“Ellos salieron del Sanedrín muy gozosos por haber sido considerados dignos de sufrir por el Nombre de Jesús”. He 5, 41
La gloria de Dios no se hace presente en el dolor que padece el mártir, sino en la alegría del evangelio. Para verlo de otra manera haría falta aceptar que Dios gusta del dolor en el hombre, es decir, que no es un padre amoroso, lo que resulta no sólo contradictorio, sino hasta absurdo cuando recordamos que es Dios mismo quien da su vida por nosotros en la cruz.
El martir padece, pero no porque su dolor sea el que engrandece a Dios; más bien acepta el dolor que proviene de los hombres, porque su amor a Dios lo lleva a tomarlo con la mansedumbre del cordero que decide no dañar para defenderse.
Maigo.