Olímpiele

Los dioses del Olimpo detestan a los mejicanos. Ya está, ya lo dije sin pelos en la lengua. No es muy difícil aceptarlo si nos separamos un poco de la televisión o del radio cuyo trabajo es mantener encendida esta agonizante y penosa llamita de la esperanza. Obvio, es su trabajo mantener a los mejicanos espectantes de una victoria olímpica desde su sillón comiendo palomitas. Lo que me lleva a abordar la parte del relleno de esta semana, porque lo que efectivamente quiero decir en esta entrada se dice en una línea y viene al final. ¿Qué clase de escritor sería si no doy hartas vueltas de preámbulo para entretenerlos y después decir lo que he venido a decir? En fin. Leía en la semana (no recuerdo dónde) bien indignados a unos deportistas (o espectadores) decir que la televisión, bueno los comentaristas que viven bien apretados entre esas dos paredes de la pantalla plana como duendes bidimensionales, estaban cubriendo los juegos olímpicos como un entretenimiento y no como un evento deportivo. (Espacio reservado para que usted, querido lector, añada su risa a la mía y soltemos la carcajada juntos).

Lamentablemente, esta impía declaración trajo a mí una epifanía. ¿Qué coño le veían los dioses olímpicos a los juegos? No me imagino a Zeus o a Apolo sentados en sus sillones de nube comiendo palomitas y entreteniéndose viendo a una bola de bípedos desplumados de uña plana correr uno atrás del otro o en carriles paralelos hacia una meta. No pienso, y juro que nunca lo hice; que los dioses se entretenían en las olimpiadas. Ya a estas alturas del partido, vengo a pensar que los juegos olímpicos en un inicio no era otra cosa que una piadosa ofrenda para que los dioses se regocijaran con la eccelencia y la belleza que ésta trae como torta bajo el brazo. Fin, ya lo dije. Ahora, ¿cómo se vino a corromper esta noble actividad en un terriblemente impío y absurdo quehacer de ver quién es más rápido que otro? No lo sé, seguro la culpa la tienen los precolombinos. ¿Cómo demonios un quehacer cuyo objetivo se vino a trasmutar y a convertir en una ecspresión innegable de la corrupción que tienen nuestras instituciones gubernamentales y su falta de interés para apoyar a nuestros acletas mejicanos? Eso tampoco lo sé, pero me queda claro ya que todos hablan de eso, que el desempeño de nuestros héroes nacionales, de aquellos que tienen la misión de demostrar que todo es posible y que el mejicano la tiene más larga que cualquiera, se ve truncada gracias a la tiranía y maldad de nuestras instituciones, o de los jueces del evento o de el público que les deslumbra con espejitos desde las tribunas, como si nuestros representantes fueran, efectivamente, descendientes de la Gran Tenochtitlán.

No voy a hablar de esta infamia institucional y de cómo el Leviatán (también) institucional está ahí para robarse el dinero y destrozar nuestros sueños (tampoco CONACULTA ayuda mucho y tenemos en Méjico, muy buenas letras que no ganan medallas, pero arrancan suspiros y despiertan consciencias). Vengo, hoy, amigos míos, a hablarles solo de una loca, descabellada y absurda idea que a nadie, nadie, nadie, nadie, en tooodo Méjico se le hubo ocurrido jamás (antes que a mí), no es muy complicada, como se los adelantaba al principio de esta entrada, se resume en una sentencia. Se me ocurrió, al ver que mis compatriotas no ganaban una medalla, que el problema no estaba en las instituciones, ni en el dinero, ni en el apoyo de la CONADE ni en si Peña Nieto puso al frente de ésta a su compadre para que se robe los millones, se los repartan y se los froten en sus pezones; tampoco estaba en que los dioses olímpicos nos despreciaran por ser americanos y cristianos, ni tampoco en que los acletas mejicanos no estén bien comidos o que los jueces fueran todos de esa gran mayoría opresora llamada no-mejicanos de la cuál está conformada el resto del mundo. Llámenme loco, llámenme tonto, pero creo que si los acletas mejicanos no ganan medallas, es simple y sencillamente por imbéciles, débiles, impotentes, mensos, inferiores, incapaces, llámenles como quieran. Simple y sencillamente son peores que los demás competidores. Ya está, no hay más que decir, pierden por malos, chafas, lelos, incompetentes. Pareciera que a veces se les olvida que competir en el Olimpo no es lo mismo que competir en el Tajín.

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