Dicen que en el pueblo vecino no tienen cárceles. Las cerró el señor gobernador el día en que llegó el brujo ese. Dicen también que es él quien se encarga de impartir justicia. La verdad, yo creo que les ha funcionado el sistema, y eso que allí estaban repletos de maleantes, ladrones y violadores. Según escuché, el brujo fue aceptado desde el día en que llegó sin que nadie se opusiera. Lo mandaron a vivir a una villa muy bonita cerca del palacio de gobierno. Fue ese mismo día en que vaciaron todas las cárceles y las hicieron parques para que los niños jugaran. Dicen también que los años de prisión fueron abolidos del sistema penitenciario y que ahora todos pagan la misma condena, la que el brujo estableció. El día en que liberaron a todos los presos, los llevaron de dos en dos, esposados y sometidos ante el brujo recién llegado, quien con un hechizo que solo él conoce les retiró del rostro los ojos. Según me contaron, los fue apilando desde la raíz como si fueran racimos de uvas frescas que ahora cuelgan en perfectas condiciones de las través de la oficina del procurador de justicia, que no es otro que el mismo brujo. Los maleantes son condenados a perder sus ojos y una vez que quedan ciegos se les deja en los extremos del pueblo a su suerte. Algunos se marchan perdiéndose en el bosque, otros reingresan a la ciudad y viven de limosna durante largo tiempo. La pena de ceguera termina el día en que logran entrar a la oficina del procurador, ese mismo día se les reinstalan los ojos y se les reintegra a la sociedad
Archivos por mes: abril 2017
Éxito empresarial
Éxito empresarial
Cobra vende droga en una camioneta estacionada frente a una oficina municipal de Protección Civil. No recuerda si él llegó primero o llegaron primero los del ayuntamiento. Nunca han sido un obstáculo, sino que siempre han representado una oportunidad. Cobra es lo que podría decirse un emprendedor exitoso. Cobra sí es testimonio de la prosperidad del país.
Escogió el lugar porque a unos pasos está la puerta de acceso de los cargadores de una fábrica grande. Al principio, sólo se estacionaba a las seis de la mañana y a las seis de la tarde; surtía a los cargadores a la entrada y a la salida de cada turno. Por suerte para el negocio, Protección Civil recomendó a los directivos de la fábrica que se prohibiera fumar dentro de las instalaciones, por lo que los trabajadores adquirieron el derecho de salir a fumar cuando lo necesitasen. Con la clientela en horario extendido, Cobra tuvo que permanecer estacionado mucho más tiempo fuera de la fábrica. El sacrificio rindió sus frutos porque las ventas aumentaron.
Con horario extendido, Cobra pudo diversificar su abanico de clientes. A media cuadra del lugar donde estaciona su camioneta, pero en la acera de enfrente, hay una secundaria: al menos quinientos clientes potenciales. Los horarios de fuerte venta eran naturalmente a la entrada y a la salida de los escolares; pero los niños son menos discretos que los cargadores y tenerlos en fila afuera de la camioneta era riesgoso. Cobra logró que su hermana estuviese al frente de la asociación de padres de familia de la secundaria y que la asociación decidiera que los niños tienen derecho a salir de las instalaciones para acudir a la papelería cercana. Cobra extendió su horario de seis de la mañana a ocho de la noche.
Las recientes alzas en los precios fueron igualmente aprovechadas por Cobra. Los cargadores han cubierto medios turnos extra para aumentar su ingreso, lo que favoreció las ventas: necesitan cargar más y cansarse menos. La asociación de padres aprobó que la dulcería escolar incrementara los precios, por lo que los niños llevan ahora más dinero y han aumentado las ventas.
Cobra, empero, está preocupado: ¿de qué otro modo va a expandir su negocio? El grupo delincuencial de la competencia ha abierto a los alrededores un laboratorio y una farmacia, y aunque ahorita Cobra todavía ofrece mejores precios, no cree que pueda competir con los grandes. El jefe ofrece a la hermana de Cobra ponerle una casa de empeño, lo que sin dudar traería otros clientes. “Tú sabes”, me dice honesto, “que a mí no me gusta eso del robo”. Y es cierto, cuando íbamos en la secundaria, en esa que ahora él controla, fue suspendido por golpear a un ladrón. Su creatividad empresarial está puesta a prueba.
