Sabor a Sal

En alemán no poseen una palabra que nombre la mala suerte, allá (en Alemania) la suerte siempre es buena. Sin embargo de este lado del charco, la suerte es dual, y tenemos que lidiar con ella todos los días. No creo que sea ajeno a nuestra experiencia habernos cruzado con un gato negro de vez en cuando. Superstición aparte, lo que quiero decir con esto es que a todos nos ha ido mal de vez en vez y algunos se lo atribuyen a la mala suerte, otros a una falta de previsión y otros a un error de procedimiento. Sea cual fuere el caso, el término, a diferencia de los alemanes, confío yo en que no nos resulta extraño.

Bueno pues, en esta entrada exploraré un poco esta idea de la mala suerte que en un principio tiene ciertos tintes de misticismo y en un final, tiene de éste solo la parquedad que caracteriza a las cosas esotéricas. ¿Qué es la mala suerte? Propongo dos posibles respuestas a esta tan lejana pregunta. La primera de ellas es que la mala suerte es un suceso que ocurre fuera de nuestro control, pero que nos afecta directamente. La segunda respuesta que tengo para ofrecer, es igual a la primera, solo que en la segunda, la necesidad de la situación hace todavía más fatídica la experiencia. Es decir, en la primera cabe la cándida solución que propone Maquiavelo al problema, una sólida previsión y preparación antes de enfrentar a una situación. Dice aquél que las inundaciones se pueden evitar si construimos presas en los ríos de modo tal que podamos contener el cauce cuando se eleva, y no habla con mentira, la temporada de lluvias es algo que, a pesar de que a nosotros citadinos nos resulta un tanto extraño, en general es un fenómeno que se repite con cierta regularidad y que nuestros amigos que viven de la siembra, deben conocer de pe a pa, ya que es lo que les brinda sustento. Cuando viene la temporada de lluvias, que es relativamente por las mismas fechas cada año, es sencillo construir una presa, diques o alguna especie de contenedor para que nuestras casas no se inunden, si esto llegara a pasar, sería responsabilidad de nosotros por no haber previsto que eso sucedió. Sin embargo, puede llegar a suceder también que a pesar de construir un contenedor, sea cual sea, la lluvia inunde nuestras casas de todas maneras, esto, nuevamente se pudo haber evitado si hubiéramos construido una barrera más alta o de mejor calidad. Ok, el ejemplo es bastante claro y hasta un tanto obvio tal cuál nos lo muestra el buen Maquiavelo, pero, ¿cómo aplicamos esto a la vida real? Vaya, a la vida que nos compete a nosotros hombres del siglo XXI y que tenemos unas vidas un tanto extrañas para un ciudadano del siglo XVI.

Nuestra experiencia de la mala suerte, no depende tanto de la tiranía de la naturaleza, sino de un ligero descuido en la técnica. Un ejemplo común en nuestros tiempos, a diferencia del ya antes señalado, sería contraer alguna enfermedad por haber comido en lugares insalubres. Sí, la presencia de la naturaleza sigue jugando un factor, las bacterias o los virus que se encontraban en el taco de tripa que comimos en la calle, nos llevaron a sentirnos mal. ¿En qué sentido es mala suerte a diferencia del dique desbordado? En que nos tocó a nosotros. Pensemos que ese puesto de tacos está en una ciudad con millones de habitantes (pienso en la Ciudad de México) y que de todos los clientes que tiene, el único que se fue a enfermar fue uno. Mala suerte, ¿verdad? Sin embargo, puede haberse prevenido, se pudo haber comido en otro lugar, o el taquero pudo haber sido más higiénico a la hora de preparar la comida. En este sentido, nuestra mala suerte no es otra cosa que un descuido en el procedimiento, en la técnica de preparar deliciosos tacos de tres por diez pesos. La mayor parte de los ejemplos de mala suerte que vivimos en nuestros tiempos caen en esta categoría, y como ya dije, se pudieron haber evitado. Si el que padeció por comer tacos malhechos hubiera ido a otro lugar, no se hubiera enfermado. El enfermo sabía que era posible que los tacos estuvieran malos, porque el lugar no se veía limpio o el taquero muy experimentado. Entonces, ¿por qué comió ahí? La respuesta es sencilla, quiso tomar el riesgo, quiso jugarse un volado para ganar algo a cambio. Puede ser que se ahorrara unos pesos comiendo ahí, o se ahorrar tiempo que iba a invertir en otras cosas. No lo sabemos, sin embargo, es por este riesgo que uno se expone a estos posibles casos de mala suerte.

