí quiero ir al Cielo

Hace unos días me encontré asediado por una bienintencionada pareja de testigos de Jehová que me contaron una pervertida historia macabra. La verdad no fue tan violento como parece. Llegaron con una sonrisa bien practicada y me engancharon con una pregunta sencilla: “¿Ha usted pensado en qué pasa cuando muere?” Naturalmente les contesté que no, que… Sin dejarme continuar, el hombre me dijo muy entusiasmado que era normal, que la gente no se pregunta por eso a menudo. Luego abrió su librito que era más como un panfleto de las ediciones Atalaya. En donde venía a modo de primer párrafo un breve testimonio de un hombre llamado Arturo Galicia. Si existe este hombre o no, eso no puedo saberlo. Apuntó, utilizando sus dedos, estas líneas que exclamaban entre signos de puntuación: “Hay quien dice que nos vamos al Cielo, otros que dicen que al infierno y unos más que a un lugar de purga”. No voy a dar testimonio, para no aburrirlos, de lo que me aconteció. Así, que seré breve. Al cielo solo van unos pocos, los del número de Juan. Los demás nos quedamos muertitos hasta que Jesús volviera a la Tierra a revivirnos a todos. Fin. 

Lo interesante del cuento que me contaron, era, precisamente esto, que los resucitados en la Gloria del Señor, íbamos a vivir en la Tierra (no en el Cielo, al Cielo solo los elegidos), e íbamos a ser muy pero muy felices, porque habíamos sido hechos con un propósito, ya que era absurdo que Dios nos hubiera hecho con cuerpo si no era para darle uso, del mismo modo en el que la Tierra había sido hecha con toda su belleza y su fealdad, como para que cuando llegara Jesús, se desperdiciara mandándonos a todos al Cielo. Nel, esa zona VVVIP estaba reservada el resto de la eternidad para los aristócratas de la fe. Lo que teníamos nosotros, imperfectos y sucios mortales, era una vida eterna en una tierra que tuviera bardas menos altas, perritos, todas las mascotas que pudiéramos querer e imaginar, porque Dios las había hecho bellas y compañeras de nosotros (sí, en la nueva tierra habría animales, y bardas bajas y casas). No conoceríamos la muerte, porque como dice en el Libro de las Revelaciones, la Muerte quedaría erradicada. Tendríamos toda la comida que quisiéramos y como seguiríamos con cuerpo (juro que esto me lo dijeron) podíamos conservar nuestros sentidos para apreciar eternamente la belleza eterna del mundo. Mientras Dios y su corte, viven a su loca manera en el Cielo, desde donde nos van a gobernar a todos nosotros (porque el Cielo en la Tierra, el Paraíso Terrenal le llamaban, iba a tener gobierno, para todos, hasta para los Chinos <yo pregunté específicamente por ellos>) con justicia. Así que para este par de amigos del Señor, y amigos míos, el Paraíso Terrenal, no era otra cosa que un teatro infinito, eterno, de placeres sensoriales. ¡¿Quién necesita cuarenta asquerosas vírgenes musulmanas cuando se tiene placer en todos los sentidos por toda la eternidad!? ¡Comida gratis para todos por toda la eternidad y con mesura! ¡Viva! 

Ya, suficiente de testimonios del fin del Mundo. Esta entrada es una queja. Me pareció conveniente comenzar con este cuentito de horror que los buenos muchachos que me predicaron la palabra del Señor, compartieron tan a la ligera. Lo padre de todo el Nuevo Mundo, es precisamente que es hermoso. Está lleno de cosas bellas, de paisajes inimaginables, tierras reconstruidas sin contaminación, sin corrupción, sin torpes gobernantes que no saben gobernar, sin hambre y sin muerte. A mí me hubiera gustado que solo quitaran a la Muerte, con eso yo ya hubiera considerado cambiarme de vecindario. Pero no les bastó con eso, añadieron la delicia sensorial, la comida en abundancia (absurda porque ya no hay muerte), los animales que esta vez sí serían verdaderas mascotas (porque ya no hay muerte) que no pensarían jamás en arrancarnos un pedazo de cuerpo para comer, porque tendrían comida infinita (tal vez maná). Los hombres resucitados estarían llenos de gozo, aunque estuvieran alejados del Cielo, porque no contemplarían otra cosa que actos bellos, grandes hazañas de valentía todo el tiempo (absurdas por falta de la muerte), actos de nobleza realizados por todos y cada uno de los habitantes del Nuevo mundo. Actos tan comunes y corrientes que se tapizarían con la belleza que tienen las flores que crecen entre el asfalto. 

