Esbozo sobre la teoría de la representación

Nos resulta habitual escuchar que no tenemos políticos que nos representen. La diferencia que existe entre un gobernador y la mayoría de los ciudadanos consiste en que ellos no sólo tienen derecho a la salud, a la vivienda, a la seguridad, a votar y a las actividades recreativas, tienen obligación de atenderse con los mejores médicos, de vivir en amplias mansiones, de que los escolten decenas de guardias,  de elegir a quién se vota y a quién no y de derrochar dinero en los más inverosímiles lujos. Además, difícilmente atienden las quejas ciudadanas y si parecen hacerlo, siempre es para mejorar su imagen; parece que hacen, parece que dicen, parece que no hicieron, parece que no dijeron. No es difícil ver el muro que hay entre un político y un ciudadano; la representación no es posible y tampoco la política.

La representación, parafraseando al pensador Eric Voegelin, nos clarifica nuestra experiencia política. Si no estamos bien representados, nuestra vida política, en comunidad, se va deformando. El sistema democrático-institucional es el que parece que debería representarnos mejor, pues los ciudadanos eligen a quienes los representen mejor (presidentes, ministros, cancilleres, etc.) en distintas zonas y en distintas áreas. Esto resulta inmejorable si la política no fuera un remolino entre las apariencias y la realidad. Parece que un presidente puede recobrar la grandeza de una nación si el presidente está acostumbrado a hacer buenos negocios, pero la política no se reduce a la administración; la representación no es un negocio. Los representantes locales suelen ser personas adecuadas a la localidad; localidades homogéneas no tienen problemas en escoger a quien les parezca un digno representante de sus costumbres; localidades mixtas, pueden dividirse y encontrarse en constante pugna: un hombre racista no admitirá al distinto, pero si la mayoría son distintos y están representados, al racista sólo le queda rumiar su rabia esperando el momento de vengarse. Pero que un hombre parezca representar según su vestimenta, su tez de piel o por algunas de sus actividades, no lo hacen buen gobernante.

La representación puede mejorarse si se piensa en el tipo de régimen que podría representar mejor a los ciudadanos. Como la representación no es una imposición, los ciudadanos deberían discutir sobre el mejor modo en el que se sientan representados y quiénes los pueden representar mejor. Elegir a un representante por gusto, siempre será problemático por la variedad de gustos que se pueden presentar. La política no es un reality show.