Navidad una, sólo una

Navidad una, sólo una

 

Me molesta la paganización de la Navidad, a pesar de que por ella la celebración se mantiene. Entre las expresiones populares es común escuchar que la Navidad es la oportunidad de que dios nazca en el corazón de las personas, de que renazca el amor en el alma de la gente, de que la vida se abra nuevamente a la eternidad… Y todo lo que la espiritualidad posmoderna gusta decir y escuchar. Sin embargo, en Navidad dios no renace, ni dios nace cada año al final de la Noche Buena, ni hay una renovación de los pactos de amor de la cristiandad. Todo ello es paganismo. Son los paganos quienes tienen una visión cíclica del tiempo (el eterno retorno). Son los paganos quienes creen que dios muere y renace para mantener el ciclo de la existencia. Son los paganos quienes ven en el renacimiento la renovación de los pactos, las oportunidades nuevamente avenidas, la oportunidad cíclica de la salvación (moksha). La Navidad no es una fiesta de fecundidad, no es un nuevo inicio, no es la perpetuación del devenir. La Navidad es una y sola. No es celebración de la fecundidad, sino aceptación de la gracia. No es inicio, sino cumplimiento. En la Navidad no hay pactos qué renovar, sino consumación del Pacto –el de Abraham, Isaac y Jacob-. La Navidad no es oportunidad de salvación futura, sino salvación acontecida. En Navidad nació el Dios que no renace, sino Resucitó. Y la Resurrección no es un evento cósmico, que eso es la Creación que supera la nada, sino la superación del más profundo nihilismo del pecado y la muerte (cfr. Robert Sokolowski, Phenomenology and The Eucarist). Por eso la Navidad es una sola, un evento único, es definitiva. Por eso su celebración en realidad es conmemoración. La Navidad es la conmemoración de quienes vivimos los últimos días…

