Amar no es absurdo
El espíritu religioso a que nos orilla el romanticismo fue recorrido y profundizado en observaciones claras por parte de Tolstói. Su Confesión muestra cómo es que a la fe uno llega de manera honesta sólo cuando ha aceptado que la vida moderna es un absurdo insalvable. La fe es buena porque la razón no sirve para navegar. Sócrates es el rey de la ignorancia frente a la banalidad del hombre moderno. La vanidad no es el pecado de los orgullosos, sino la fatuidad de los ingenuos y los hedonistas, de los que esconden lo que demuestra la razón. La razón misma es sólo instrumento de ese absurdo: ella no sirve para argumentar el sentido de la vida y, por lo tanto, su bondad.
Tolstói escoge la fe porque se da cuenta que si su vida no le parecía tener sentido era por ser ella mala. Pero la maldad y la bondad de la vida siguen sin ser demostrables racionalmente. Es absurda e insoportable. La vida se vuelve buena en el momento en que uno puede escoger la acción sencilla. El cristianismo es sencillez y humildad en el sentido en que Rousseau lo sugirió: la bendita ignorancia permite sobrellevar a una comunidad basada en las virtudes del trabajo.
La Iglesia es la afiliación de quien necesita sobrellevar las bondades reales de la fe, de quien tiene que vivir entre ignorantes de ese absurdo de la razón. En ese sentido, difícilmente podría sobrevivir de la caridad. El problema de la teología política es puesto bajo el matiz de la inexistencia de la conversión. La experiencia religiosa es un giro sentimental, proveniente del malestar que genera en nuestro corazón el mal moderno. Si la vida buena se sobrelleva en la ignorancia, en huir de los absurdos de la razón, no hay antídoto verdadero contra ese mal. La navegación socrática y la verdad como el mejor amor se contraponen a la vanidad que nombraba Salomón en el sentido de la vida material despreciable, como lo entiende el hombre de Yasnáia Poliana.
Pero la vanidad de la que habla Salomón no puede admitir mediante la razón la fatuidad de la vida. Nada es más grande que Dios. Pero el cristianismo es tal por la encarnación. La vida no es vana en tanto creación. No puede haber fracaso de la razón para el cristiano, porque sería una contradicción. Aquello más grande no se conoce directamente, pero rendirse es no entender bien la fe. La vida entre los hombres es amarga siempre y cuando hayamos decidido que la creación no fue buena, como se dice en el Génesis. La razón es amor cuando cumple con el mandato de la encarnación.
Tacitus