Gazmoñerismo #221

Y a fin de cuentas el sabio, desentendiéndose del pensamiento dualista, se inclina por naturaleza al bien.

Gazmogno

Crónicas Cenicientas (segunda parte)

¿No has leído la primera parte? Pícale aquí

Tomé cuatro o cinco taxis durante una semana de regreso volviendo del trabajo con dirección a casa. Los días no se hacían más interesantes, y mi ansia por reencontrarme con mi amante prohibida de aquella manera que no dejaba de paladear desde que fue concebida, me hacían sobrellevar bastante bien los meses que ya llevaba de su ausencia. «A Blaze of Glory» le llaman los gringos a aquello que yo me proponía lograr, todavía no sé cómo, sin embargo, me emocionaba la idea de hacer algo discreto que, de salir bien, pudiera repetir para mí mismo en más de una ocasión. Hay quien dice que la prohibición le da mayor sabor a las cosas betadas, que ése es el secreto del éxito de las drogas, así como lo fue del alcohol durante la prohibición gringa y lo es ahora que la pedofilia está tan mal vista. Yo digo que quien dice eso, nunca ha sido un fumador o nunca ha dejado el cigarrillo por más de unos meses. Desde que dejé de fumar no hago otra cosa que pensar en él, en lo bien que me caería una bocanada de tranquilidad a cualquier hora del día. Claro, cabe aclarar que lo mismo pensaba mientras fumaba con regularidad. Verán, creo que el cigarrillo y el deseo que despierta, es siempre el mismo, igual de intenso, igual de peligroso y repulsivo a la vez.

A los primeros taxis que abordé, entre charlas les saqué el tema de que quería comprar una pistola, uno de ellos me contó como había salido hace poco del reclusorio y que lo estaban buscando para matarlo, añadió que si yo conseguía un arma le llamara a su celular para que él comprara una también, me dio una tarjeta y ofreció ser mi chofer en un futuro si le hacía yo ese favor. Por supuesto, le llamé después de conseguir mi .22. Otro de los taxistas me sugirió una idea un tanto descabellada, según él, si tenía el suficiente dinero, podía conseguir servicios desos que realizan a las que ahora se les llama escorts. Me dijo que con una buena suma de dinero podría conseguir a una chica armada, me dio la dirección de un burdel allá por Satélite y se dedicó a hablar del partido de fútbol que acontecería el siguiente fin de semana, lo borracho que se ´ndría y lo molesta qu acostumbra ponerse su mujer por no recibir más que indiferencia de su parte y de la de sus compañeros de juerga durante dos horas enteritas que dura el juego.  Descartando los cuentos que los demás taxistas me dieron gratis para amenizar el viaje, cuentos donde ponían en riesgo su vida realizando su trabajo, donde exponían con detalles toscos las conspiraciones del gobierno o las soluciones a la devaluación del peso frente al dólar; ninguna písta me sirvió más que la del burdel. No tenía mejor plan hasta el momento y no podía resistirme a la idea de que lo que estaba gastando en taxis sin provecho, bien podía invertirlo en una escort o dos. Así que el viernes de aquella semana decidí hacer una escala en la Casa de la Chela. Llegué pasadas las diez de la noche, la mayoría de las chicas todavía estaban desaliñadas, pero ya estaban dando servicio. Toqué la puerta al llegar y un tipo de traje, bien vestido y con cara de modelo me abrió la puerta de mala gana, me dijo que qué deseaba y yo le contesté así sin más que echar un polvo. Quitó el candado de la reja que daba a la calle y me invitó a pasar. Una vez adentro el cuate se mantuvo en la entrada mirandome en espera de que yo intentara algo indebido, algo como robarme un jarrón desos que había en la sala de estar y que se veían tremendamente finos, o que lo cargara y arrojara sobre la paré en un arranque de furia y ansiedad ciega, para así, ser sacado del lugar a golpes y terminar en la acera obligando a mover mis tullidos brazos para encender un pitillo que nivelara la adrenalina del momento. Yo no hice eso, jamás haría algo así, muy a pesar de lo que hubiera complacido a mi imaginación, logré contenerme y  esperé a que la Chela (así se presentó ella misma) me ofreciera a las chicas disponibles. Desfilaron una a una (después deque La Chela aplaudiera un par de veces) con muy poca ropa frente de mí en la sala de espera. Le hice saber, antes de elegir a la morena Alicia, que había acudido a ese lugar por recomendación de un amigo que me dijo que podrían complacerme con las fantasías más excéntricas que se me ocurrieran. La Chela asintió, pero me puso de condición que debía hacerme cliente del lugar para que pudiera confiarme la salud y bienestar de sus chicas (aún sin saber lo que yo pretendía). Me hizo la propuesta de que si yo volvía al menos otras dos veces antes de que terminara el mes, ella accedería a cualquier cosa que yo le pidiera. Yo acepté no sin antes decirle que me urgía y que si había un modo de apresurar las cosas, me lo hiciera saber, añadí, por supuesto, que el dinero no era problema. Ella soltó con sus penetrantes y cincuentones ojos grises, una de esas miradas que las mujeres emplean para desarmar a los hombres, antes de decirme que normalmente los que buscan acción muy específica ponen en riesgo a sus muchachas y que eso no le conviene a nadie. Alicia me sonrió lanzando suavemente un fino hilo de humo que se coló entre la comisura de su boca como una luz de esperanza,  yo no tuve la entereza de seguir negociando mientras ella esperaba el inicio de su jornada.