Námaste Heptákis
Escenas del terruño. 1. El día anterior al cumplimiento de los 31 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa volvió la violencia a las protestas. Los padres de los desaparecidos protestaban afuera de la secretaría de Gobernación y desde dentro se lanzó gas lacrimógeno contra los manifestantes. De fuera, de pronto, un grupo de «activistas» iba preparado con petardos que lanzaron contra las instalaciones de la secretaría. Por la noche, el abogado de los padres y el subsecretario de Derechos Humanos salvaron el diálogo entre los funcionarios y los padres de los desaparecidos. Alguien, queda claro, quiso romper el diálogo. ¿Por qué? Al menos hubo una detención importante sobre el caso, la de Walter Alonso de Loya, La medusa; la historia la cuenta Héctor de Mauleón. 2. Alejandro Hope hace cuentas y proyecciones en torno a la cifra de homicidios. 2017 podría terminar con un índice de 30 mil homicidios… si bien nos va. Las cosas buenas casi no se cuentan… ¿verdad, señor Presidente? 3. Cosa tan rara, el engaño se ha redefinido y parece que sólo Carlos Puig lo ha notado. 4. ¡Filósofos al servicio de la patria! Pudo leer usted, camarada y camarado, en su diario proletario de confianza, en la mismísima sección El correo ilustrado del 28 de abril, una comprometida misiva al rector Graue en que los compañeros José Alfredo Torres y Gabriel Vargas Lozano señalan que la ética en el país depende de que se les invite a conferenciar, pues claramente es la filosofía la que instaura ideología, perdón, la que estudia la ética, combate el desvalor (¡auch!, ¿será que no han leído a Illich?) y debilita «los poderes fácticos ubicados en las franjas de poder caciquil». Claro, la Facultad de Filosofía y Letras desconoce los poderes fácticos y el Observatorio Filosófico de México -dirigido por Vargas Lozano desde 2008- ignora qué cosa sea eso del poder caciquil. ¡Filosofía o muerte! 5. El Senado declaró el 17 de agosto como el Día nacional de las abejas. Fuentes de altísimo nivel me informaron que en la celebración oficial habrá muchos zánganos.
Coletilla. “Amargo es el vino del amor solitario”. Nizami
Fe y verdad
Fe y verdad
Me parece absurdo que el catolicismo pueda llegar a ser un nombre de afiliación, al grado de poder distinguir, al menos en el habla común, entre los creyentes como practicantes y como pertenecientes a una tradición que aceptan pero que no están dispuestos a reproducir, relegando la aceptación a una total oscuridad y remitiendo a una palabra que aprenden de esa misma tradición: la consciencia. Al mismo tiempo, no puedo evitar que este absurdo no remita a algunos a un prejuicio que se señala para hacer de la fe una diferencia intelectual. Es decir, que el señalamiento del absurdo por la oscuridad que señalo con que se conciba la fe no termine en un aburguesamiento y no en el evangelio. Por eso creo que el intento de comprender la fe no puede conformarse con aceptar que a un hombre se le distinga como católico por su simple aceptación del rito, por su ferviente obstinación en la tradición o por su superioridad intelectual. No existe la creencia de palabra solamente, y creerlo así proviene de una oscuridad en torno a lo que la palabra significa para el católico. Lo que señalo se puede entender desde la interpretación más sencilla de algo que se reitera teológicamente con sensatez: el cristiano no puede escindir sus obras de sus palabras; por eso las promesas son importantes para él, deudas de espíritu que mueven a su mano o a su pensamiento a expresarse de manera adecuada a la luz del amor.
La consciencia es el sofisma preferido de la fe contemporánea. Y creo que es falso que el cristianismo sea el mismo responsable de que eso sea así. Esa es una mentira de quienes estudian al cristianismo como parte de la historia de las ideas y la sociedad, argumentando ya una manera de interpretar la historia de manera ajena a como el cristianismo trató de enseñarnos. Pero ese no es el problema más profundo. Lo grave de la consciencia contemporánea es que dice guardar y ser capaz de afrontar individualmente la posibilidad de una crisis para la que la fe sólo es fuerza volitiva, nombre religioso que guarda su seguridad en medio de la falta de autognosis. El problema más profundo para la consciencia moderna es el mal. Eso no significa que sea algo que la fe no haya considerado desde un inicio. Siempre fue un problema para todo cristiano. Pero ahora se contrasta con la producción de la razón moderna, que concibe a la carne como cuerpo y a la voluntad en drama constante con la libertad. ¿Qué es del católico cristiano si formar parte del cuerpo de Cristo se resuelve a mantener presente el dogma en su fuero interno, mientras su propio cuerpo, ese del que es parte por el mismo dogma le reclama algo para lo que se mantiene inmóvil?
