El llanto se apodera de mis ojos, la voz se atora en mi garganta, mis dedos tiemblan de impotencia ante los cambios, que son tantos como para con la escritura y el discurso fijarlos en mi mente que se revuelve y confunde sin encontrar esperanza.
Cualquiera diría que sólo se trata de un resfriado, pero en realidad es malestar. Malestar con el estado de las cosas y conmigo misma por no hacer más que quejarme de mis malestares.
Maigo.