Las mieles de las musas se han desparramado, el desorden reina en el salón de canto. Se han desparramado porque el cántaro que las recibía se ha roto: un ligero golpe para ello ha bastado.
El canto del cántaro se confunde con el llanto, y lo melifluo se mezcla con lo amargo. Quizá los cuidados de un amigable alfarero recostruyan ese vaso, pero lo más seguro es que no, y la miel y el llanto se confunden y trastocan lo que van tocando.
Ante la confusión, el vacío es lo único que parecería ordenado, pero el vacío no es, dejando al ánimo sólo y condenado a la tristeza. De momento certezas no hay, lo real se confunde con el reflejo, la máscara se impone al rostro que antes era sereno.
El quebranto deja siempre el recuerdo de lo quebrado. La esperanza se pierde si no llega la mirada del amigo amado quien secando el llanto nos ayuda a ver el brillo y el esplendor de lo derramado, pues se ha convertido en fuente lo que antes fuera cántaro.
Gracias doy a mis amigos por auxiliarme con mis quebrantos.
Maigo