La noche de la impostura II
Voy buscando la razón
de tanta falsedad.
La mentira es obsesión
y falsa la verdad.
Ayotzinapa es símbolo del fracaso de la política. En la noche triste de Iguala se reúnen los elementos que denotan el fracaso de la política. Al tiempo que la oscuridad de esa noche alumbra como por contraste el fracaso principal: el narco. El narcotráfico sólo es posible ante el fracaso de la política, aunque el acercamiento habitual al mismo oculte el fracaso. Ayotzinapa, de cara al fracaso, puede ayudarnos a comprender el problema del narco.
Son tres los modos habituales de “explicar” el narcotráfico: como un problema legal, como un problema de salud pública y como un problema económico. Como problema legal, se supone que el narcotráfico es superable a partir de la modificación de la ley, o de su aplicación estricta. La aplicación estricta de la ley sólo es posible donde es posible la política, donde no lo es, la ley no se aplica, sino que a la fuerza se le llama ley. La modificación de la ley, en tanto ley, sólo puede ser política; modificación a base de la fuerza –del soberano, de la multitud o de la necesidad- es tiranía, no política. Como un problema de salud pública, el narcotráfico se reduce al consumo y su atención se reduce a la legalidad o a la prevención. La legalidad, como en el punto anterior, pide de la política. La prevención sólo es posible cuando hay comunidad. No hay prevención de lo público cuando lo público se ha esfumado. El consumo de drogas como política pública supone que todavía seamos polis. No siéndolo, imposible es prevenirlo. Como problema económico se piensa en dos vertientes: como economía política y como administración de los recursos públicos. Como economía política pide su legalización o solapar la dependencia económica a la economía ilegal. Este sentido se parece a nuestra experiencia del narcotráfico, pues es claro que el desarrollo económico del país –en las regiones en las que lo hay- va de la mano con la economía del narco; nuestro caso, empero, no reúne las economías, sino que ha podido separarlas y en su separación ha encontrado un nuevo negocio. Como administración de los recursos públicos hay dos vertientes: recursos destinados a la salud y recursos destinados a la seguridad. De los destinados a la salud se habló líneas atrás como problema de salud pública. Los destinados a la seguridad fueron señalados como el nuevo negocio que la interacción de las economías formal e informal ha propiciado. El narco ha hecho redituable el negocio de la seguridad.
El negocio de la seguridad sólo es posible cuando lo político ha fracaso, pues es negocio porque cuida del bien individual en tanto se desentiende del bien común. El negocio de la seguridad prospera en la medida en que lo común es desatendido. El negocio de la seguridad prospera en el movimiento dialéctico de un crimen que destruye lo privado y una “administración pública” que destruye lo público. El negocio de la seguridad sólo es posible en una conglomeración en la que cada uno vela por su propia economía. Y sólo en la situación en la que a cada uno le interesa su propia seguridad pude ser posible la terrible noche en que desaparecieron los normalistas de Ayotzinapa.
Intereses privados llevaron al grupo guerrillero que controla políticamente la normal de Ayotzinapa a obligar a los novatos a la violación de la ley. El grupo guerrillero gana en su propia seguridad arriesgando la seguridad de los normalistas. Intereses privados llevaron a los grupos de narcotraficantes a atacar a los normalistas. Los grupos de narcotráfico que atacaron a los normalistas ganan en su propia seguridad, y en su negocio de extorsión en nombre de la seguridad, exterminando a sus rivales y competidores. Intereses privados de los grupos políticos favorecieron el arraigo del narcotráfico en la zona. Los grupos políticos ganan el usufructo de recursos y clientelas a partir de la permisividad de la actividad ilegal. Las fuerzas públicas del orden ganan en su negocio de seguridad –negocio a costa del Estado en su primera etapa y privado en su segunda etapa- mirando desde la baranda el exterminio violento de los negociantes del terror. Intereses privados juegan con la memoria y la desmemoria de los normalistas desaparecidos en un macabro cálculo de imagen pública y marketing de la grilla. Ayotzinapa es marca de alto rendimiento en el negocio de la seguridad. Y el negocio de la seguridad es la cara comercial del imperio de la fuerza. Ayotzinapa es símbolo de la gestación de la tiranía.
Námaste Heptákis
Escenas del terruño. 1. «No creo que pueda encontrarse, en la larga historia de la política mexicana, una decisión más estúpida que la invitación que el presidente Peña Nieto hizo a Donald Trump la semana pasada», dice Jesús Silva-Herzog Márquez en uno más de sus memorables ensayos. 2. Alejandro Hope no considera que la nueva estrategia oficial de seguridad en los 50 municipios más violentos del país resulte exitosa. 3. Interesante reportaje de Contralínea sobre la inspección oficial a presuntos posibles terroristas en México. 4. Omar Sánchez de Tagle advierte sobre el regreso de la violencia en Michoacán. Por su parte, Héctor de Mauleón da cuenta de los reacomodos entre los grupos de narcotraficantes de Michoacán durante la desastrosa operación de Alfredo Castillo.
Coletilla. «Vivimos entre el miedo y la incertidumbre, sin esperanza de que la situación mejore. ¿Ya qué le queda a una? Sólo esperar a que a una le toque». Testimonio de tamaulipeca en el libro Humberto Padgett, Tamaulipas. La casta de los narcogobernadores. Un eastern mexicano, Urano, 2016. p. 175.