Historia y honor

Historia y honor

 

in tritico completum est,

in zizaniis nondum completum est.

San Agustín

 

No es posible pretender la reivindicación del honor sin preguntar primero qué es lo honorable. Parecidamente no puede reconocerse lo honorable si no se tiene alguna respuesta al problema de la razón y la revelación. Si lo honorable no es alumbrado por la revelación, el honor es asunto netamente humano. Si lo honorable no es accesible por la vía de la razón, la única reivindicación posible del honor opera en la fuerza y lo honorable es la condición en que el poderoso ejerce el honor. Sin considerar el problema de la razón y la revelación, la tiranía es la reivindicación de lo honorable. Empero, el problema de la razón y la revelación no se considera en la medida en que se admite -o al menos se supone- que el honor no es únicamente un asunto humano o que lo honorable nos es accesible por la vía de la razón; al problema se le considera en la medida en que se muestra como problema: en que se presenta como una oposición que, considerada con seriedad, nos conduce a la aporía. Si basta la razón para reconocer lo honorable, la revelación ni es necesaria, ni se relaciona de algún modo con el honor. Si la revelación establece lo honorable, ni hay reivindicación humana posible, ni el honor es político. Si el problema de la razón y la revelación no es considerado como problema, ante el fracaso de la política no hay nada que hacer. Sin el problema de la razón y la revelación, la tiranía es necesaria.

El historicismo radical y la teología política postulan la necesidad de la tiranía. Una, bajo la prestancia del orden. Otro, a la impronta del destino. Desde el orden, el problema de la razón y la revelación se aúna en la acción definitiva. Desde el destino, la resolución de sí es la determinación del problema de la razón y la revelación. La acción definitiva y la resolución de sí son la clave del emplazamiento histórico en que se postula la reivindicación del honor. Y ya es un lugar común (desde Karl Löwith) aceptar que el emplazamiento histórico es una secularización de la historia de la salvación. Aunque no es tan común, y sí bastante fuera de lugar, considerar que la posibilidad de la secularización de la historia de la salvación supone la necesidad de la revelación y la impotencia de la razón. Suponer que la razón es impotente para refutar la revelación es disolver el problema de la razón y la revelación. Suponer que la revelación es necesaria es cancelar su posibilidad trinitaria.

La revelación trinitaria de los cristianos es la cancelación de la necesidad de la tiranía. De modo completo, la revelación cristiana comprende seis elementos. Primero, la Creación. Segundo, los encuentros del Señor con el pueblo elegido: la escritura y la historia santa. Tercero, la ensarkosis. Cuarto, la resurrección. Quinto, Pentecostés y la peregrinación de la Iglesia. Sexto, el Juicio. La revelación comprende los seis elementos y los seis elementos comprenden la historia de la salvación. Vista de este modo, la historia de la salvación no es el acaecimiento de etapas de la creatura y la manifestación de personas del Creador; no hay secularización posible. Lo que hay es una explicación (kata logon) de la Ley. Y la comprensión de la Ley permite distinguir los órdenes propios de la creatura y el mundo. El hombre aprendió a partir de la escritura y la historia santa que la Creación no es honorable por sí misma. El hombre aprendió el espíritu sobre la letra a partir de la ensarkosis, pues la encarnación mostró la limitación del honor político. Asimismo reorientó su alma desde la carne para reconocer, en la resurrección, lo honorable. E inevitablemente, en la Iglesia peregrina reconoce la imperfección necesaria de lo humano y en el rastro del Espíritu el camino posible de inspiración. O dicho con la sabiduría de San Agustín: la revelación trinitaria nos muestra las dos ciudades. Sólo desde las dos ciudades se comprende la refutación cristiana de la tiranía y la noción del progreso posible. La posibilidad de reivindicar el honor se encuentra en que el hombre reconozca el orden propio de la ciudad terrena a partir de lo honorable de la ciudad eterna. La posibilidad de reivindicar el honor radica en que la revelación no sea necesaria.

 

Námaste Heptákis

 

Los desaparecidos. Han pasado 20 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. En la semana, los padres de los desaparecidos se reunieron con los funcionarios federales. En la reunión recibieron el informe (conocido en medios como el libro blanco) que no se había terminado de imprimir para la reunión anterior. Además se les comunicó de algunos cambios en el personal de la dependencia que investiga el caso. Los padres solicitaron nuevamente la remoción de Tomás Zerón y que se consideren otras líneas de investigación. Aquí el libro blanco.

Por otra parte, ya son cinco casos de desaparición forzada en Veracruz. 1. Los desaparecidos de Tierra Blanca (José Benítez de la O, Mario Arturo Orozco Sánchez, Alfredo González Díaz y Susana Tapia Garibo, desaparecidos por policías municipales en Tierra Blanca el pasado 11 de enero). 2. Claudia Ivonne Vera García del colectivo «¿Y quién habla por mí?» fue desaparecida por policías estatales en el municipio de Veracruz el pasado 23 de marzo. 3. Los desaparecidos de Papantla (Alberto Uriel Pérez Cruz y Luis Humberto Morales Santiago, desaparecidos por policías municipales en Papantla el pasado 19 de marzo). 4. Jesús Alan Ticante fue desaparecido por policías municipales en Papantla el pasado 19 de marzo. 5. Diego Arnulfo Bazán Vargas fue desaparecido por policías estatales en Veracruz el pasado 7 de abril. No hay novedades sobre ninguno de los casos.

Garita. Comenzaré de aguafiestas: en las elecciones del pasado domingo no perdió el PRI ni ganó el PAN; ganaron priistas vestidos de azul. ¿Cuántos no priistas ganaron? Cuatro: los futuros gobernadores de Aguascalientes, Chihuahua, Puebla y Tamaulipas; de los que tres son panistas y el cuarto (el de Puebla) es «independiente». Los otros tres estados que ganó el PAN, Quintana Roo, Durango y Veracruz, los ganó con priistas vestidos de azul y amarillo. Por su parte, los gobiernos de alianza PAN-PRD en Sinaloa y Oaxaca serán, ahora, priistas. A lo que hay que añadir tres estados donde seguirá gobernando el PRI. De los 12 estados en que hubo elección de gobernador ganaron ocho priistas. ¿Está muerto el PRI? Sus ocho de este año más los doce que ya gobierna (porque el gobernador de Nuevo León es priista «independiente», el de Chiapas priista verde y el de Tabasco fue priista hasta que AMLO lo transfiguró en progre) dan 20 estados con gobierno priista. ¿De veras está muerto el PRI?

Coletilla. “La soberbia tiene apetito de unidad”. San Agustín

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