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. El lunes siguiente se cumplen 27 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. Es importante mencionar el más reciente libro sobre el caso: La verdadera noche de Iguala de Anabel Hernández. El libro se presenta como una detallada investigación en torno a los hechos del 26 de septiembre de 2014, aunque en realidad es un detallado alegato en contra de la explicación que la PGR ha ofrecido del caso. El libro se centra en desmentir a la PGR, sin que por ello diga la verdad del caso; por su lectura no sabremos dónde están los normalistas. Tengo cinco observaciones sobre el libro. Primero, exculpa a José Luis Abarca. La prueba máxima para la exculpación es una entrevista realizada por Hernández en junio de 2015, donde el exalcalde perredista de Iguala afirma que tras finalizar el informe de labores de su esposa estuvo en coordinación con los elementos de seguridad (p. 148). Es sospechoso que una periodista tan puntillosa no contrastara esa entrevista con la única que dio Abarca tras los hechos, la mañana del 29 de septiembre de 2014, donde afirmó que no se había enterado de nada y se fue a dormir tras el informe. ¿Por qué tiene validez la segunda entrevista y no la primera? Segundo, se insiste una y otra vez que los policías de Iguala fueron inculpados, pues ellos no sólo entregaron las armas voluntariamente, sino que también permitieron que les hicieran las pruebas de rodizonato de sodio, lo que permite a la autora presentarlos como probablemente inocentes, bajo el supuesto de que la culpabilidad produciría resistencia. ¿Por qué es más fácil suponer la fabricación de culpables que la confianza en la impunidad? Tercero, a lo largo del libro se menciona al exgobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, de modo peculiar. Por el inicio la periodista afirma: «según sus allegados, lo consiguió (el triunfo en las elecciones) con el apoyo incondicional de Peña Nieto y Osorio Chong» (p.68). En la siguiente ocasión, menciona al exgobernador Aguirre como «cercano al presidente Peña Nieto y al secretario de Gobernación Osorio Chong» (p. 72) . Y más adelante, Ángel Aguirre es presentado como «amigo personal de Peña Nieto y Osorio Chong» (p. 158). ¿Cuál fue la prueba? ¿Pasar de un «se dice» a una afirmación categórica? ¿Por qué sugerir el presunto apoyo de Peña y Osorio en la campaña a la gubernatura, y no mencionar, por ejemplo, el apoyo real de López Obrador en esa misma campaña? Cuarto, en ninguna parte del libro se sopesa la responsabilidad de la organización estudiantil, y sus grupos afines, en los hechos de aquella noche. La autora decidió que para su investigación sí era conveniente hablar de la relación de los normalistas de Ayotzinapa con Lucio Cabañas, pero que no iba a investigar la relación de los normalistas de Ayotzinapa con la guerrilla (relación ya mencionada en Los 43 de Iguala. México: verdad y reto de los estudiantes desaparecidos [Anagrama, 2015] de Sergio González Rodríguez pp. 31-39). La autora decidió que para su investigación sí era conveniente hablar del secuestro de camiones y justificarlo porque «la normal no tiene presupuesto para las movilizaciones» , y que no era conveniente señalar que no se puede asignar un presupuesto a un rubro que no corresponde a las actividades escolares. ¿Por qué ser tan condescendiente con los normalistas? ¿La verdad sólo se ve tras las gafas del romanticismo revolucionario? Y por último, se insiste a lo largo del libro en la participación del ejército aquella noche, pero la prueba que aporta la autora es una afirmación de «un informante de credibilidad comprobada» (p. 324) quien afirma que los militares fueron a rescatar la heroína oculta en los camiones tomados por los normalistas y que necesitaron desaparecer a los jóvenes para que no hubiera testigos. De ahí, la autora refiere nuevamente la sospecha de que fueron llevados a las instalaciones del 27 batallón; pero es sospecha, no prueba (sobre todo porque hay otras posibilidades que la autora decidió no considerar, como las referidas por Humberto Padgett en su Guerrero. Los hombres de verde y la dama de rojo [Urano, 2015] pp. 127-137) Por lo demás, el libro es un excelente documento que reúne las deficiencias de la investigación oficial y su lectura es imprescindible para la comprensión pública del caso. Anabel Hernández nuevamente ha hecho un gran trabajo periodístico. 2. Jesús Silva-Herzog Márquez es el primero en decirlo tan claro: tras el fracaso de los 10 años de lucha contra el narco, tras la destrucción en que nos tiene nuestra guerra civil, ahora estamos discutiendo el estado de excepción, estamos discutiendo la dictadura. 3. El pasado miércoles 21 de noviembre se publicaron, en el Diario Oficial de la Federación, los «Lineamientos Generales sobre la Defensa de las Audiencias». Preocupante es el artículo 15, en el que se distingue entre información noticiosa y opiniones, distinción que obligará a los periodistas que ejercen en radio y televisión a separar la presentación de la información y la editorialización y comentario de los contenidos informativos; es decir, el Instituto Federal de Telecomunicaciones ha inventado la «objetividad» informativa y, suponiendo idiotas a los radioescuchas y televidentes, ha decidido que para velar por el derecho a la información, la información no debe editorializarse. Cabe la duda: ¿a partir de febrero de 2017 tendremos solamente notas con cifras oficiales y repetición de notas de prensa? Grave atentado a la libertad de prensa. Los políticamente correctos, como andan envolviendo sus regalos, no han levantado la voz. 4. Informa La Jornada de hoy que el gobernador de Nuevo León, el priista e independiente Jaime Rodríguez Calderón -quien hizo campaña bajo la marca de «El Bronco»-, está molesto con que lo periodistas hagan su trabajo y por ello declaró «que se jodan, ya no vamos a comprar periódicos». Qué jodido el góber de los regios.

Coletilla. “¿Cuándo comprenderá la gente que de nada sirve que alguno lea su Biblia si no lee también la de los demás?” G. K. Chesterton