En fin, en este Cielo de los animalitos viviríamos literalmente como rebaño (inmortal) con lujos y satisfacciones, con placeres infinitamente mesurados, sin muerte, pero sobre todo sin ir al Cielo. Escribo esto porque la verdad estoy encabronado de que me dijeran que no iré al Cielo cuando muera. Aceptaría si me dijeran que Dios juzga y decide quién entra y quién no, aceptaría también que me dijeran que Dios ya nos tiene predestinados y que vale madre lo que uno desee o lo que uno obre a lo largo de su vida, Dios ya nos mandó al infierno o nos mandó al cielo a priori. Pero que me vengan a contar que no voy a ir al Cielo, ni yo ni el resto de la humanidad porque ese está reservado para unos cuantos, eso no lo puedo aceptar. ¿Quién carajos quiere vivir en un teatro (aunque sea el mejor) cuando se puede vivir incorpóreamente en la Gracia del Señor? No necesitamos cuerpo, basta con vivir en unidad y en eterna dicha (o algo así me imagino al Cielo) con el Creador. ¿Por qué quiero estarme preparando comida, alimentando a un cuerpo muerto, que no puede decaer, y cuyo único fin es darnos placer por toda la eternidad? ¿Por qué quiero vivir entre cochinos animales, perritos u ovejas, cuando puedo estar entre ángeles y serafines? Claro, nosotros impedidos de volver a ver las virtudes que nos hacen plenamente humanos (satisfechas todas las necesidades, ¿qué tiene de virtuoso comer con mesura o resistir como San Sebastián en su infinita fortaleza?), privados del deseo, comiendo como si fuéramos unos robotitos bien programados, observando la infinita belleza de la tierra sin el miedo a no valorar cada uno de nuestros segundos (porque ya no habrá tiempo) porque será irrepetible. 

No pretendo atacar las creencias religiosas de otras personas por el simple hecho de ser “creencias” o de que es “religión” y la religión es mala. No, mi pretensión es mostrar mi inconformidad, si (Dios guarde la hora) el plan para el regreso de Jesús a la tierra, nos va a mantener corpóreos (porque de qué otra manera podríamos construir casas), ¿para qué morimos en primera instancia? Yo no quiero vivir en un (nuevo) mundo más parecido a la isla de Calipso que al Cielo (o a la de Circe que es igual de terrible). No porque me sienta Odiseo, sino porque me parece más una tortura que una dicha este nuevo lugar. Tal vez (como también le pregunté a mis amigos) al igual que los muertos dejaremos de saber muchas cosas, porque según esto, los muertos ni saben que están muertos ni saben que Cristo regresará, no pasan su tiempos muertos esperando ansiosos el regreso de Jesús, sino que simplemente se desconectan de la Matrix. ¿Qué me asegura que los resucitados en el Nuevo mundo, no tienen la misma deficiencia, que han olvidado todo arte (incluidos el de la construcción o el de la cocina o el político), toda virtud y todo vicio, que han perdido incluso la mismísima moral? No hay necesidad de una, puesto que ya no hay nada más alto a qué aspirar, no hay, siquiera recompensa por los actos de uno mismo. La vida en este Nuevo Mundo, se me imagina un matadero lleno de rebaño listo para la engorda. Sin moral, no hay necesidad siquiera de hablar. Los sonidos que saldrán de nuestras resucitadas bocas, solo será el de los eructos de todo lo que comemos. Adiós a la técnica, adiós al conocimiento (del bien y del mal), eso ya no tiene sentido, ya no hay necesidad de enseñarlo a nuestros descendientes ni a los extranjeros (que ya no habrá tampoco), nuestra boca no entonará más canciones (pues no hay nada que admirar, nada por recordar), ¿Para qué cantar, qué cosas se cantarían en este nuevo mundo sin emoción, sin triunfo ni mañana? ¿Por qué Jesús que es el Verbo, crearía un nuevo mundo sin posibilidad de palabra alguna? Déjenme quejarme aunque sea un poquito, ahora que todavía soy humano, ahora que todavía no como lleno de desinterés por mero placer, ahora que aún puedo pedirle a Dios que el Nuevo mundo no sea así como me contaron, y sobre todo, déjenme quejarme ahora que el silencio sepulcral todavía me incomoda.

Felicidad y salud en la mesa

Aunque muchos lo nieguen, incluso lo toman como placer culposo, disfrutamos saborear nuestra comida. Parecen estar en lo cierto aquéllos que dicen que dependemos de la buena alimentación, afirman que ésta contribuye en mejorar la calidad de vida. ¡Y cómo no van a tener razón! Sirve observar la satisfacción al reconocer con nuestros dedos la suavidad hogareña de un pan de dulce o la leve acuosidad salada cuando probamos un corte de carne (¿será el jugo de ella o nuestra saliva ansiosa engañándonos?). O también mirar nuestra sonrisa al quedar seducidos por el olor de un alambre asándose sobre la plancha caliente o cuando hemos escuchado el crujir quebrante en un bocado de helado frito de vainilla.

