Ya pasaron varios años desde que la guerra terminó. Tucídides ha tenido muchos problemas para llevar una vida normal. Le pesa de más no tener más preocupación que cuidar de la granja que el gobierno le dio. Todos los días se levanta temprano, hace sus deberes y antes del medio día su trabajo ha terminado. El resto del tiempo se le va en recordar: mira pasar frente a sus ojos los cuerpos de sus enemigos; revive la excitante sensación de inseguridad que tenía cuando había bombardeo mientras está sentado en una vieja banca. Eso lo anima un poco; sin embargo, el único momento en el que encuentra paz, es durante la noche, en sueños. A diario, desde que volvió del servicio, ha soñado que cava una tumba muy profundas en el lodo bajo la lluvia, una igual a donde sepultó a cada uno de los caídos en batalla.