Al hurgar sobre cualquier tema inevitablemente caemos en un sitio ya conocido o descubriremos que la realidad es más complicada de lo que nos parecía. Ver un simple objeto, como una cama, una almohada, un sillón, nos pueden llevar a pensar en el descanso, en el sueño, en la soledad, en la consciencia, en el amor. Nuestra cotidianidad es menos simple de lo que nos la queremos dibujar. Por eso, Montaigne, en su ensayo Protocolo en las entrevistas reales nos lleva a una reflexión que comienza en la molicie de las cortes y va hasta la reflexión política. De los siete ejemplos que usa, sólo tres tienen que ver con la realeza y los otros cuatro podrían referirse a la cortesía entre simples particulares, entre eminentes miembros de la corte o entre gente sencilla y aristócratas. ¿Para qué pensar la cortesía real si la mayor parte de nuestro trato es con gente como nosotros?, ¿el texto del pensador francés se dirige a los hombres de las cortes exclusivamente y es un manual de buenas maneras? Evidentemente no, pues sus afirmaciones son generales y hay una contraposición entre cómo se comportan las personas principales entre ellas y cómo se comporta él, un particular, con cualquier persona (el cual es su cuarto ejemplo). Él no muestra demasiada deferencia hacia las personas porque eso sería ser un esclavo, es decir, resulta grosero para los principales, y para cualquier persona, ser adulados en extremo, pues resulta aburrido y deshonroso recibir caravanas de alguien demasiado inferior, así como toda persona excesivamente aduladora no se comporta así porque se sienta inferior y valore la excelsitud de su admirad, sino porque su actitud tiene un precio. Pensar la cortesía real nos sirve para ver las costumbres políticas del hombre.
Las reglas del decoro establecidas por la costumbre pueden ser erróneas e inclusive demostrar grosería. Pero eso no quiere decir que no deban ser seguidas, pues pensar las costumbres nos llevan a pensar cómo conviene comportarnos para convivir armónicamente. El buen comportamiento es el comportamiento que propicia la vida política, pues la mejor manera para mostrar cuál es el buen comportamiento no es dando preceptivas o armando manuales de buenas maneras, sino que es comportándonos bien.
Yaddir