Hasta este punto varios ya han sufrido un infarto o se avergüenzan por haber cometido un pecado en el culto fitness. Tanta grasa y colesterol se ha derramado que el corazón ha sido ofendido y ha renunciado permanentemente, De ahí que sea crucial llevar una dieta balanceada, despedirse y abandonar los alimentos malignos y chatarras que terminan perjudicando al hombre. En vez de ellos, nuestros asesor en salud incorpora aditivos naturales o industriales para equilibrarnos. Aparecen disponibles para comer el queso cottage, suplementos alimenticios y una variedad de frutas y verduras. La dieta planeada, el conteo calórico adecuado para el hombre, ayuda a organizar los alimentos necesarios para que el individuo se encuentre sano. Tampoco se trata de ninguna imposición o restricción, no se tiene que dejar de comer mientras se mantenga el balance alimenticio.

Para los apologistas de la buena nutrición, la salud no es sufrimiento, sólo se trata de encontrarse bien con el cuerpo. Es una pequeña modificación en el estilo de vida. Sin embargo esta modificación no es tan pequeña. Elaborar un régimen alimenticio con base en la salud nutritiva, trae un cambio severo en el hábito para comer. Nuestra modo de relacionarnos con la comida es distinto. Ahora por mucho que las burbujitas gaseosas inviten imaginarlas en nuestra gargante, siempre tenemos presente que el ácido es lo suficientemente corrosivo para deshacer inodoros. O que los dulces pasteles son una carga tremenda de carbohidratos, un detonante posible para una pequeña barriga o una diabetes siniestras. Notamos entonces que consideramos principalmente nuestros alimentos por su composición, si llegan a ser agradables o bonitos resulta posterior (bajo este criterio algo espantosamente insípido como el pasto de trigo o el tofu tiene sentido). Con ello tampoco debe sorprendernos que la química o biología nos auxilien y enseñen cómo es debido comer.

Como bien queda señalado, este cambio severo se enraíza en la salud nutritiva. Debido a que lo importante es el desenvolvimiento del organismo, la salud significa el buen funcionamiento del cuerpo. Cumplir los requisitos para que los sistemas, aparatos u órganos no tengan ningún fallo. Y si bien no es completamente desechable tal visión de lo que somos, el alcohólico puede pasarla mal y efectivamente tener un desenlace fatal, ¿la salud real no es un estado que va más allá del contenido calórico o químico? ¿Vivir bien no significa sólo un slogan o hacer ejercicio limitándose en la comida? Basándonos en esta alimentación, los especialistas y gurús fitness nos prometen que viviremos muchos años… ¿pero quién desearía vivirlos?*

*A pesar de que se considere muy viejo para los tiempos actuales, resulta brillante la sabiduría anciana de un caricaturista.

Bocadillo de la plaza pública. A pesar de haberse detenido miembros importantes de varios cárteles en colonias insospechadas como la Condesa o denuncias de extorsión y cobro de suelos provenientes de zonas como el Centro histórico o incluso aparente ajuste de cuentas ocurridos como en el suceso del Bar Heaven, las autoridades capitalinas negaban empecinadamente que el crimen organizado operara en el centro del país. Tal afirmación se sostenía en los años cobrizos donde se creía que la paz sólo habitaba en el Distrito Federal, el salvajismo parecía problema de los estados del norte o interior de la República. En días recientes ocurrieron hechos que negaron nuevamente tal creencia: con un colgado en un puente y varios asesinatos con dedicatoria se reúne suficiente evidencia para aceptar el problema del narcotráfico en la capital. Y si habría que ser ingenuo creer lo contrario, todavía existían algunos que daban vuelta al problema… ¿ingenuidad, miedo o cinismo?

Mondadientes. Trascendió esta semana que YouTube abrirá un nuevo servicio llamado YouTube Red. Por medio del pago mensual de diez dólares, uno podrá tener beneficios especiales como descargar vídeos a dispositivos electrónicos, evitar la publicidad de los anunciantes y tener acceso exclusivo a cierto contenido producido con la élite de YouTube. De entrada esto me resultó curioso por ser una muestra de una tendencia actual en la industria del entretenimiento. Servicios musicales como Spotify o televisivos como Netflix o incluso los videojuegos dividen a sus consumidores en dos grupos: los que pagan y los que pagan todavía más, los que se sientan en el área general y los que se sientan en el área VIP. Ya no basta pagar una sola vez para disfrutar el producto entero, ahora la mínima parte o la experiencia plena cuesta una módica pero significativa cantidad. La más cínica de todas, los videojuegos, requiere dinero para desbloquear componentes escondidos (anteriormente era para los jugadores más avezados), Netflix exige un poco más por la definición más alta posible y ahora YouTube pide para financiar un contenido aparentemente mejor y más sofisticado. En contenidos virtuales, ¿cómo calcular y justificar el precio?