La Chela me saludaba de nombre las últimas veces que fui a cumplir el trato. Las muchachas eran profesionales, pero el sexo no dejaba de ser tan monótono como el que se tiene en los matrimonios. No importa qué tan buenas o qué tan dispuestas están a dejarse hacer lo que se le hinche la gana a uno, a final de cuentas el tedio post coito termina por deslavar el sabor del placer. Antes de partir, una vez completado mi parte del trato, hablé con la Chela para darle las especificaciones de mi fantasía. Lo había pensado ya varias veces, durante el trabajo, durante la ducha o durante el sexo. ¿Cómo introducir una pistola en la fantasía sexual de un hombre sin que suene demasiado extraño? La Chela tenía razón en desconfiar, supongo que por experiencia, aunque no puedo imaginar qué tipo de trabajos le habían solicitado con anterioridad como para advertir a un cliente potencial que la vida de sus muchachas podía correr riesgo. Cavilé mucho, por aquellos días se me daba muy fácil y entretenía las ganas de fumar. Hasta que al fin terminé con algo menos zonzo que la fantasía de una mujer policía, al contrario, le pedí a la Chela que simulara un atraco, le dije que quería sentirme sometido por una chica hermosa (la Verónica era la indicada, ya para entonces le había echado yo el ojo) quería que fuera una suerte de ladrona que entrara al cuarto sin que yo me diera cuenta y a punta de pistola me obligara a poseerla. Ahora que lo leo, dicho de esta manera suena hasta más zonzo que la idea de una policía que llegara a arrestarme. Añadí que quería sentir el miedo de verdad, y que quería que me sometiera con una pistola real, de preferencia un revólver, aunque cualquiera que pudiera conseguir estaría bien, hice hincapié especial en que quería quedarme con ella después de la fantasía, para revivirlo una y otra vez, le dije también que, si gustaba, podía traerla descargada para garantizar la seguridad de la muchacha sugerí a la ladrona potencial (la Verónica, cómo deseaba que no se negara) y la Chela me dijo que sí. El precio por tal disparate no fue barato, como dije anterioremente, hubiera sido más noble para mi bolsillo haber seguido fumando. Me dijo que no podía tener armas de fuego en las habitaciones del lupanar, que si quería que se llevara a cabo, debía darle la dirección de mi casa, para que la Verónica me visitara acompañada de un guarura, para evitar que yo le hiciera daño. Con una sonrisa en el rostro yo le anoté la dirección en una servilleta y después de un sablazo a mi tarjeta de crédito, salí de ahí complacido y dando saltitos como un chiquillo.