Entonces, en este primer caso, lo único que hay que hacer es alejarse del riesgo, ¿cierto? Los pobres hombres y mujeres que tenemos mala suerte es porque sencillamente corremos más riesgos que los demás. A los pobres difuntos que mueren arrollados debajo de un puente peatonal, no se les puede adjudicar que corrieron con la mala suerte de que el conductor estaba borracho o conducía a exceso de velocidad, ¿cierto? Ya que pudieron haberse evitado ese accidente si hubieran cruzado por el puente elevado que estaba ahí justo para prevenir esa situación. Pensémoslo así un buen rato, prestemos atención a cuántas veces hemos corrido con cierta mala suerte que se pudo haber sorteado sin pena alguna si no hubiéramos sido tan descuidados, tan flojos o tan ambiciosos.

Como decía unos párrafos anteriores, la segunda respuesta tentativa, es igual a la misma, sin embargo, se da en una situación necesaria. Lo que quiero decir con esto es que se da de un modo en el que no puede suceder de otro modo, y estirando un poquito esta acepción de la necesidad, podemos entender como sucesos que no se pueden evitar. Ejemplos sobra, sin embargo uno que me parece sería de utilidad para señalar lo que tengo en mente es que cada año hay un cierto número de personas (varía dependiendo dónde vivamos) muere por que les cae un rayo durante una tormenta. Bien, también sabemos que para que es rarísimo que eso suceda, y por este amplio campo de posibilidad, me atrevería a afirmar que a ninguno de mis lectores les ha caído un rayo nunca, ni siquiera a alguien que ustedes o yo hemos o llegaremos a conocer. Tal vez me equivoque, sin embargo, el punto que quiero mostrar aquí es que nos cuidamos más de no comer cosas en mal estado que de que nos caiga un rayo bajo la lluvia. ¿A qué se debe esto? Sencillo, son dos factores, el primero es que es muy poco probable, el segundo es que si sucede, no podemos evitarlo. ¿Cómo escapamos al castigo de Zeus? No somos tan rápidos como para correr de las centellas, no podemos ni siquiera preverlas como el buen Maquiavelo proponía, no hay un patrón que podamos encontrar de modo que podamos prepararnos para cuando se repita. La caída de los rayos sobre la tierra son completamente azarosos. Que te caiga un rayo, amigos míos, no se los deseo a ninguno de ustedes, sin embargo, eso es puritita mala suerte. No solo porque es una situación que nos afecta directamente sin que podamos hacer nada al respecto, sino porque es muy poco probable que suceda. Piensen en algo que les haya sucedido en su vida, que efectivamente no pudieron haber hecho nada para evitarlo, nada. ¿Cuántos de estos hechos en su vida hay? Me aventuraré de nuevo a adivinar que al que peor le haya ido de los reunidos en la lectura de hoy, no contará más de cinco casos en su propia experiencia. ¿Por qué? Sencillo, un factor determinante de la suerte en general, es que sucede muy rara vez, y sucede así porque no tiene patrón. La lluvia, aunque no dependa de nosotros, tiene un patrón establecido marcado por las leyes de la naturaleza (las conozcamos y dominemos o no), un patrón que se puede aprender tan solo con mirar y llevar notas. ¿Cuántas veces nos ha pegado una bala perdida? A mí ninguna, supongo que a ninguno de ustedes les ha pasado tampoco. Sin embargo, sucede. No hay manera de preverlo, y no hay mucho que podamos hacer. ¿Cuántos de ustedes duermen alejados de la ventana para evitar una bala perdida o cuántos de ustedes procuran estar siempre alejados de la ventana para que esta situación no les llegue a pasar? Apuesto a que ninguno y es sencillo, la idea, la sensación de que “a mí no me va a pasar” es lo que nos ayuda a vivir el día con día. No podemos ir por el mundo tratando de prevenir todo mal, porque resulta sencillamente imposible.