Ojo por ojo

Dicen que en el pueblo vecino no tienen cárceles. Las cerró el señor gobernador el día en que llegó el brujo ese. Dicen también que es él quien se encarga de impartir justicia. La verdad, yo creo que les ha funcionado el sistema, y eso que allí estaban repletos de maleantes, ladrones y violadores. Según escuché, el brujo fue aceptado desde el día en que llegó sin que nadie se opusiera. Lo mandaron a vivir a una villa muy bonita cerca del palacio de gobierno. Fue ese mismo día en que vaciaron todas las cárceles y las hicieron parques para que los niños jugaran. Dicen también que los años de prisión fueron abolidos del sistema penitenciario y que ahora todos pagan la misma condena, la que el brujo estableció. El día en que liberaron a todos los presos, los llevaron de dos en dos, esposados y sometidos ante el brujo recién llegado, quien con un hechizo que solo él conoce les retiró del rostro los ojos. Según me contaron, los fue apilando desde la raíz como si fueran racimos de uvas frescas que ahora cuelgan en perfectas condiciones de las través de la oficina del procurador de justicia, que no es otro que el mismo brujo. Los maleantes son condenados a perder sus ojos y una vez que quedan ciegos se les deja en los extremos del pueblo a su suerte. Algunos se marchan perdiéndose en el bosque, otros reingresan a la ciudad y viven de limosna durante largo tiempo. La pena de ceguera termina el día en que logran entrar a la oficina del procurador, ese mismo día se les reinstalan los ojos y se les reintegra a la sociedad