La noche de la impostura I

La noche de la impostura I

 

Ayotzinapa es la imagen más completa de la corrupción del país. Corruptas las escuelas que envueltas en el engañoso manto de la autonomía no distinguen públicamente y con honestidad su activismo político de su labor académica. Corruptos los funcionarios del Estado que omiten su colusión con el crimen y su solapamiento de la ilegalidad, que preocupados por los cálculos de la elección próxima y la encuesta siguiente desvirtúan la investigación y desprecian a las víctimas. Corruptos los combativos de la causa arraigada y los sosegados de la pax mafiosa. Corruptos los mexicanos a los que nos desaparecieron hace dos años a un grupo de jóvenes normalistas, los mexicanos que no podemos dar razón.

         A dos años de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa se sabe que los normalistas fueron atacados mientras se transportaban en cuatro autobuses secuestrados; que los normalistas secuestraron cuatro autobuses durante una acostumbrada y normalizada “colecta” de fondos; que los normalistas requerían secuestrar autobuses, tomar casetas y “recolectar” fondos “a nombre de la normal rural” porque se dirigían a la Ciudad de México para participar en la protesta “estudiantil” del 2 de octubre; que la mayoría de los normalistas desaparecidos eran jóvenes de nuevo ingreso a quienes el “comité de lucha” de la normal tuvo el derecho de obligar a “recaudar” fondos, tomar casetas y secuestrar autobuses para participar en la protesta “estudiantil” en la Ciudad de México y conmemorativa del 2 de octubre de 1968; que el “comité de lucha” de la normal rural es un órgano de formación política del grupo que fácticamente controla la institución y que sigue las órdenes de una organización clandestina afincada en la sierra de Guerrero y que tiene por fin el combate al Estado mediante la focalización de frentes de combate… En resumidas cuentas: sabemos que los jóvenes fueron desaparecidos mientras fueron obligados a infringir la ley por un grupo guerrillero. Y la guerrilla, tan corrupta como siempre, ha guardado un indecoroso silencio por dos años.

         A dos años de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa se sabe que los normalistas fueron atacados por un grupo criminal que los confundió con el grupo con que rivaliza en el tráfico y la explotación de opio en la región; que el grupo criminal incluía entre sus miembros –al menos- al presidente perredista del municipio de Iguala, a su esposa y al jefe de la policía municipal; que el día de la desaparición, el grupo criminal se encontraba en la zona para dar seguridad al evento de precampaña de la esposa del presidente municipal; que en la desaparición de los estudiantes se contó con la participación de miembros de dos policías municipales, se utilizó armamento oficial y se emplearon las patrullas oficiales; que los policías federales asignados a la zona estuvieron presentes en el ataque a los normalistas y que “apoyaron” a los elementos municipales, pero que los videos que evidencian su participación fueron borrados accidentalmente y que las dos copias de seguridad se encuentran actualmente extraviadas; que los normalistas fueron separados en –al menos- tres grupos y conducidos a –al menos- tres lugares diferentes; que durante el ataque hubo incidental presencia militar, pues mientras los elementos castrenses realizaban la búsqueda de una motocicleta coincidieron con el ataque de los policías a los normalistas; que las fotos tomadas por uno de los militares que presenció el ataque fueron desechadas del expediente de la investigación oficial porque eran demasiado oscuras y que fueron destruidas por orden de un militar superior; que uno de los grupos de normalistas fue conducido al basurero de Cocula donde fue quemado, como el mismo grupo criminal ya lo había hecho en el mismo lugar y en al menos cinco ocasiones anteriores; que la investigación de los hechos del basurero está llena de dudas por la evidencia de una inspección extraoficial por parte de un alto funcionario federal, quien posiblemente plantó evidencia en el lugar en que oficialmente se presume terminaron las cenizas de los calcinados; que otro grupo de normalistas fue conducido a una casa de seguridad custodiada por policías estatales y en la que los cuerpos de los normalistas presuntamente fueron disueltos en ácido, como ya acostumbraba hacer ahí el grupo criminal; que se desconoce el destino de los normalistas restantes; que se registró actividad de los celulares de algunos de los desaparecidos en el tiempo en que –según la investigación oficial- los celulares ya habían sido destruidos por los criminales; que no hay explicación oficial de los defectos de la investigación; que el PRD no ha dado razón de su respaldo a un político criminal; que la administración estatal de Guerrero no pudo dar razón de la participación de los policías estatales; que no hay un posicionamiento oficial de los altos mandos del ejército sobre la participación de sus subordinados durante los hechos; que el diálogo entre los padres de los desaparecidos y los funcionarios federales se encuentra suspendido; y que ningún grupo político ha atendido a uno de los principales reclamos de los padres de los desaparecidos: ¿qué garantía nos dan los partidos políticos de que al votar por los candidatos que ellos respaldan no estaremos votando nuevamente por un político criminal?

