Voy a hacer como que te creo, imaginaré por un momento que esta pistola no es tuya y que realmente no disparaste en contra de ese vagabundo al cuál dices no haber visto jamás. ¿Y luego qué? ¿Se supone que debo también creer que fue tu sombra la que al sentirse ofendida por el hedor del difunto, lo asesinó con tres tiros de su propia arma? ¡Tonterías! Ahora, si lo que quieres es salir bien librado de este atolladero, tendrás que comenzar por contarme toda la verdad y dejar de respirar tan cerca de mi oído. No creas que no soy capaz de detener esta patrulla un par de minutos para enseñarte a no incomodar a un oficial armado.