Decir que nos une el descontento, la rabia, el enojo y el miedo, es creer que actualmente hay unidad. Pero el descontento, la rabia, el enojo y el miedo se presentan de diversas maneras y se desgastan con rapidez. Lo cual nos permite percibir que las molestias son insuficientes para unificarnos. Mucho menos pensando que es más fácil que saboteen cualquier intento de unificación posible que el que podamos manifestar la unidad. Parece que encontramos más razones para separarnos que para unirnos. Aunque, ¿por qué nos resulta imprescindible la unificación?, ¿creemos que unidos podemos igualar la fuerza que nos oprime? Quizá para unificarnos haya que ver la razón por la cual es buena la unidad, en caso contrario, la unificación es momentánea. Ni el ideal de la libertad justifica caminar encima de los muertos.
Quizá la metáfora del cuerpo humano para ejemplificar el cuerpo del estado nos suene lejos en la actualidad, pues ¿no vemos desacompasado lo que se piensa hacer el cuerpo con lo que se ejecuta y con lo que se puede ejecutar? Además, ¿no vemos un cuerpo débil ante los embates de los animales salvajes? Y si el cuerpo no se protege a sí mismo, si no protege hasta la cutícula, ¿no se comenzará a desmembrar a sí mismo y perderá toda posibilidad de unidad? La pregunta latente sigue siendo ¿qué le da unidad a ese cuerpo? Falso sería decir que nuestro cuerpo sólo se unifica de materia, pues la materia no decide hacia donde moverse. ¿Necesita una cabeza, alguien que la movilice y así pueda movilizar el cuerpo entero o personas que pongan en funcionamiento dicha cabeza? Si tan sólo la cabeza pudiera decidir cómo protegerse, cómo actuar y los métodos exactos para lograrlo, sólo haría falta un buen plan y la unidad tendría resultado. ¿Qué nos impulsa a mover nuestro propio cuerpo? La voluntad podría ser una respuesta. Aunque la voluntad no sirve sin una idea que nos permita alumbrar la finalidad de los movimientos corporales, pues si no regresamos a los inconvenientes de la acción por mera reacción violenta. Sin cuerpo, una idea que lo guíe y voluntad para lograrlo, la política fracasa.
Yaddir