El cuerpo de las palabras

Usamos tantas palabras que pensamos que al decirlas se irán volando por el aire hasta que un sorpresivo recuerdo las alcance. Pero las palabras tienen ideas que no flotan, sino que se apersonan. Avanzan, crecen, se congregan con sus semejantes, fraguan planes, cambian, deciden, dudan o mueren. Hay ideas que saben cómo vestirse, cómo colarse a los eventos que se consideran importantes, que están a la moda; a veces esperan su momento, saben cuándo conviene presentarse, cuándo es prematura su presentación. Otras son astutas, saben disimular, disfrazarse para casi cualquier evento. Pero hay ideas que son secuestradas, torturadas y cercenadas para los más perversos fines; a fuerza de tortura, cual hierro al rojo vivo, se somete a las ideas y se les da una forma que no les corresponde para que puedan justificar un uso distinto del que realmente les convenía seguir. Aunque también pueden resistir, aparentar que van acorde con la corriente o fingir que duermen, pero viven, en espera de algo que les muestre su verdadera finalidad. Las ideas también hacen como que flotan, que nunca tocan tierra firme, que se encontraban en otro lado si es que son cuestionadas. Por más alto que vuelen, las ideas siempre tendrán vida, siempre respirarán, siempre podrán sangrar, siempre serán parte de una acción.

Yaddir