Amistad y suicidio

Amistad y suicidio

 

Me dirán que mejor no lo hubiera escrito

 

Es un lugar común afirmar que la tecnología ha alterado el modo en que se realiza la amistad. Desde la omnicomprensiva teoría comunicativa, a diestras y siniestras se afirman las atrofias y las reciedumbres de las relaciones amistosas en el régimen tecnológico. Suele advertirse con espanto que la amistad está cambiando junto con el modo en que nos comunicamos, pero que los hombres todavía podrían amistarse como antaño; o bien, que el hombre es el que está cambiando por su relación con la tecnología, pero que la amistad tal cual siempre ha sido sigue siendo posible. La clave, según suele decirse, está en usar prudentemente las ofertas tecnológicas (aunque una oferta no puede usarse), o en anteponer la comunicación amistosa a los nuevos modos de comunicación. Evidentemente, si el asunto fuese de comunicación y tecnologías, la receta debería ser suficiente. Sin embargo, a mí me parecen soluciones superficiales, pues la amistad no se funda en la comunicación ni en el uso de la técnica, sino que el uso de la técnica y la comunicación se circunscriben al verdadero fundamento de la amistad. Ha sido Aristóteles quien más penetrantemente ha descrito el fundamento de la amistad. La amistad es un consentimiento de la existencia (Ética nicomaquea, 1170b11). En sus términos, el Filósofo dice que los amigos sienten conjuntamente lo bueno de la existencia, afirman su existencia en un percibir compartido de las posibilidades del bien. No es que los amigos compartan ideales o visiones del mundo, es que su actividad sensitiva (aisthesis) es conjunta; no es que los amigos aprueben lo que ven, o que lo que ven sea acorde con sus valores, es que la existencia, el vivir, se percibe como buena. Porque los amigos ven que es razonable vivir es que pueden ser amigos. La razonabilidad de la vida permite la convivencia (syzen) y la comunicación (koinonein) de las palabras y los pensamientos (logon kai dianoias). La comunicación es una parte de la amistad, no su fundamento. Solamente la razonabilidad de la vida permite afirmar la amistad. Contrario a las bestias, la amistad no se funda en el mero compartir (némesthai), sino en el comprender compartido. Para que haya amistad se requiere comprensión, es decir, que la aceptación de la propia existencia no sea sólo en cuanto a la posibilidad de vivir, sino en cuanto a la posibilidad de vivir humanamente, esto es, políticamente. Sólo hay consentimiento de la existencia cuando la política es posible. Si la política es imposible, la existencia no se puede consentir y la amistad… Es así como el suicidio torna aceptable: parece aceptable suicidarnos por amistad.

Evidentemente, el lector inteligente sabe que Aristóteles no cree que la política sea lo más alto e importante a que puede aspirar el hombre, y por tanto a dicho lector no le resulta tan aterrador el anterior argumento pro-suicida. Sin embargo, aquello que para Aristóteles es superior a la política es lo divino, y lo divino no necesita de amigos. Podemos aceptar que ya no haya política, o que ésta no importe, pero tendremos que aceptar por tanto que ya no haya amistades, o que éstas no importen. Pensar en la razonabilidad del suicidio a nombre de la amistad impide que nos engañemos con los análisis superficiales del efecto de las tecnologías de la comunicación en las amistades. Si no hay nada que tras el fracaso de la política pueda justificar a la amistad desde su fundamento mismo, lo mejor es suicidarnos por nuestros amigos.

No debemos evitar, en este punto del argumento, otra respuesta posible: la existencia es aceptable por sí misma en tanto positividad ontológica, lo cual viene a significar, palabras más palabras menos, que toda vida es valiosa, que es valiosa la vida de todo hombre aunque el hombre viva como bestia. Lo cual viene bien con el fracaso de la política y la desaprobación del suicidio. Es el único recurso que tienen quienes ven a la amistad desde el problema de la técnica y la comunicación. Para no afirmar el suicidio ni buscar algo superior a la política que afirme la amistad, degradan al hombre. El equivalente a la amistad en el hombre degradado es la participación colectiva que se esboza en la literatura utópica y que en los análisis adereza los terrores de los críticos actuales. Ven inaceptable la actual condición humana… y nada más. No tienen argumento contra el suicidio; paralogizan sobre la aséptica teórica. Asumen la soledad recalcitrantes. ¿Acaso no es eso un suicidio deshonesto?

