Dormía plácidamente. Un ruido lejano atravesaba mis sueños; me conducía a la vigilia. Era el teléfono que sonaba. Tuve que contestar. Antes de emitir ruido alguno, alguien al otro lado de la línea me preguntó: ¿fuiste alumno del Oyente, cierto? Sí, contesté. Perfecto. Necesitamos una reseña de “Lunas”. ¿Para cuándo?, era mi turno de preguntar. Tienes dos semanas, advirtió y colgó. Al fin me volvería a internar en los misteriosos alumnos del brillante y aún más misterioso Juan de Mairena. Aunque una pregunta me congelaba mi emoción: ¿sería un digno alumno de mi Maestro?
Después de dos semanas de trabajo, dudas, incertidumbres y mucho café, creo que termine la reseña. Dejo la nunca terminada reseña de Lunas:
«La luna, misteriosa, nocturna, siempre incompleta, hereda algunas de sus cualidades al personaje principal de la obra: Pablo Lunas. El maestro de preparatoria se va mostrando en fases mediante sus métodos pedagógicos creativos e inacabados, que para algunos lo hacen ver como un lunático . Dian Yaub comienza a hacer la biografía de su Maestro conducida por una de sus tantas inacabadas lecciones, internándose en la noche de su vida. El cielo estrellado la guiará hacia una cabaña en Pueblo Quieto, donde todavía vive la que fuera esposa de Lunas: Aurora. Con las primeras luces del día, la solícita alumna esperará que la aurora le dé las suficientes luces que le permitan conocer mejor a la luna, pero, como la luna y la aurora comparten durante poco tiempo el cielo, apenas si podrá sacar algo en claro. La vida privada de lunas es tan misteriosa, e inacabada, como sus clases.
El salón de clases se llena de preguntas y problemas que nacen de la labor literaria. El problema al que se enfrenta todo aquel que quiere escribir o pensar sobre uno o varios libros que han desafiado el tiempo, Pablo Lunas lo sintetiza así: “Muchachos, hoy quiero hablarles de la contienda que nuestra memoria debe entablar diariamente contra el olvido.” El Maestro presenta el tenebroso problema de la clara expresión de una idea contra la perfecta expresión pidiéndoles a sus alumnos que intenten expresar algo cómico. Una alumna lee el resultado de su expresión: “Al sacar del horno las donas listas, Lola comentó a mi mamá, que la esperaba a su lado: -Stá re chico el bújero.” Todos los alumnos ríen; la frase da risa, parece perfecta, pero el Maestro corrige: para ser perfecta hace falta que le cause risa a todo aquel que habla español, no sólo a los mexicanos. Aunque el problema más complejo que parece presentar Lunas es el del autoconocimiento en la labor del escritor. Para lograrlo debe hacer su autobiografía en el momento en el que pretenda comenzar a escribir. Nunca queda claro para qué dice Lunas que esa es el más grande problema del escritor. Dian Yaub, misteriosamente, comienza con la biografía de su Maestro.
Las incompletas lecciones de las clases de Lunas parece que nos invitan a completarlas; las entrevistas de Dian con Aurora se nos presentan incompletas; Lunas sigue siendo Maestro en los apuntes de su alumna, como bien lo aprendió de Juan de Mairena. Lunas, como buen Maestro, nunca arrojará a sus alumnos hacia el precipicio de las falaces certezas literarias.»
Yaddir