Otra cosa curiosa es el crecimiento desmedido de la plataforma. Con más de diez años de existir, pocos hubieran imaginado el tamaño actual de YouTube. Hoy los anunciantes, estrellas del espectáculo e incluso políticos voltean a ver a la plataforma de vídeos para acercarse a las generaciones más jóvenes. Asimismo gracias al servicio de Google hemos visto a desconocidos que tal vez nunca hubieran destacado en otro medio. El lema original de la plataforma era Broadcast yourself (Transmite tú mismo). Ya no se necesitaba grandes foros de grabación para que cualquiera en el mundo pudiera verte, bastaba subir el vídeo a un medio sencillo y estable de Internet. Eso reluce en el primer vídeo: mi canal propio . Por lo mismo varios jactanciosos, estafadores o verdaderamente talentosos empezaron a brillar. Esta innovación en el servicio, la apertura de una sección exclusiva, ¿no agravará estas distinciones y nos dificultará encontrar a uno y otro? ¿No descuidará a los más interesantes pero no tan famosos y encumbrará a los estafadores?

Señor Carmesí

Castigo sin fin

Castigo sin fin

Sentimos encoger el corazón ante la sentencia condenatoria, algunos con aceptación y otros con renuencia, pero inevitablemente, siendo inocentes o culpables, el castigo nos apresa sólo a nosotros. El castigo más común es ser aislado de los que viven bien, para ser recluido con los que han decidido vivir mal. El castigo será la seña del que actuó mal para vivir mal. El hombre malvado ha de vivir escondiéndose para no ser marcado, o encubriendo su marca, pues la señal imborrable cierra puertas y ventanas.

Cuando vivir en comunidad actuando del mejor modo posible para que los demás y yo vivamos deseando el bien, el aislamiento es el peor de los castigos, ya que se nos aleja de la posibilidad de vivir bien. Solos, sin la mejor compañía, sin las palabras del otro, es muy fácil perderse guardando rencor, que no culpa. Los presidiarios guardan rencor, pues no creen que alguien los espere. Y si no vuelven a delinquir, no es por consideración a los otros, sino por recelo a los demás, no me vayan a quitar mi libertad otra vez, se dicen.

Pero el castigo ya no es problema para el hombre que desea el mal, pues en el mal del otro encuentra su placer y comodidad. Le molesta ser alejado de los demás, pues ya no habrá de quién aprovecharse. El castigo no es un reformatorio, es un atentado contra lo más alto que puede tener un hombre: pasión y poder para hacer lo que se quiera: su libertad.

Cuando el castigo lo padece olvidado en las sombras del egoísmo un hombre, la felicidad ya no vuelve a aparecer para nadie. El castigo sin comunidad que tiende al bien no tiene sentido.

Javel

La felina y el zorro

                                                                                                                                                   “La calle es una selva de cemento…”

Caminaba un joven zorro a hora temprana con paso aparentemente presuroso. La calle, harto conocida para él, se encontraba vacía. Un ruido cercano, extraño en ese momento, le detuvo el paso. Instintivamente volteó hacia donde creía haber percibido el ruido y encontró una gata, un poco más joven que él, casi una gatita. Su pelaje era sumamente llamativo, pues era de una blancura inmaculada. El zorro detuvo su paso y fijo su astuta mirada en ella, pensando “definitivamente no se trata de una gata callejera, es doméstica y de buena casa; qué interesante”. La gatita, con la atención del zorro en sus garras, reflexionaba: “yo aquí, afuera de casa, tan temprano; son unos ingratos conmigo; este zorro no se ve nada mal.” Al parecer, el zorro sabía muy bien en qué situación se encontraba la minina y lo conveniente, para él, del momento, así que desvió su mirada lentamente y continúo su camino con un paso medio presuroso; contó hasta cinco y volteó la cabeza de manera ambigua; justo como él lo había planeado: la gata lo seguía con intención de caminar a su lado; el zorro aminoró tan sólo un poco su paso, hasta que aquélla lo alcanzó.

La gatita volteaba su cabeza de vez en cuando hacia su nuevo compañero, el zorro hacía lo mismo, pero en menor medida; cuando sus miradas se encontraron ella rio triunfalmente: “creo que podré entretenerme más de lo que creía con mi venganza, mucho más porque me extrañarán. ¡Qué sufran!” Mientras eso se decía, a un costado le comenzaba a salir una ligera mancha oscura. El zorro pensaba con audaz alegría: “qué dulce es la venganza”.

Yaddir