 

Námaste Heptákis

 

Los desaparecidos. Ya se han cumplido 16 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. En torno al caso hay que señalar tres cosas. 1. De acuerdo a lo declarado por Vidulfo Rosales, el pasado 15 de febrero en el noticiero de Ciro Gómez Leyva, no hubo reunión del Papa Francisco con los padres de los desaparecidos por presiones gubernamentales. 2. De acuerdo a Héctor de Mauleón, no fueron tres sino cuatro los grupos en que fueron divididos los estudiantes aquella noche del 26 de septiembre: 17 fueron llevados a una casa de seguridad en La Loma -donde fueron asesinados con tiro de gracia y enterrados en el jardín-, 13 fueron calcinados y enterrados en una fosa clandestina, unos más encontraron su fin en el basurero de Cocula -de donde probablemente los restos terminaron en el río San Juan- y otros conformaron el grupo que fue disuelto en ácido en el rancho de El Tilo. 3. En la reunión del jueves 18 de febrero con los funcionarios federales se informó que habrá un tercer peritaje en el basurero de Cocula y que durante el último mes se han realizado dos operativos para localizar el quinto autobús, sí, el mismo quinto autobús cuya localización comentamos aquí hace tres semanas.
Por otra parte, ya se cumplió un mes de la desaparición forzada de cinco jóvenes en Tierra Blanca, Veracruz, y hay tres datos sobre el caso. 1. En la semana, Javier Duarte, quien algunos identifican como gobernador de Veracruz, indicó que se detuvo al autor intelectual de la desaparición, aunque los funcionarios de la Segob no se atreven a confirmarlo, pues ni siquiera hay claridad sobre las razones del caso. 2. Los restos que se presume pueden pertenecer a uno de los desaparecidos llegaron la tarde de ayer a Argentina para un segundo análisis. 3. La semana siguiente los padres de los desaparecidos de Tierra Blanca recibirán a los padres de los desaparecidos de Ayotzinapa.
Por último, hace dos semanas señalé aquí un escabroso descubrimiento del colectivo Los Otros Desaparecidos de Iguala. El pasado sábado 13 de febrero fue ejecutada Norma Angélica Bruno, joven activista de dicho colectivo, justo en las afueras del cementerio local, a donde se dirigía para el sepelio de otro joven activista ejecutado dos días antes.
Los desaparecidos no deben ser olvidados.

Escenas del terruño. 1. El doctor José Manuel Mireles, preso político, envió una carta al Papa Francisco para pedir su intercesión por los autodefensas presos. 2. Según una encuesta de Gabinete de Comunicación Estratégica, el 45% de los mexicanos considera que el Papa debió reunirse con los padres de los desaparecidos de Ayotzinapa. Yo estoy en ese 45%, pues creo que el caso Ayotzinapa simboliza el problema del país: corrupción educativa, narcopolítica, linchamientos mediáticos, información vedada, mentiras públicas, guerrilla ideológica, indiferencia, anhelo de venganza. Creo que se equivocó el vocero del Vaticano al afirmar que la reunión se evitó para que no se marcaran diferencias entre el grupo de las víctimas; pero nada impidió que en los eventos públicos se marcaran diferencias entre los funcionarios e influyentes y el resto de personas, nada impidió que el gobierno secuestrara para sí al Papa (no deje de leerse la crítica hipócrita que hoy presenta en El Universal Porfirio Muñoz Ledo, quien denuncia favoritismos en los eventos papales y estuvo entre los invitados espaciales de la Presidencia en la llegada al aeropuerto el viernes 12). 3. Según un reporte de la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer, el 60% de los casos de cáncer infantil se diagnostica y se trata en los consultorios anexos a las farmacias; evidentemente algo es mentira en la presumida cobertura universal de salud. 4. Otra vez, y va de nuez: a nadie le preocupa la censura a Joaquín López-Dóriga. La corrección política siempre es selectiva. 5. Mañana se cumplen 10 años del inicio de transmisiones del robado canal 40. TV Azteca se hizo de un canal de televisión con un grupo armado y se llama a sí misma «señal con valor».

