Perorata de un salvaje
…este chiquillo parece bastante reacio a unirse en el juego erótico corriente […] empezó a llorar y… Aldous Huxley
Una vez que se llega a la conclusión: “Todo está permitido”, parece una burla inocente andar hablando de castigos. Si todo está permitido, es decir, si no hay límites, ¿por qué se habría de indicar uno? Los castigos, las reprimendas, son precisamente la muestra de que si se actúa liberalmente, habrá un cerco que nos impida reintentar el camino. Mejor es hablar de una rehabilitación, que no de un castigo. La rehabilitación permite, entre otras cosas, introducir en el pensamiento de los hombres, la escurridiza idea de que necesariamente no hay límite alguno, lo que hay es una mala decisión de cómo se quiere llegar al fin deseado. Lo que se debe es rehacer el camino, no obstruirlo, ni satanizarlo.
Castigar, es de hecho, una muestra desmesurada de la fuerza y el salvajismo que aún ronda nuestras vidas. El que castiga es un asesino de la libertad, y el que asume el castigo, un mártir del que hay que aprender la paciencia; pero sobre todo, al que hay que apoyar una vez que salga, para que retome su camino, siempre y cuando lo haga por otra vía que no coercione su libertad. Pues, de hecho, es la autenticidad del hombre ingenioso o talentoso la que se necesita conservar y alentar antes que nada. El hombre de talento es el que muestra el camino de la originalidad siendo transgresor de las costumbres apocadas que en nada ayudan al desenvolvimiento de la naturaleza humana. Ser libre y autentico es aquello que se ve impedido por la justicia.
El castigo, piensa el hombre talentoso, es el límite entre el bien y lo que debe hacerse para romper estigmas éticos, que malogran la grandeza del hombre que posee un ingenio superior. Por eso en las utopías no puede haber castigos, sino rehabilitaciones, pues todos son libres de gozar de la naturaleza humana en todos sus sentidos, siempre y cuando se respete la vida. La vida, siendo el sostén del talento y el placer, no puede ser tan pobre de tiempo y sensaciones… pero eso ya lo resolverán los científicos y neurólogos.
Pero acaso las utopías que ofrecen lujos, placer a flor de piel, vida eterna, poder ser auténtico, se olvidan de un pequeño detalle llamado Dignidad. La dignidad tiene que ver con la libre y plena realización del hombre como ser bueno y feliz. Es decir, la originalidad desde la postura de la dignidad humana, también apoya lo auténticamente humano, pero pone como fin a la felicidad, y no al placer infinito. El salvajismo al que hacía referencia hace un momento y que aún ronda en nuestras cabezas, es precisamente la furia que se siente cuando se nos intenta restar o aniquilar la dignidad propia o de algún hombre o pueblo. Este salvajismo nos ayuda a mantener los pies en la tierra. Y precisamente se pierde el terreno cuando no se muestra lo perverso del mal, lo inadecuado, lo tortuoso de las malas acciones. Cuando se muestra al mal, como algo deseable, perdemos vida. Castigar no es, por todo esto, un salvajismo, sino la más alta muestra de dignidad ante lo que está mal en el mundo. Es un intento por no dejar que el mal gane terreno. Es una muestra de cuánto amamos el bien. Es el buen salvaje gritando, ¡no me mates! ¡No me denigres!; o bien, es el niño que llora porque le da miedo el mal y se avergüenza de ser partícipe de este grotesco juego.
Javel