Amistad evasiva

Amistad evasiva

 

El diálogo ciceroniano sobre la amistad, Lelio, es evasivo, y casi nadie consideraría a la evasividad como una característica de la amistad. Por alguna razón que no todos saben preferimos pensar a la amistad con la constancia, como si el trato reiterado por sí mismo permitiese la amistad. Nos engañamos: la enemistad es más constante que la amistad (¿o no decía Rousseau: “dejar de evitarse cuando uno ofende a otro es estar seguro de no reconciliarse nunca”?). El diálogo ciceroniano sobre la amistad relaciona complicadamente la evasividad y la amistad. Además de las ausencias, el diálogo tiene dos evasiones importantes que corresponden con las dos respuestas ciceronianas en torno a la amistad. No captaremos las evasiones si no reconocemos las respuestas y no reconoceremos las respuestas si no conocemos las preguntas.

         El diálogo ciceroniano sobre la amistad presenta dos preguntas profundas sobre su tema: qué es la amistad y cómo se origina la amistad. La distinción de las preguntas no es desdeñable, pues en ella se distinguen dos posiciones sobre el conocimiento. La primera pregunta considera a la amistad como un fenómeno del que cabe dar razón a partir de una definición adecuada. Saber qué es la amistad –en el campo abierto por la primera pregunta- es una salvación del logos de nuestra experiencia cotidiana. En cambio, la segunda pregunta no considera a la amistad como un fenómeno del que es posible dar razón, sino que pide al que pregunta remontarse más allá de su propia experiencia para reconocer en el origen lo que realmente sea la amistad. La diferencia, para decirlo en los siempre confusos términos de la intelectualidad, radica en preguntar por el ser de la amistad o por los elementos de la amistad. El modo peculiar en que Cicerón enfrenta la diferencia da qué pensar.

         La primera pregunta sobre la amistad lleva por respuesta el fundamento metafísico de la amistad formulado por Aristóteles y ligeramente modificado por Cicerón. La amistad es definida por Aristóteles como consentimiento de la existencia. Cicerón la define como consentimiento de la existencia en cuanto todo lo humano y lo divino. Tras dar la definición, el personaje ciceroniano que la enuncia cambia de tema y se dedica a exponer las ventajas de la amistad. La comprensión correcta de la definición de la amistad es evadida. La comprensión correcta de la amistad es sustituida por las ventajas de la amistad incomprendida. Evidentemente, las ventajas son vistas por quien ignora la verdad de la amistad; el filósofo, quien profundiza en la definición ciceroniana de la amistad, no necesariamente ve ventajas: ¿qué amigos puede tener el filósofo cuando es extremadamente improbable consentir en todo lo humano y lo divino? La evasión es, en cierto sentido, amistosa.

         La segunda pregunta sobre la amistad reconoce tres elementos: la amistad es un amor benevolente por la virtud y la probidad. La respuesta retoma algunas de las vacilaciones de los personajes platónicos del Lisis, pero introduce un elemento realmente novedoso: la probidad. El probo es, contra lo que pudiera pensarse, un fenómeno. El término llega al latín desde el indoeuropeo. El prefijo es una preposición locativa que nombra a lo que está en frente. La última sílaba proviene de la raíz *bhuo, que en griego origina el conocido physis y literalmente significa crecimiento. El probo, por decirlo de algún modo, es el que se presenta tal cual es, el que en la amistad despliega su naturaleza. El probo no es el franco o el honesto. El franco, del germánico Frank (jabalina) proveniente del indoeuropeo *prank (tallo), es quien se abre camino para ser libre, para mostrarse tal cual es. El amigo franco es quien nos obliga a aceptarlo, no así el probo, a quien nos deleitamos con ver en su verdad. El honesto, por su parte, es una idea totalmente romana que nombra al digno de honor –el honor indoeuropeo, el yazas en sánscrito, señala al renombre; el honor griego, timé, nombra la dignidad del ciudadano; el honor de los latinos nombra la disposición al reconocimiento por la propia grandeza, ni es el bello recuento de los nombres del hinduismo, ni el comportamiento ciudadano del griego-, al que no cae en deshonra. El amigo honesto cumple su palabra, incluso por la fuerza del compromiso, mientras que el amigo probo no compromete su naturaleza, del probo se espera el beneficio que nos dona su liberalidad. Que la amistad se funde en la probidad permite pensarla como la única actividad no solitaria que es genuinamente libre. La probidad amistosa permite a los amigos ser tal cual son. Sin embargo, el personaje de Cicerón que menciona los elementos de la amistad nuevamente deja de lado el tema para ofrecer consejos sobre la amistad misma. Evidentemente, los consejos son un consuelo de la ausencia de probidad. El filósofo, quien ya sabe lo difícil que le será tener verdaderos amigos, ahora nota lo importante que sería tenerlos. Ninguno de los consejos, y esto es parte de la genialidad ciceroniana, es filosófico. El filósofo sabe los límites de la probidad. Sabe que la segunda respuesta tiene por límite el genio de la naturaleza. Y en este sentido la evasión amistosa propiciaría la probidad. Pero eso prefiero no explicarlo.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. El crimen crea para sí una mitología de justificación. En el caso del narco su mitología se extiende desde la impostura religiosa de la Santa Muerte hasta la propaganda musical de los narcocorridos. Por ello es importante tomar en cuenta la mitología de los huachicoleros, crimen mexicano en boga.

Coletilla. El mejor café se produce entre el Trópico de Capuchino y el Trópico de Latte. (De nada, Starbucks)