Coletilla (Con dedicatoria para la que cumple años por estos días). “El Hijo de Dios fue crucificado, no en el vigor de su divinidad, sino en la debilidad de su humanidad”. San Agustín de Hipona

En el desierto

En el desierto

Se dice que el cristianismo católico conoce mejor que cualquier doctrina la naturaleza humana, y que a partir de ese conocimiento se irguió triunfalmente. Este es parte del argumento para entender el cristianismo bajo el progreso moderno. Es una derivación de la interpretación meramente política de él; el lugar de los cristianos en la historia como congregación política con base retórica, la conformación del cristianismo como doctrina útil en el sentido actual, que requiere de la teoría a partir de las exigencias evidentes de la práctica. Del conflicto teológico reducido, surge el problema de preguntarnos por los actos cristianos con el nihilismo rondando en nuestras consciencias. La visita papal ha puesto en conflicto todas nuestras convicciones modernas, y la dificultad sutil de que ellas sean en verdad cristianas todavía.

El fantasma del progreso parece ser más notorio en países “apocados” como el nuestro, pero esa apariencia no debe engañarnos. La tragedia a que da lugar, así como las mentiras que los sostienen, permanecen en cualquiera que esté dispuesto a abrazar sus principios. Las virtudes cristianas nos parecen dignas de mirarse, pero nos quedamos atónitos en cuanto lo que ellas exigen. Confundimos fe con mera devoción interna, esperanza con ánimos para el futuro y caridad con obligación o amor fatuo. Las muestras sinceras de esas virtudes atacan fuerte y sutilmente nuestras teorías sobre el sentimiento moral, que es lo que comúnmente aceptamos como regla ética.

Con tristeza y conmoción acudimos al llamado por olvidar la exclusión y traspasar la barrera de la distancia, pero vemos difícil el superarla de verdad. Repetimos confiados que el futuro es de la gente joven, pero argumentamos falta de recursos. Afirmamos que somos conscientes de las tentaciones, pero las disolvemos en la historia, o nos importa poco aceptar lo que hemos hecho mal, buscando “sugerencias positivas”. Las virtudes cristianas no parten ni del sentimiento moral, ni de la construcción dogmática del catecismo. Los oídos y espíritu que ellas requieren se explican a partir del cambio que Cristo mismo hizo a la noción de “historia”.

No es que a partir de él haya un hito de la historia humana, es que la historia, a partir de él, dejó de explicarse sólo con el término de “humana” (lo cual no quiere decir que hizo de todos dioses). El cristianismo no acepta los historicismos modernos, hijos del progreso, por el complejo hecho de que después de la encarnación no hay nada más grande por cumplirse, en el sentido moderno de “cumplirse”. La esperanza, en esa idea, contrario a lo que podríamos creer, se llena de sentido, y no desfallece. Se mantiene uno en la esperanza, a sabiendas de dicho suceso, porque se sabe salvado. Hay razón para ella porque lo venidero puede ser dirigido al gran bien que nos fue legado, como fin de la Revelación. No es progreso material, es la dirección que el amor permite con su luz, participación en la felicidad y consolación del prójimo, bajo la Buena Nueva. Por eso el Papa pide renegar y evitar decir: “nada podemos hacer ya”, frase cincelada en la entrada a las ruinas del nihilismo, en donde todo se explica a partir de la verdad efectiva.