         A dos años de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa se sabe que los detractores de los normalistas los hacen responsables de su propia desaparición y sentencian vanidosos que eso les pasa por no venerar los ideales de la cultura burguesa, no perseguir los filantrópicos fines del progreso tecnológico y en su lugar buscar la quimera de los trasnochados ideales de justicia social e igualdad de oportunidades; que los defensores de los normalistas desaparecidos culpan al Estado y al Sistema de la desaparición, al tiempo que denuncian airados la desaparición trepidante de las diferencias, el refinamiento de la exclusión y el sofoco de la escasez que opera el desarrollo económico; que los profesionales de la política han utilizado indecorosamente el caso para apuntalar sus propias posiciones y cuestionar las ajenas; que la desaparición se ha utilizado para enmierdar la pestilente guerra ideológica que ha fracturado al país; y que Ayotzinapa, como la imagen más completa de la corrupción del país, nos ha mostrado el desinterés por lo común, por el razonamiento público y ha hecho presente la triste realidad de que ya no hay país.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. Sin duda, la semana quedó marcada por cuatro noticias importantes: dos acapararon los titulares, una fue injustamente ignorada y a la otra no se le consideró en su justa dimensión. 1. En la semana se dibujó la verdadera estatura del presidente Lic. (sic) Enrique Peña Nieto. La UP reconoció que el estudiante plagió. Donald Trump humilló a Peña. Y al final, un evento facilón para que el presidente reiterara que el problema no es de él, sino de los otros, pues somos los otros quienes no vemos lo que él ve. 2. La muerte de Juan Gabriel convocó a -casi- todas las plumas y permitió los más queridos ejercicios nacionales: la injuria, el linchamiento, la sospecha y la conformación del tribunal totalitario de los moralistas de cinco minutos. Rápido, usemos las preferencias sexuales del muerto para lavarnos las manos de nuestra homofobia. Apúrense, prendan velas junto al féretro con los cerillos de Monsiváis para que los políticos se tomen la foto. Vamos, desempolven el traje de la mexicanidad y fabulen raquíticos retratos de nuestra educación sentimental… En medio de la vorágine resalto dos columnas que, a mi juicio, son de las pocas realmente honestas. El lector verá que en esencia dicen lo mismo; alguno sospechará que la similitud muy probablemente nos acerca más al fenómeno. A falta de talento para que yo pueda decir algo sobre Juan Gabriel, te sugiero lector que leas y guardes para ti la columna de Genaro Lozano en Reforma del martes pasado y la de Luis González de Alba en Milenio de ayer. Creo que son las aportaciones más valiosas sobre el caso para nuestro presente político. 3. La reportera Miriam Moreno, del equipo de Ciro Gómez Leyva, dio a conocer un video en que se prueba que en el enfrentamiento de Nochixtlán también disparó la policía estatal, y disparó a matar. ¿Por qué se ninguneó la noticia más importante de la semana? 4. Gravísimo: el gobernador de Morelos mandó golpear a la conciencia moral del país, el poeta Javier Sicilia. Javier nos abrió los brazos para llorar juntos nuestra tragedia y ahora que lo golpean nos preocupa más un estúpido plagiario. Cuando el amor nos vale madre, todo valió madre.

Coletilla. “Cuando se ha perdido la fe cualquier forma de resistencia es mejor que nada. Estos tiempos no nos preparan para otra cosa”. Javier Sicilia