El cristianismo permanece como cultura en una de sus dimensiones. La riqueza del evangelio, de los textos teológicos, los cánticos y poesías populares los puede gozar cualquiera que no sea cristiano. Pero también es cultura o, mejor dicho, es sobre todo cultura para quien se aventura a que su fe sea enriquecida en la palabra. La fe es también conversación del presente con el pasado. No puede decirse que esa fe sólo radique en el conocimiento de su propia cultura, porque ese conocimiento orilla al católico a no creerse sólo parte ella. Se llama católico cristiano por su imitación del origen de esa cultura. En la medida en que no es sólo preferencia intelectual es que debe afrontar las palabras que hacen de la fe un prejuicio. No puede haber virtud en la ignorancia, pero sí conocimiento limitado del bien. Puede decirse, con mucha razón, que la conversión es apenas el inicio de la educación cristiana, así como el bautismo es la muerte primera, necesaria para la vida en el perdón.
¿Será suficiente razón para que la fe sea tratada en el silencio el hecho de que no existe comunidad alguna? La respuesta no necesariamente va hacia el sueño de la ultraderecha. La Iglesia no es, por ello, un recinto hecho de tradiciones. La comunidad no existe gracias a la ideología: la fe en la comunidad no se mantiene por puritanismos, porque deviene en hipocresía. Hipocresía que hace del perfeccionamiento en Cristo una tarea ajena al amor y servil del amor propio. No puede haber cristianos de palabra cuyos actos no estén dirigidos amorosamente. La consciencia moderna falla al cuestionarse, entrando en ese laberinto hecho de omisiones y negaciones. Pero la enseñanza radical es que hemos sido perdonados. El mal nos inculpa, pero el arrepentimiento es amor y no persecución. La fe no puede ser un deber.
Tacitus
El desprecio a su máxima potencia II
El desprecio a su máxima potencia II (tres mentiras)
El hombre verdaderamente ruin lucha para encontrar su lugar en este mundo. Él no duda del bien, le duele saber que el hombre lo tilda de payaso envilecido. ¡¿Por qué me tratan así?! Y al ver que no hay respuesta y que sus hermanos no se preocupan por su futuro, sus lágrimas se vuelven incendio. ‘Quieren maldad, y yo quiero verlos por debajo de mis pies.’ El bufón pone todas sus fuerzas tanto intelectuales como volitivas para aprender bien el negocio con el cual comprar las lágrimas, la dignidad de los demás que lo ven como a una cucaracha: ¡El dinero, el placer, ése será mi negocio! Así vendrá hasta mi más recalcitrante reprochador a pedirme posada en mi palacio de lubricidad… Los demás serán mis payasos. Pienso en Feodor Pavlovitch Karamazov, en Joaquín “el Chapo” Guzmán y en los policías y militares que dados de baja por varios delitos, se unen a las filas del narco con más fuerza.
El hombre malvado al escuchar el terrible silencio que lo condena a sentir pena y rabia de sí mismo, en ese mismo momento se inventa la más grande mentira que pudo haber nacido: El hombre es más despreciable, pues no me quiere dar otra oportunidad. Nótese que este payaso malherido no niega del bien, sino que hace una parodia de él ya que sufre por saberse alejado, caído de su gracia; se construye su propio palacio, donde es un benefactor de la humanidad. <<Mi bondad es inmediata, no hay misterio en ella. El dolor por el sufrimiento aquí no existe, yo respondo de eso. Quieres progresar, pues deja todos esos cuentos de Dios, crece como hombre, tu incapacidad reside no en tu falta de inteligencia sino de decisión y de valor para servirte por ti mismo de ella sin la tutela del otro. Si hay que matar a algunos es por el progreso de muchos, vale más la vida de unos jóvenes talentosos que la de una vieja usurera>> Pienso en Raskolnikov y Kant.
El malvado está herido y busca sanación pronta, incluso si para eso tiene que morir. Morir para demostrar que el hombre tiene un fin enaltecido. Aliosha pudo haberse convertido en socialista, pues su fogosidad ante el mal mundano, lo llevaba a buscar un refugio para su alma. No ven que el sacrificio de la vida buscando la verdad es más fructífero que las explosiones. Pero el malvado o terrorista no busca un refugio, busca eliminarlo todo. Desde que miente con respecto de la naturaleza del hombre, ya niega el bien. Pero una vez destruidos todos por el atrevimiento del hombre superior ¿Qué nos quedará? No se piense que hablo de abstracciones. Pienso en la maldad suprema, en el nihilismo, en ese apetito de destrucción en aras de dominarlo todo, pienso en “El comandante Toro” que se dice es más malvado que su antecesor, y se espera –terrible espera– su sucesor será aún más despiadado.