Las tentaciones están íntimamente ligadas con el autoconocimiento cristiano. Ese examen de consciencia que es el inicio del conocimiento de las faltas y aciertos propios llama al conocimiento del Bien. La educación y la cultura modernas pierden todo sentido de sensatez bajo la fundamentación de la axiología moderna, que conlleva inevitablemente al suicidio de la educación misma. En la tentación no hay ausencia definitiva de Dios, pero sí latencia de extravío. De hecho, no hay posibilidad de ser tentado bajo los principios modernos. Las tentaciones se vuelven necesidades o pasiones, contradicción del sentimiento con la razón. Por eso torna complicado explicar el mal en términos modernos. Las tentaciones, en cambio, son manifestación del mal a partir del pecado revelado. Orígenes las explicaba a partir de la búsqueda y la espera en el amor. Quien tiene fe no puede recelar de Dios sólo por la presencia del mal, pues eso sería dar pie al diálogo con el demonio, como lo llamó Francisco. La fe y la esperanza mantienen viva la búsqueda de la verdad ética en el autoconocimiento, y ellas trabajan para la caridad; el amor fiel aguanta tiempos oscuros.

La tentación no debe concebirse como producto de la imaginación, como prejuicio, a pesar de que los prejuicios se conviertan en tentaciones, y por ello el autoconocimiento en el bien práctico siempre se logra a partir de la presencia en nuestra consciencia de lo prohibido y su confrontación con el Bien, que no el deber. En las tentaciones uno puede notar cómo el mal que obramos da pie a un ciclo del infierno: se es tentado a caer por posibilidades a las que todo hombre puede estar sometido, y rendirse a ellas, aunque nos cueste creerlo, tiene consecuencias en los demás. Rendirse al odio es generar resentimiento; aceptar la avaricia es solapar los malos pensamientos, y mantener la distancia nos impide compadecer en la verdad. Las tentaciones son la negación de la historia moderna.

A la espera de la fundamentación moderna de la ética, pedimos principios evidentes y justificados universalmente. Se nos olvida que el mal no es una plaga o, mejor dicho, confundimos las manifestaciones del mal. Queremos que se denuncie de frente y enérgicamente al culpable, deseamos el escarnio público y político, argumentando que el mensaje papal pecó de delicadeza. Pero Francisco mejor que ninguno sabe que nadie puede tirar la primera piedra. Sabe que exhibir la cruenta evidencia no beneficia en nada a la verdad si no se buscan la sabiduría y la razón, y que no se ha de dar satisfacción a quienes hacen de la fe un instrumento retórico. Sabe que no hay solución para el mal en la inflamación del odio, sino que ello halaga el imperio de la injusticia. En el mejor de los casos, Francisco nos ha mostrado que no necesitamos señalar culpables, si ya no estamos dispuestos a velar incansablemente por el otro. Ha clamado por el conocimiento en la Ley y su fin, la encarnación, tratando de llamarnos a buscar resguardo de las tentaciones modernas cotidianas, tan cotidianas como el demonio.

Tacitus

Mentiras progresistas

Mentiras progresistas

En esto del progreso no hay elección. O se es progresista o se es reaccionario del progreso, pero aún de este modo se necesita del progreso para vivir, para ser. La libertad no es algo que se busque, es algo que se ejerce. Vivimos libres y con miras a la eternidad, porque el mantra de nuestra época es ‘si lo puedo desear, lo puedo obtener’. Lo que más desea el hombre es ser un dios con todas las potestades y sin ningún dolor. Se quiere estar pleno, no ser un hombre pleno, sino algo que nunca deje de desear, pero sin sufrimiento. Y resulta que el deseo sólo lastima cuando sé que no lo puedo obtener, o cuando sé que lo que deseo sólo me traerá más dolor del que me causa deseándolo, incluso antes de obtenerlo. Así que se hacen necesarias dos etapas, -aún no sé si una detrás de la otra o juntas-, o quizá un movimiento doble: tener certeza en todo e inventar, para cada momento, mi deseo del bien, no inventar el bien, porque inventar el bien aún al progresista lo deja vacío. Para esto último necesito decirme ‘Tú deseas eso, y lo puedes obtener’. Mentira progresista, pues busca instigar la libertad, no el pensamiento. En todo esto, siempre, se busca el cómo, no el qué.

