Amistad y progreso

Amistad y progreso

 

La cultura del progreso usa la reflexión de Aristóteles sobre la amistad para justificar el progreso personal. La versión más difundida de la reflexión aristotélica de la amistad supone que la relación entre los tres tipos de amistad es progresiva, y que es mejor persona quien es amigo del tercer tipo de amistad que quien lo es respecto de los otros dos. Obviamente, al plantearse como un cambio progresivo se explica con facilidad que la amistad inicialmente se origine en un interés, que el interés involucre paulatinamente al gusto y que el gusto cuaje tarde o temprano en virtud. Evidentemente, el progreso amistoso que así se explica es considerado siempre verdadero por genuino, pues lo que mueve a amistarse es el interés –que no un interés por lo bueno-, y el fin es siempre bueno por considerarse virtuoso –que no virtuoso por ser bueno-. El progreso amistoso es el perfil público del progreso personal. El progreso amistoso que termina en la amistad virtuosa supone la excelencia moral del progreso personal. En su discurso, no es malo ser un interesado o hedonista, siempre y cuando el interés y el placer conduzcan tarde o temprano a la configuración de una virtud compartida, de un grupo que genere los valores de su propio ideal moral. Y no hay agrupación, por pequeña que sea, que no crea que lo que hace es de algún modo bueno. La amistad del burgués genera la moral del intelectual.

La confianza necesaria para sostener el progreso personal se presenta en la amistad como esperanza de superación y perfeccionamiento de los amigos. Se superan los problemas concomitantes a la amistad en la medida en que los progresistas se van haciendo más amigos. Se van perfeccionando mutuamente los amigos en la medida en que van colaborando en la empresa amistosa. El tiempo es el aglutinador de la amistad, el catalizador de la excelencia. La amistad virtuosa es para ellos una prueba del tiempo; el resultado es un galardón de su excelencia: se han sabido hacer de una amistad virtuosa. La amistad vale, primero, por el tiempo invertido; de ahí que quienes van dejando de ser amigos apelan primero a todo lo acontecido que a si la amistad es buena. La amistad vale, después, como capital rentable; de ahí que los amigos progresistas en problemas tengan una herramienta de chantaje. La amistad progresista vale por su contribución a la presunta virtud del individuo. La excelencia es aquí un fin temporal: se congratulan por lo que han llegado a ser, no porque sea bueno que sean. La amistad progresista tiene por fin nunca ser original; su valor está en el cambio.

Una amistad que vale porque suplanta lo que somos es una amistad incapaz de renovarse en sus fuentes. Una amistad que sólo vale por su capacidad para cambiar cierra la posibilidad de que la amistad se origine en el consentimiento de la existencia. La amistad progresista carece de fundamento metafísico (Cfr. Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 23, a. 3: “los actos humanos son buenos en cuanto son regulados por la debida regla y medida”) y, por tanto, es necesariamente utilitaria –aunque en su discurso se asuma como virtuosa-. La amistad progresista, incapaz de refrescarse en el consentimiento de la existencia, supera sus dificultades en la negociación, en la suplantación interesada del bien por lo útil, en la política de la amistad que cancela la amistad política. Sin alegría por el ser, la amistad progresista es el consuelo de la soledad del astuto, un fraude siempre postergado, el abuso traicionero de quien no sabe ser amigo.

 

Námaste Heptákis

 

Los desaparecidos. Ya se han cumplido 17 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. El pasado 21 de febrero el GIEI declaró que investigar el posible tráfico de drogas explicaría el caso de los desaparecidos de Ayotzinapa; así se sugirió aquí, a partir de la información de Héctor de Mauleón, desde el 25 de octubre de 2014, a un mes de la desaparición. Además, el GIEI señaló como incorrecta la filtración de declaraciones a los medios (que no son filtraciones, sino la versión pública del expediente a la que todos podemos acceder), pues por ella el GIEI no puede hacer correctamente su trabajo, ya que lo exponen a «ataques y difamaciones»; obviamente, los dueños absolutos de la verdad no quieren hacer una investigación pública.
Por otra parte, ya se cumplió un mes de la desaparición forzada de cinco jóvenes en Tierra Blanca, Veracruz, y no hay nuevos datos sobre el caso. Ayer, en entrevista con Ciro Gómez Leyva, el padre de uno de los desaparecidos comentó que esperaron durante dos días a los funcionarios federales que habían prometido ir a presentar los avances de la investigación, y los funcionarios no llegaron. Quizá la semana siguiente algún funcionario tenga a bien darse un tiempo para informar a los desesperados familiares. Los desaparecidos no deben ser olvidados.

Escenas del terruño. 1. Hace dos semanas sugerí aquí la lectura de Jean Meyer para poner en perspectiva el encuentro del Papa Francisco y el Patriarca de todas las Rusias Cirilo. El pasado 21 de febrero Meyer reflexionó sobre el encuentro en las páginas de El Universal. 2. Ricardo Alemán advierte sobre el robo de un municipio en Yucatán. 3. El próximo miércoles 2 de marzo se cumplen diez años de los hechos por los que Diego Santoy Riveroll se encuentra en la cárcel. Interesante que sigue sin aclararse el intento de homicidio que Santoy padeció dentro del penal de Topo Chico, así como el asesinato de su abogada. El caso de Santoy fue, quizás, el primero de la costumbre actual de juzgar en los medios de comunicación y ratificar la sentencia en los juzgados. 4. Continúa la censura a Joaquín López-Dóriga y nadie se ofende. 5. Interesante artículo de Luis Linares Zapata sobre lo que él llama «rebelión de masas estadounidense». 6. En entrevista con Denise Maerker el pasado 26 de febrero, el ocurrente Vicente Fox declaró: “Cada uno de mis chascarrillos son muy bien pensados, no son ocurrencias”. Levante la mano el que se lo crea.

Coletilla. «Un país que camina sobre cementerios clandestinos podría poner atención a una idea primordial: nadie es desecho, todos somos necesarios». Jesús Silva-Herzog Márquez