Pienso que el malvado no niega a Dios, pero sí lo mata para ocupar su lugar ¿No parece más idealista este hombre que los propios santos? Ellos sabían su lugar en el mundo, eran realistas, pues no buscaban la superación del hombre hasta dios, sino su purificación por medio de la conciencia. Ésta nos hace saber que hemos pecado, pero nos ayuda a reconocer que hay lugares a los que podemos llegar sin fingirnos agradables, porque se nos ama por sufrir nuestro pecado. Sufrimos por alejarnos de los otros al mentir respecto de Dios, el hombre y la libertad, pero así, más que encontrar nuestro lugar en el mundo, nos perdemos de la compañía del otro, del que es Todo.
Javel
Brasas: El hecho del mal es consecuencia de la libertad y como un acto de rebeldía […] expresión de una actitud titánica de rebasar los límites permitidos y de transgredir exaltando el delito o alegrándose de las acciones destructivas.
José Antonio Merino
Movimiento progresivo
Hay cambios que más parecen retrocesos cuando se tiene una consciencia progresista, en la que el movimiento sólo puede ser rectilíneo y no hay lugar para el orden.
Maigo.
Sobre los bienes y males y nuestra percepción de ellos I
¿El dolor, el miedo, la alegría y el goce son medibles? Evidentemente no de la misma manera en la que medimos o intentamos medir la longitud y el peso de la materia. Quizá la medición podría ser comparativa o aproximada en el caso de las emociones. Aunque quizá eso ya no sea medición, pues no ofrece una cifra exacta que nos permita igualar el dolor de una ruptura amorosa al dolor de una traición familiar así como se igualan diez metros de madera con 10 de metal. Esto no sólo nos muestra la complejidad de hablar de las pasiones humanas, sino de su posibilidad de comprenderlas y saber qué hacer tras padecerlas. Es decir, ¿podemos exagerar el miedo que tenemos luego de ser asaltados y posteriormente organizar una turba iracunda para golpear a todos los seres de calaña semejante? Al parecer hay quienes así actúan. Pero también hay quienes se vuelven más temerosos y prefieren quedarse en sus casas o también puede suceder que de tantos asaltos los asaltados se acostumbren.
Qué se deba hacer con el miedo o con la alegría no se responde simplemente reaccionando ni dejándose llevar, como algunos intentan defender, o, contrariamente, que podemos convertir un evento desagradable en agradable y viceversa, más bien nos cuestiona la posibilidad de que podamos controlarnos y sentir lo que queramos sin importar lo que padezcamos, pero principalmente nos cuestiona cómo creemos que es bueno vivir. Ante la muerte violenta, que sería el mayor ejemplo del más terrible dolor, se puede llorar y gritar amargamente o alegrarse porque al fin se acabará el dolor y es probable llegar a una vida mejor. Del mismo modo, se puede enfrentar el dolor mediante la venganza, sobrellevarlo, buscar qué nos dice sobre nosotros mismos el encontrarnos al fondo del sufrimiento. El temor al sufrimiento no condiciona al hombre.
Aunque se puede afirmar que cómo padezcamos depende de nuestra idea de qué sea la mejor vida, eso no resuelve el problema de aquellos que no saben cuál es la mejor vida y quizá vayan descubriendo en sus sufrimientos o momentos agradables una respuesta parcial, de momento. La pregunta sigue pendiente: en qué consiste vivir bien.
Yaddir
La obesidad del deseo
Nuestro tiempo vive una obsesión por la salud. Dado que toda obsesión enceguece, nuestro tiempo vive también un descuido craso de la salud. Al descuidársele, es tan sólo natural que se disminuya, que se reduzca, que se degrade hasta los huesos. Esta perturbación agrava la molicie porque el obsesionado no se opone a la macilenta idea de que salud es el estado de un sistema corporal de mecanismos (éstos incluyen la «vida espiritual» de la que hablan los instructores de yoga, no se me confunda el lector) cuyas funciones lo mantienen sin dolor. Esto fomenta el olvido de la riqueza en la vida. El fomento del olvido es una marca de las obsesiones; ésta, al entender todo en términos de cuerpo, hace de la higiene y la saciedad los síntomas de la salud. No es de sorprender que se confunda así lo útil con lo eficiente, lo bello con lo fácil y lo bueno con lo placentero. Ni lo es tampoco, que por esta obsesión, en un mundo dominado por el orden mercantil, todo haber de la salud caiga bajo la jurisdicción de los vendedores o prestadores profesionales de servicios.