La libertad, así, toma bríos. Camina expandiéndose hasta donde la razón la lleva, pero la razón sólo ve lo que ella puede ver, -que ya es bastante-, y ese es el otro problema, que la libertad llevada de la mano por la razón en el quehacer tecno-científico ve límites. Y lo que desea es no ver. No quedarse ciega, sino ver la disolución de los linderos que la naturaleza le impone. Superar tales límites. Por eso el progresista no puede inventarse el bien, sino, ¿qué supera? Más bien puede, y de hecho debe, reducirlo. Si el fin del hombre era ser feliz o bienaventurado, ya no más, su fin, ahora,  es no sufrir. Desear y obtener un placer infinito no parece en nada desdeñable, porque sólo así sé que soy libre.

Pero así, el hombre se ve vulnerable frente al hombre. Se busca el placer infinito y como no importa para qué, como la justificación más realista es ‘porque sí’, no hay que ir más profundo. Sólo hay que saber cómo ser más astutos que los demás para obtener más placer. ¿Qué si se vive con miedo? No, se vive gustoso buscando cómo engañar al otro, cómo engañarme, cómo saber si no me están engañando. Así vivimos paranoicos, pero gustosos. Hace mucho tiempo que ya no buscamos la verdad en y con los otros. No, ahora buscamos la mentira.

Javel

 

 

El médico silencioso

Para ti que buscas sanar

Por lo regular hablamos de enfermedades que nos aquejan en silencio y buscamos prevenirlas a toda costa. Con dietas y ejercicios atendemos a la sigilosa enfermedad, y al perdernos en lo que mal juzgamos prudente nos volvemos sordos ante los grandes males que nos aquejan con su ruidosa presencia.

El ruido del pecado ya ni siquiera se percibe. Somos sordos cuando nos perdemos entre las marañas de lo misteriso y de lo excesivamente oculto a nuestros superficiales ojos, en especial cuando ya no vemos con claridad la diferencia de lo que somos con lo que es el mundo. Ya no hay distingos entre lo público y lo privado y con cinismo presumimos el pecado, al tiempo que callamos los efectos malignos que por él logramos.

Con bombo y platillo nos anuncian medicinas para atender aquellos males que antaño silenciosos ahora son gritables; pero el mal más ruidoso y más nocivo que es el pecado agita y ensodece nuestro corazón, a casi todo acostumbrado. Sólo un médico silencioso puede contra tanto escándalo, sólo aquel que sin gritar llama y sin juzgar escucha puede librarnos del mal al que ya nos hemos habituado.

Maigo

 

 

 

 

 

 

 

 

Encerrado

Llevaba encerrado mucho tiempo, no sabía cuánto, aquí los días se sienten diferentes, son diferentes. Todo me parecía simple y complicado, mi habitación, la comida, las pláticas siempre de lo mismo, mi vida. Mi vida se compone sólo de recuerdos; ahí los recuerdos te asaltaban en cualquier pasillo, llegaban repletos de tiempo, de escenas, de vida; sólo los recuerdos se sentían, ellos tan alegres, tan libres. Aunque recordando no veía por qué estaba ahí; no debía estar ahí. Nunca fui muy aventado, siempre razonaba cuidadosamente todo lo que hacía, mis planes eran casi geométricos. Me divertía pensar que la consciencia nos golpea con todos los recuerdos hasta arrepentirnos de haberlos procesado. Pero recordar nos da sentido; una segunda oportunidad.

Cuando no volvía la mirada hacia atrás, no me sentía acompañado. No era que me importara estar con alguien, ni que anhelara la presencia de alguien más, sólo no vi a nadie a mi lado. ¿Habré estado con alguien? No sé. Sé que no estaba en completo silencio, había ruidos; nunca quise darles ningún sentido. Una vez, en la noche, vi a lo lejos como que algo se movía, luego una gran iluminación. Todo sucedía a lo lejos. No quise involucrarme; además, quizá sólo fue un sueño, quizá nunca pasó nada, quizá en otro sueño fui liberado.

Yaddir