Con plena atención reconocemos el arte como extraordinario. Aunque acabemos sin palabras, podemos afirmar con cierta sencillez que lo presenciado es arte. Nos cuesta trabajo creer que las manos de Bernini fueran delicadas y precisas para esculpir a Apolo o la elocuencia de Sabines capaz de hablar de la pasión mordaz en nuestras entrañas. A primera vista la obra de arte no parece un quehacer humano, sino un deleite divino. Esta ambigüedad puede llevar a las mayores claridades o exageraciones. Cegados y embelesados, al sentirse ungido, creemos que el artista ya puede residir en un verdadero Olimpo.
Sin tanto problema podemos advertir que el arte no es llevado a cabo bajo presión o alguna coacción. El novelista no escribe únicamente sus novelas para negociarlo por dinero o el pintor tampoco lleva a cabo su arte para poder ver sus cuadros colgados en casas ajenas. Incluso en numerosas ocasiones los artistas se distancian de complacer su hambre con tal de alimentarse con otra clase de sustento. De ahí que podamos indicar que el artista tiene cierta libertad en comparación con otros: el obrero trabajar para poder salir de su empleo, mientras que el artista lo hace para toda la vida. Para algunos esto se vuelve el mayor gozo, un obsequio no reservado por cualquiera.
Pudiendo vivir en libertad, asumimos que el artista es el hombre más dichoso. En ese sentido también resulta como el más humano. Si nada encadenaba al hombre y éste podía vivir en armonía con el resto de la naturaleza, no hay actividad más restauradora que la producción artística. Y ésta lo mantiene en su libertad primigenia, aquélla acontecida en la época donde nadie sometía a su congénere ni era sometido por las presiones modernas.
Siendo el más libre de los hombres, su obra debe ser el mismo reflejo. Como bien señaló alguna vez Schiller, en su carta número veintidós, la perfección de estilo prescinde cada diferencia entre las distintas artes para lograr una integración plena. La libertad artística concede no ceñirse a los principios o a las limitaciones provenientes de ellos: el afán es ascender hacia el cielo nebuloso. Cierta vertiente del arte contemporáneo entendió o malentendió dicha intención, ya que por medio de los performances pretenden integrar distintas experiencias de los sentidos. O algunos vanguardistas no pudieron permanecer quietos con alguna disciplina artística y en muchos casos sus obras eran alteraciones o rupturas: los dadaístas quebrantando el verso para concebir un poema dudoso o Pollock produciendo su estruendo pictórico. Sin tener ataduras ni lineamientos, ni siquiera un fin específico, el arte toma un carácter recreativo. La vida para el artista se vuelve un juego constante donde goza mediante su expresión. Cada obra producida es un aliciente para su espíritu.
Si la máxima aspiración humana radica en romper toda cadena, la expresión resulta uno de los mayores logros. El artista es superior al resto habiendo descubierto el secreto: remarcando su autenticidad que nadie podrá arrebatarle. Quizá viva al margen de la comunidad, pero mejor hacerlo así: es más justa una soledad que una convivencia viciosa. Su vida es un juego entusiasta que no responde a ningún principio o propósito, es como un recién nacido experimentando jovialmente con todo su cuerpo. Y ahora nosotros, con pelota en mano, nos preguntamos: ¿en verdad es la única manera de juego?
Moscas. Trágicamente los últimos años se han visto marcados por el acoso y muertes lamentables en el periodismo. Al respecto, denunciando un silencio basado en intereses políticos, Ricardo Alemán hace un valioso recuento de periodistas asesinados en Oaxaca.
II. Trascendió el miércoles la supuesta demanda interpuesta a Sergio Aguayo por el notable Humberto Moreira. Bien señala el acusado lo sospechoso: en su momento Aguayo no fue el único en denunciar y especular lo turbio del profe. Más grave resulta el presunto trasfondo: la investigación en torno a la masacre de Allende, Coahuila en 2011 (la cual ya fue confirmado por testigos en Estados Unidos).
II. En medio de la pequeña tromba, Loret de Mola registra una relación añeja que ha incomodado el ingreso de Uber en algunos estados.
Y la última… A la velocidad de un correo electrónico, corrió la supuesta declaración de Macaulay Culkin —falsa por cierto— donde confirmaba el abuso sexual por M.J. Quién sabe de dónde vino, pero todos supimos adónde fue a parar. Facebook y Twitter se tornaron rancios y brotaba como hongo la información acerca de ello. La invasión fungi llegó hasta la ventana de la budista de las Lomas, quien, respaldada por sus colaboradores periodistas, especulaban y cuestionaban la supuesta declaración… a nivel nacional. Cercano en días, en una sección del periódico Milenio, se embarró a cierta diputada con apellido Godoy. Un despistado creyó haberla visto en un evento y hasta haber conocido su linaje… la rectificación llegó un día después. El periodista es falible, ¿pero esmerarse en su oficio no se trata de evitarlo? Al menos el segundo admitió su error.