Como consecuencia de esto, por un buen rato, nos mecieron las olas de una moda de aparatos de ejercicio concebidos desde la pedestre caminadora, hasta armatostes inverosímiles cuya descripción requiere entrenamiento en la narración de cuentos de ciencia ficción. Después ‒aunque no por eso desapareciendo la primera‒, vinieron olas de desagradables fórmulas para brebajes licuados y medicamentos para adelgazar o rejuvenecer, seguidas de la escandalosa publicidad de productos naturales, orgánicos y la devoción fervorosa a las capillas del gimnasio. Sobre esto último, nótese cómo no hace mucho que se menosprecia en público a los fumadores como si fueran transgresores de la moral (sugiriendo esto una atrofia grave de nuestra imaginación en la vida política), y poco después comenzó a notarse cómo se colaba un desdén mal escondido que muchos asistentes de gimnasio sienten por sus conciudadanos «sedentarios». Últimamente, alimentándose de esta obsesión, he visto a la venta muchos productos cuyo discurso, en suma, promete esto: «¿Quieres regocijarte con todo el placer sin nada del dolor que suele acompañarlo? ¡Estás de suerte! Con este innovador producto podrás engañarte a ti mismo haciéndote pensar que estás consumiendo lo que quieres sin que te haga ni un poquito de daño, ¡porque no es lo que quieres en realidad!». Chocolates que no son de veras chocolates, queso especial para quienes están haciendo dieta sin queso, botanas por un lado aprobadas por bariatras profesionales, y por otro lado con una exacta imitación del sabor de las botanas censuradas por esos mismos bariatras… y en fin, todas estas alternativas para bajar de peso sin dejar de comer lo que a uno le fascina comer (y que lo llevó junto con otras cosas al grave predicamento en que se encuentra actualmente). Para esta nueva moda, todo substituto del original vale más que su contraparte: será ilegítimo pero es igual de delicioso y además, saludable. ¿No es éste un bravo desafío contra todo quien hubiera dicho antes que ya era el colmo? Que sirva de reprimenda: eso pasa por apresurarse a acusar extremos en aquellos cuyo negocio es, precisamente, lo ilimitado.
Es ilimitado e insaciable el deseo por el placer si no se beneficia de la razón, y si se le descuida crece en todas direcciones sin que haya una que lo encauce, dice por ahí Aristóteles1. La obsesión por esta salud ha proliferado de la mano con el estropeo de la moderación. En estos productos eso se nota tan claramente que señalarlos ya es bastante. El ofrecimiento que le hacen a los consumidores es el de una experiencia que desarticula la relación entre las acciones y sus consecuencias. La gente que admite tales substitutos puede olvidarse de la decisión y entregarse al gozo a ojos cerrados. La industria se alimenta de esta gente, de la que no sabe decir «no más», de gente que celebra la llegada de una nueva fritanga que dice no ser en realidad una fritanga, sino alguna amalgama de nutrientes concebida por los admirables magos de la ciencia de la salud. El hábito que fomentan pierde la moderación en el abandono a la ardicia ‒que además nunca será satisfecha por entero‒, bajo el signo de aprobación de nuestros tiempos. La ardicia se comporta como el niño malcriado que obtiene siempre lo que quiere y cada vez demanda más. Crece, crece y crece hasta que no exista fortaleza capaz de ignorar su berrinche. El caso es que pretender apaciguar los deseos satisfaciéndolos todos es como intentar apagar un incendio con gasolina. Pero eso no parece ser ya motivo de alarma. La opinión pública avala esta afrenta a la palabra y a la razón. Es más, dicha afrenta se encomia cada vez que alguien abraza el ridículo engaño y acepta que se anuncie descaradamente lo falso como falso y bueno; como algo que no es lo que dice ser y que se desea sin ser lo que se desea. Los expertos lo recomiendan. Para cuando se asienta el revoltijo no queda nada que distinga al depravado del probo, más que su nivel de lípidos. Vendrán otras olas como ésta y hasta más escandalosas, y de muchos más modos podremos seguir empecinados con el culto a nuestras apariencias, y podremos vivir esbeltos hasta no distinguirnos de los modelos en la portada retocada de una revista de moda; pero aun con eso y muy a nuestro pesar, la obesidad mórbida que cargamos no hay hospital que nos la cure.
1 1119b, en la Ética nicomaquea.